Te juro que fue la primera vez, en 22 años, en sentirlo. Las cosquillas de tu voz en mi hombro me provocaban. Quería darme la vuelta y pedirte un abrazo. Entre mis sábanas de tela polar y las rendijas de luz de la cancela. Mis manos se cogían entre ellas, haciendo fuerza por no quitarte el móvil y pedirte una mano, una muñeca, un codo; para aferrarme a ellos y dormir. Sentir seda en mi oreja...
Allez, allez, pas de probléme! Pero no. Es mejor hacerse la dormida... Y volver a citar a Sabina mientras pienso que, si hubiera conseguido encontrar el tesoro, seguiría contando moneditas de oro.
Tengo resaca sin haber bebido una gota. La jaqueca ranquea mi mente y nos sentimos demasiado arduas para arrancar en esta mañana de sábado, lluvioso.
Pero tengo ganas de festejar. Cuatro días para el regreso.
Tres tazas de café.
Una sopita de arroz, un par de huevos fritos. Un tuero de pan pasado, entre lo revenido y lo pétreo.
Una cremallaire a la que no estoy invitada.
¿Y qué?
Mi reino por un vuelo regular. Por un reloj que explote a sus manijas, para no ser yo quien explote de ansia y deseo.
Naufragar en el ardor de una chimenea. Morir de frío volando por un campo lleno de nieve, tirándome bolas y riéndome de cómo me dí a mí misma.
Darme la vuelta y reencontrarme con mis calificaciones en la escuela; con mi pasamontañas azul marino; con mis pataletas por ver la tele hasta tarde.
Levitar en el sofá hasta quedarme en blanco.
Ser Alicia, la nueva Alicia, que vuelve con su conejo bajo el brazo y se ríe, victoriosa, mientras revienta el espejo esperpéntico que deformaba los conatos de pensamiento. Hacer cuentas preciosas con los pedacitos del suelo. Inventarme, imaginarme y coger la maleta orgullosa, por una vez, de que, si bien no hicimos nada, la gozamos hasta el último rayo de luna.
Cargar el revólver del Capitán Garfio, pegar tres tiros al aire, o al tic-tac del cocodrilo y salir corriendo, como desquiciados, hasta el Nuevo Nunca Jamás; hasta que se descoyunten las extremidades; hasta que el aire agujeree los bronquios; hasta estamparnos contra la meta y llorar, chorreando sangre, porque, al fin, fuimos primeros en algo: dejé olvidado en ventanilla el hilo cuando pagué la entrada para el laberinto del Minotauro.
Sean bienvenidos y bien hallados en este blog especializado en Humanidades. La Filología ocupa una gran parte de nuestras estanterías: Literatura, Traducción y Crítica Literaria, Lingüística y enseñanza del Español como Lengua Extranjera (ELE). Pasen al fondo y vean las secciones de cine, series, música y arte en general.
sábado, 12 de diciembre de 2009
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Le monde d'Amparo
Me gusta ir soñando la vida agarrada de tu mano.
Inventarme y sobreinventarme con tus gorros, tus faldas, tu manera de hablar durante tres horas seguidas en un tren camino a ninguna parte.
Convertir el desierto en un escenario de Hoollywood.
Aprender física, química y tradiciones vampíricas literarias con el café que me preparas a la mañana siguiente del recuento arquitectónico de un castillo en el aire, de un palacete en el norte de Madrid, de una ilusión que pende del hilo de tu bolsillo y lucha contra las parcas bancarias.
La franqueza ante un cerrojo en la puerta de mi habitación.
Del ya nos apañaremos ; del mi riqueza asciende a 0'50 € ; de unos ojos cerrados y un alma que habla hasta dormida.
Es verdad que muchas veces los histriónicos colores de tus medias no han sabido ser interpretados; que las entrelíneas de tus chalecos han dejado cierto lugar a la duda; que la cabezonerìa por unas botas de agua fue mayor que los razonamientos lingüìsticos de "el Lapesa". Pero eso ya pasó. Como el recuerdo de una foto vieja y usada de tanto sacarla del álbum, todo queda velado, por el humo del fumadero, por la luz que se cuela desde la ventana de tu cocina. La magdalena de Ventura Rodrìguez huele a café recién hecho, a recetas inventadas, a la flama de la calefacción que sortea perros, gatos y humanos.
Un 133, un parque de Berlìn, un kebab en Debod.
El maravilloso Amparo's wonderful world llena su imaginario según avanza el tiempo; según camina hacia la eclosión surrealista de su ars flipandi.
-Esta ciudad es bonita... Todo iluminado...
Rumiábamos un bocadillo de pollo frio. Nadie supo que fue el fuego de tu mechero el que encendió la primera de todas aquellas velas en su mercado de Navidad...
Inventarme y sobreinventarme con tus gorros, tus faldas, tu manera de hablar durante tres horas seguidas en un tren camino a ninguna parte.
Convertir el desierto en un escenario de Hoollywood.
Aprender física, química y tradiciones vampíricas literarias con el café que me preparas a la mañana siguiente del recuento arquitectónico de un castillo en el aire, de un palacete en el norte de Madrid, de una ilusión que pende del hilo de tu bolsillo y lucha contra las parcas bancarias.
La franqueza ante un cerrojo en la puerta de mi habitación.
Del ya nos apañaremos ; del mi riqueza asciende a 0'50 € ; de unos ojos cerrados y un alma que habla hasta dormida.
Es verdad que muchas veces los histriónicos colores de tus medias no han sabido ser interpretados; que las entrelíneas de tus chalecos han dejado cierto lugar a la duda; que la cabezonerìa por unas botas de agua fue mayor que los razonamientos lingüìsticos de "el Lapesa". Pero eso ya pasó. Como el recuerdo de una foto vieja y usada de tanto sacarla del álbum, todo queda velado, por el humo del fumadero, por la luz que se cuela desde la ventana de tu cocina. La magdalena de Ventura Rodrìguez huele a café recién hecho, a recetas inventadas, a la flama de la calefacción que sortea perros, gatos y humanos.
Un 133, un parque de Berlìn, un kebab en Debod.
El maravilloso Amparo's wonderful world llena su imaginario según avanza el tiempo; según camina hacia la eclosión surrealista de su ars flipandi.
-Esta ciudad es bonita... Todo iluminado...
Rumiábamos un bocadillo de pollo frio. Nadie supo que fue el fuego de tu mechero el que encendió la primera de todas aquellas velas en su mercado de Navidad...
lunes, 30 de noviembre de 2009
Preciosa o las panderetas
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Ya lo dijo Lorca.
Y Cervantes, con su ingenio, tres siglos antes habló de ello en su Gitanilla. Tan grande era que lo destiló en prosa y verso.
Clermont, donde las luces permanecen encendidas hasta el alba; donde la navidad y sus primeros brillos sólo parecen existir en la escondida nocturnidad de este diciembre gélido; Clermont, pues, tras gastarse en luz, olvidó el ruido. Y es que aquí falta eso: el sentido del oído.
Nada de panderetas, ni aguinaldos, ni villancicos. Nada de desagradables matasuegras, ni bromas que suenan a ventosidad ocultas bajo la galleta de una silla; tampoco esos cigarros prensados, deshechos y liados por segunda vez que acaban en el estallido de un petardo de feria con el corazón de un fumador a punto de explotar. Nada de cabalgatas, nada de campanadas, nada de nada.
Nada de risas, nada de celebración. Sólo cumplidos que se entrecruzan en miles de lenguas que viajan desde Babel.
Silencio que chisporrotea en los tendidos, de farola a farola. Y el silbato de "viajeros al tren" despierta un lunes más. Porque hasta las campanas de la catedral, parece que yacen sin rechistar.
La España de charanga y pandereta...
Y Machado, corriendo a su muerte, huyendo a Colliure, también lo sabía...
sábado, 28 de noviembre de 2009
Mon p'tit sapin
Clermont, al igual que el resto de villas "como Dios manda", ha estrenado su luminaria navideña a tres días de diciembre. Lucecillas; gente desmadrada comprando detallitos entre la FNAC, Le marché du Noël y la librería-papelería-videoclub Le Volcan; niños escogiendo lo que pondrán ellos mismos bajo el abeto el próximo 25...
He pasado toda la tarde buscando películas baratas para entretenerme esta noche. Pero las larguísmas colas y el griterío nervioso del último sábado de noviembre, no me dejó decidir con cuál quedarme. Y me volví a casa con frío, con las manos en los bolsillos, ahogada de tanto fumar. Sé que contigo no hace falta el disimulo; puedo decir "no sé nada de cine".
Pero lo que quería decir es que, al parecer, por primera vez, no me atosiga todo el gentío, la parafernalia, el bombo y platillo que se le da a unas fiestas que devienen, año tras año, en un monstruo más comercialmente capitalista. Al igual que allende los Pirineos, aquí no saben de la existencia de Plácido, de "ponga un pobre en su mesa", de la caridad que nunca hubo ni habrá. Pero, repito: parece que no me es tan desagradable. Al menos eso, las bombillitas de colores y la serpentina en los comercios de este retiro protestante francés, donde los días de lluvia gris te hacen recordar a La lista de Schilder si sales a pasear con tu abrigo rojo-burdeos, al menos aquí, decía, empieza a deslumbrar un breve destello de calor eléctrico.
Al llegar a la Place de l'Obélisque, intenté coger aire y sin darme cuenta, me sorprendí mirando al arbolito azul electrocutado por watios y watios. Crucé la calle, e incluso, llegué a casa, pensando en las castañeras de Cuatro Caminos, de la Calle Mayor esquina Arenal; en los puestos de pelucas, de pinos, de belenes y musgo. Un humillo salía por la ventana del Kebab que se ve al doblar la esquina. El pollo del día navidad me e/incendió la pituitaria. Y con un "Merci, madame", uno de tantos niños con boinitas negras que compran el pan cada sábado tarde me trajo a la cabeza a ese Chencho que se pierde todos los 24 de diciembre.
Parece que llega la Navidad. Empiezo a abrir despacito el Calendario de Adviento y lo único que veo son huecos vacíos de 2008. El chocolate lo dejé en tu despensa. Cada ventanita no es otra cosa que una noche más con medio colchón llorando.
He pasado toda la tarde buscando películas baratas para entretenerme esta noche. Pero las larguísmas colas y el griterío nervioso del último sábado de noviembre, no me dejó decidir con cuál quedarme. Y me volví a casa con frío, con las manos en los bolsillos, ahogada de tanto fumar. Sé que contigo no hace falta el disimulo; puedo decir "no sé nada de cine".
Pero lo que quería decir es que, al parecer, por primera vez, no me atosiga todo el gentío, la parafernalia, el bombo y platillo que se le da a unas fiestas que devienen, año tras año, en un monstruo más comercialmente capitalista. Al igual que allende los Pirineos, aquí no saben de la existencia de Plácido, de "ponga un pobre en su mesa", de la caridad que nunca hubo ni habrá. Pero, repito: parece que no me es tan desagradable. Al menos eso, las bombillitas de colores y la serpentina en los comercios de este retiro protestante francés, donde los días de lluvia gris te hacen recordar a La lista de Schilder si sales a pasear con tu abrigo rojo-burdeos, al menos aquí, decía, empieza a deslumbrar un breve destello de calor eléctrico.
Al llegar a la Place de l'Obélisque, intenté coger aire y sin darme cuenta, me sorprendí mirando al arbolito azul electrocutado por watios y watios. Crucé la calle, e incluso, llegué a casa, pensando en las castañeras de Cuatro Caminos, de la Calle Mayor esquina Arenal; en los puestos de pelucas, de pinos, de belenes y musgo. Un humillo salía por la ventana del Kebab que se ve al doblar la esquina. El pollo del día navidad me e/incendió la pituitaria. Y con un "Merci, madame", uno de tantos niños con boinitas negras que compran el pan cada sábado tarde me trajo a la cabeza a ese Chencho que se pierde todos los 24 de diciembre.
Parece que llega la Navidad. Empiezo a abrir despacito el Calendario de Adviento y lo único que veo son huecos vacíos de 2008. El chocolate lo dejé en tu despensa. Cada ventanita no es otra cosa que una noche más con medio colchón llorando.
jueves, 26 de noviembre de 2009
Madrid-París, 63'89€
Viajo porque me obliga mi soledad, mi tristeza, mi malestar. Y para esto, el mejor remedio y excusa, para su explicación causa-efecto, no quedarse quieto es algo más que recomendable.
No tengo a nadie que me espere en casa; que me llame cada día; nunca quise tener novio, ni novia, ni perro que me ladre cuando suenen las llaves.
No me apetece leer; ya no me acompañan los personajes.
En dos meses he dormido en siete camas de tamaños, olores y colores diversos, con gente de distinta raza, cultura, ideología , pero ninguno de ellos daba calor. Siento que si se estrellase el avión o descarrilase el tren en el que viajo, sonaría la música de victoria de Ryanair. Poco importaría.
Viajo en latas de sardinas en las que me siento un punto aplastado por el que no pasa ninguna línea. No se cumple en mí regla alguna física, química, filosófica. Me como los paradigmas, los arquetipos y las leyes universales. El mirar por encima del hombro ya no supone para mí otra cosa que la demostración de una mala higiene capilar...
Escupo en la cara del arrogante si una paupérrima flema se me atraganta al despertar por las mañanas; me zafo de los eruditos a la violeta con un leve levantamiento de cejas, con un no te lo crees ni tú; espero un único sonido que retumbe del pasado y llegue hasta aquí, a 6000 pies del suelo; me gusta pasearme con mi boina y mi bicicleta y timbrar a los coches que me insultan si me cruzo; destesto las despedidas pero reconozco el placer masoquista de llorar a mares en ellas...
Estoy en tal estado de confusión que imagino mi historia como la de aquel que hereda fortuna y derrocha todo en putas, bohemias y hadas verdes....
¿Esto es Modernidad?...
No tengo a nadie que me espere en casa; que me llame cada día; nunca quise tener novio, ni novia, ni perro que me ladre cuando suenen las llaves.
No me apetece leer; ya no me acompañan los personajes.
En dos meses he dormido en siete camas de tamaños, olores y colores diversos, con gente de distinta raza, cultura, ideología
Viajo en latas de sardinas en las que me siento un punto aplastado por el que no pasa ninguna línea. No se cumple en mí regla alguna física, química, filosófica. Me como los paradigmas, los arquetipos y las leyes universales. El mirar por encima del hombro ya no supone para mí otra cosa que la demostración de una mala higiene capilar...
Escupo en la cara del arrogante si una paupérrima flema se me atraganta al despertar por las mañanas; me zafo de los eruditos a la violeta con un leve levantamiento de cejas, con un no te lo crees ni tú; espero un único sonido que retumbe del pasado y llegue hasta aquí, a 6000 pies del suelo; me gusta pasearme con mi boina y mi bicicleta y timbrar a los coches que me insultan si me cruzo; destesto las despedidas pero reconozco el placer masoquista de llorar a mares en ellas...
Estoy en tal estado de confusión que imagino mi historia como la de aquel que hereda fortuna y derrocha todo en putas, bohemias y hadas verdes....
¿Esto es Modernidad?...
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Y la vida siguió...
A la sombra de lo que fuimos, por haberme escondido el DNI... por ayudarme a facturar el equipaje y seguir explorando....
A Rober, por las miradas en aquella cena de acción de gracias...
Joaquín Sabina vuelve a sonar en Paulines.
Qué lejos queda ya el viernes pasado. Parece como si nunca hubiera existido. Los nervios, el avión, los primeros carteles en español después de dos meses, el sol a rabiar de Plaza España. Cuesta de San Vicente. Glorieta de Príncipe Pío. Puente de Segovia. Tanto puente para tan poca agua. Siempre la escena de Plácido en la cabeza. Y Zamora Vicente. Recorrido del 500. "Ay, no, si no es ésta.... era la siguiente..." La sonrisa nerviosa de "la próxima esquina y ya estoy"... Calle Guadarrama...
Y como ET.... Mi casa.... Mi casa... Mi casa....
A Rober, por las miradas en aquella cena de acción de gracias...
Joaquín Sabina vuelve a sonar en Paulines.
Qué lejos queda ya el viernes pasado. Parece como si nunca hubiera existido. Los nervios, el avión, los primeros carteles en español después de dos meses, el sol a rabiar de Plaza España. Cuesta de San Vicente. Glorieta de Príncipe Pío. Puente de Segovia. Tanto puente para tan poca agua. Siempre la escena de Plácido en la cabeza. Y Zamora Vicente. Recorrido del 500. "Ay, no, si no es ésta.... era la siguiente..." La sonrisa nerviosa de "la próxima esquina y ya estoy"... Calle Guadarrama...
Y como ET.... Mi casa.... Mi casa... Mi casa....
Y ya no pesa la maleta; ya deja de importame cualquier cosa; ya se me sale el corazón, la risa, la angustia retenida durante sesenta eternos días; ya todo explota.... empiezan a salir colores desde las ventanas... canciones, algarabía, ratos pasados, disfraces, chistes,... Bien, el buzón sigue roto... Qué impresión ver el portal. Esa escalera, la bienvenida en el tragaluz. La cocina, el salón. El cigarro del balcón... No puedo dejar de llorar...
Y es triste porque, pese a la afonía y el oído entaponado, fue el único momento chechu que hubo. A decir verdad, han sido demasiadas cosas nuevas en tres días de bálsamo. Podría decir miles y miles de cosas. Ayer, cuando por fin monté en el avión, necesitaba escribir, llorarlo todo.
Todo merece la pena cuando el resumen de la novedad se concentra en tus lágrimas a la salida del teatro. Nadie puede sentirlo; nadie puede entender que, más allá de todo, lo único que importó fue que reventaste de felicidad al verme... Gracias por seguir siendo la niña madura de manos encayecidas que rebusca en la nevera para preparame la merienda para el camino de vuelta. Por quedarte mirándome, sonreirme y pedirme dos caladas. Por alegrarte de mi felicidad contigo. Por volver a llorar mi partida. Gracias por tu sonrisa perpetua en tiempos de silencio.
Gracias por el abrazo que me diste sobre la cama y el llanto que no permitiste; por la tarde de miércoles que no pudo ser. Por habernos aguantado tantos silencios con la tele de fondo. Por haberme sonreido cuando pasabas y me viste escondida en el portal. Por haber conseguido entenderme, quererme y echarme de menos tal como soy. Gracias por tenerme en la mente ahora más que nunca.
Gracias por la tortilla de papas que me prometiste a mi vuelta. Por llevarme de excursión al Burguer. Por el desayuno de 1'50 con Tomás, por seguir fiel al tomate picao y a los derroteros. Por ser tú siempre conmigo. Gracias por no tener que decir aquí todo lo que ya nos hemos dicho.
No se celebró nada; no se rememoraron carcajadas apolilladas; no se recuperó el tiempo perdido. Y, sin embargo, recuperar la rutina a vuestro lado hace mis días más felices. Sólo ahora (en el avión) a 25 días de volver, comprendo la razón de este viaje. Aunque la vuelta a este desierto flemático y chovinista sea casi peor que el primer día que lo pisé.
Tengo que pedir perdón por tanto desorden. Pero estoy triste y hoy, en mi habitación, me siento sola sin el sofá amarillo, sin la radio del baño, sin la sombra que ronda la mesita de cristal y te empuja hacia el tótem de madera. La física aún no encontró una explicación para tal diferencia: incomprensible el tiempo que pasa raudo y veloz allí; tedioso, vulgar e hipocondriaco en el resto del mundo. La filosofía del estado alterado que supone estar con vosotros tres y que teoriza sobre cualquier sinrazón universal; o que, al menos, ayuda a sobrellevarla.
Han sido unas pocas horas de volver a creernos inseparables, inmortales, héroes bohemios y señores entre la élite mundana. Pero ahora toca volver a la realidad. Aprender de nuevo a vivir a distancia. A ver la saga de Chechu por capítulos, fascículos y mails. Formáis parte de mi átomo de vida. En cada una de mis letras estáis vosotros. Mi putísima trinidad, a la cual venero. Y eso es tan grande como el abrazo de ocho brazos que nos dimos en la calle de Prim.
Y es triste porque, pese a la afonía y el oído entaponado, fue el único momento chechu que hubo. A decir verdad, han sido demasiadas cosas nuevas en tres días de bálsamo. Podría decir miles y miles de cosas. Ayer, cuando por fin monté en el avión, necesitaba escribir, llorarlo todo.
Todo merece la pena cuando el resumen de la novedad se concentra en tus lágrimas a la salida del teatro. Nadie puede sentirlo; nadie puede entender que, más allá de todo, lo único que importó fue que reventaste de felicidad al verme... Gracias por seguir siendo la niña madura de manos encayecidas que rebusca en la nevera para preparame la merienda para el camino de vuelta. Por quedarte mirándome, sonreirme y pedirme dos caladas. Por alegrarte de mi felicidad contigo. Por volver a llorar mi partida. Gracias por tu sonrisa perpetua en tiempos de silencio.
Gracias por el abrazo que me diste sobre la cama y el llanto que no permitiste; por la tarde de miércoles que no pudo ser. Por habernos aguantado tantos silencios con la tele de fondo. Por haberme sonreido cuando pasabas y me viste escondida en el portal. Por haber conseguido entenderme, quererme y echarme de menos tal como soy. Gracias por tenerme en la mente ahora más que nunca.
Gracias por la tortilla de papas que me prometiste a mi vuelta. Por llevarme de excursión al Burguer. Por el desayuno de 1'50 con Tomás, por seguir fiel al tomate picao y a los derroteros. Por ser tú siempre conmigo. Gracias por no tener que decir aquí todo lo que ya nos hemos dicho.
No se celebró nada; no se rememoraron carcajadas apolilladas; no se recuperó el tiempo perdido. Y, sin embargo, recuperar la rutina a vuestro lado hace mis días más felices. Sólo ahora (en el avión) a 25 días de volver, comprendo la razón de este viaje. Aunque la vuelta a este desierto flemático y chovinista sea casi peor que el primer día que lo pisé.
Tengo que pedir perdón por tanto desorden. Pero estoy triste y hoy, en mi habitación, me siento sola sin el sofá amarillo, sin la radio del baño, sin la sombra que ronda la mesita de cristal y te empuja hacia el tótem de madera. La física aún no encontró una explicación para tal diferencia: incomprensible el tiempo que pasa raudo y veloz allí; tedioso, vulgar e hipocondriaco en el resto del mundo. La filosofía del estado alterado que supone estar con vosotros tres y que teoriza sobre cualquier sinrazón universal; o que, al menos, ayuda a sobrellevarla.
Han sido unas pocas horas de volver a creernos inseparables, inmortales, héroes bohemios y señores entre la élite mundana. Pero ahora toca volver a la realidad. Aprender de nuevo a vivir a distancia. A ver la saga de Chechu por capítulos, fascículos y mails. Formáis parte de mi átomo de vida. En cada una de mis letras estáis vosotros. Mi putísima trinidad, a la cual venero. Y eso es tan grande como el abrazo de ocho brazos que nos dimos en la calle de Prim.
Perdonad tanta sensiblería, pero la cursilería de estos párrafos supone una separación, un duelo y unas lágrimas poco fáciles.
Gracias, una vez más. Gracias... Os quiero. No os vayáis nunca.
La casa Chechu está donde esté él...
sábado, 14 de noviembre de 2009
L'Appart....
Miro hacia los lados para cruzar, y la carretera me parece tan larga...
Anoche por fin lo encontré y apreté el botón para conseguir cruzar el paso de peatones, pero me enredé en la zanja de obras que hay a los lados... Quizá sería mejor intentar atajar por el camino recto, pero lo fácil (o lo recomendable) nunca nos gustó. Y el pitido que me avisa que está en verde el paso suena demasiado bajo para poder escucharlo....
Miro cómo los ciegos de Cupido cruzan marcando el paso con sus bastones. Pero yo siempre aprovecho el último minuto para atarme los cordones de las zapatillas y vuelve a cerrarse el semáforo.
Este maldito Clermont embarrado, en el que dar un paso significa atollarse hasta las rodillas.
Y lo único que queda es dar la vuelta y ver si, al menos, el rastrillo de baratijas sigue abierto para mi.
Anoche por fin lo encontré y apreté el botón para conseguir cruzar el paso de peatones, pero me enredé en la zanja de obras que hay a los lados... Quizá sería mejor intentar atajar por el camino recto, pero lo fácil (o lo recomendable) nunca nos gustó. Y el pitido que me avisa que está en verde el paso suena demasiado bajo para poder escucharlo....
Miro cómo los ciegos de Cupido cruzan marcando el paso con sus bastones. Pero yo siempre aprovecho el último minuto para atarme los cordones de las zapatillas y vuelve a cerrarse el semáforo.
Este maldito Clermont embarrado, en el que dar un paso significa atollarse hasta las rodillas.
Y lo único que queda es dar la vuelta y ver si, al menos, el rastrillo de baratijas sigue abierto para mi.
lunes, 9 de noviembre de 2009
Mandarinas de Proust a la alsaciana
El sabor de las mandarinas me transportan a alguna navidad en casa de mis abuelos. A alguna tarde de viernes con frío.
Llegar a Madrid una recién comenzada noche de viernes, después de salir corriendo del cole y coger una sepulvendana en el cruce de Otero. Posiblemente, lleno de nieve.
Llegar y sacarse el pasamontañas. Sentir la flama de la calefacción. Encontrar la merienda y todo un fin de semana para salir a la calle y quedarse anonadado mirando luces. Viernes noche del Un, Dos, Tres , del ¿Qué apostamos?
Sábado de sorpresas... Desayuno de diamantes con zumito de naranja recién exprimido para las nenas, colacao, churros y porras. Si pinta bien y las niñas se comportan, quizá cenemos pizza después de ir a comprar ropa y zapatos por Bravo Murillo; de ver el espectáculo de Cortilandia. Llama papá. Sale del pueblo. Viene a dormir con nosotras.
Domingo de Sopa al cuarto de hora y Kinder Sorpresa: baja a comer la tía Chelo. Sobremesa de fútbol. A las 17.00h, siempre fiel, perdía el Rayito... Pitido del claxon... Y no salgas de casa, mamá, que hace frío. La abuela diciendo adiós desde el portal.
El abuelo, en batín, estira el cuello desde el sofá y "regardea" la despedida por la ventana...
Vuelta al pueblo escuchando la SER... Carrrrrrusel Deportivo.... Atasco en la entrada de Villalba..... ¿Quieres un purito, Paco? Puritos Dux.... Joder, es que María se duerme encima de mí...Coronitas, la cerveza mejicana... pi-pi-pipipi-pipi-píiiii.... Hay gol en el Manzanares, Juanma.... ¡Goooooooooooooooool en el Vicente Calderón! Atleti-Atleti-Atlético de Madrid..... Y, al pasar el túnel de Guadarrama, se pierde la conexión...
Me di cuenta en Strasbourg, el jueves pasado. Entré en la farmacia que hay al lado de Place de Guttemberg, yendo hacia Kleber, para comprar algún remedio contra este maldito dolor de encías. A la salida, justo frente a mi, un Lidel me hacía guiños con el abrir y cerrar de sus puertas automáticas. Ví, al fondo, su sección de frutería. "Mandarinas - Clementinas espagnoles". Tenía hambre. Y un 1,50€ en el bolsillo.
Cuando salí de allí, mi boca era todo saliva. Ni dolor, ni encías, ni dientes. Saliva. Tenía el saquito guardado en mi bolso y su redecilla se resistía. Pero al fin, ensanché uno de sus agujeros. Saqué una. La pelé. Escatológico el detalle, fue instintivo: me olí las manos. Era el mismo ácido, a más de 2.000 km. A más de 20 años...
Y fui consiciente que, desde ése mismo instante, toda la calle me miró como a una indigente más.... Lástima de la Gran Europa que no se deleita con Proust.
*****
Llegar a Madrid una recién comenzada noche de viernes, después de salir corriendo del cole y coger una sepulvendana en el cruce de Otero. Posiblemente, lleno de nieve.
Llegar y sacarse el pasamontañas. Sentir la flama de la calefacción. Encontrar la merienda y todo un fin de semana para salir a la calle y quedarse anonadado mirando luces. Viernes noche del Un, Dos, Tres , del ¿Qué apostamos?
Sábado de sorpresas... Desayuno de diamantes con zumito de naranja recién exprimido para las nenas, colacao, churros y porras. Si pinta bien y las niñas se comportan, quizá cenemos pizza después de ir a comprar ropa y zapatos por Bravo Murillo; de ver el espectáculo de Cortilandia. Llama papá. Sale del pueblo. Viene a dormir con nosotras.
Domingo de Sopa al cuarto de hora y Kinder Sorpresa: baja a comer la tía Chelo. Sobremesa de fútbol. A las 17.00h, siempre fiel, perdía el Rayito... Pitido del claxon... Y no salgas de casa, mamá, que hace frío. La abuela diciendo adiós desde el portal.
El abuelo, en batín, estira el cuello desde el sofá y "regardea" la despedida por la ventana...
Vuelta al pueblo escuchando la SER... Carrrrrrusel Deportivo.... Atasco en la entrada de Villalba..... ¿Quieres un purito, Paco? Puritos Dux.... Joder, es que María se duerme encima de mí...Coronitas, la cerveza mejicana... pi-pi-pipipi-pipi-píiiii.... Hay gol en el Manzanares, Juanma.... ¡Goooooooooooooooool en el Vicente Calderón! Atleti-Atleti-Atlético de Madrid..... Y, al pasar el túnel de Guadarrama, se pierde la conexión...
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Me di cuenta en Strasbourg, el jueves pasado. Entré en la farmacia que hay al lado de Place de Guttemberg, yendo hacia Kleber, para comprar algún remedio contra este maldito dolor de encías. A la salida, justo frente a mi, un Lidel me hacía guiños con el abrir y cerrar de sus puertas automáticas. Ví, al fondo, su sección de frutería. "Mandarinas - Clementinas espagnoles". Tenía hambre. Y un 1,50€ en el bolsillo.
Cuando salí de allí, mi boca era todo saliva. Ni dolor, ni encías, ni dientes. Saliva. Tenía el saquito guardado en mi bolso y su redecilla se resistía. Pero al fin, ensanché uno de sus agujeros. Saqué una. La pelé. Escatológico el detalle, fue instintivo: me olí las manos. Era el mismo ácido, a más de 2.000 km. A más de 20 años...
Y fui consiciente que, desde ése mismo instante, toda la calle me miró como a una indigente más.... Lástima de la Gran Europa que no se deleita con Proust.
jueves, 5 de noviembre de 2009
Y, a veces, viento...
Ayer fue la primera vez que utilicé una sartén sucia, que no se había fregado después de haber sido usada unas horas antes. Y me importó más bien poco... Porque en el camino que hice desde la Plaza Jaude hasta Avenue des Paulines, mi casa se desdibujaba más y más según me iba acercando a ella. Fue más largo que nunca, el recorrido. Resbalé varias veces con el follaje mojado que se amontona en las aceras. Y los deslizamientos no me ayudaban a adelantar en el camino; más bien, me arrastraban al pie de la cuesta arriba. Cuando llegué, una vez más, todo era silencio, oscuridad. La calefacción estaba apagada y, de nuevo, volví a equivocarme en el sentido que giran las llaves para abrir la puerta de mi habitación. Esperé horas eternas a una amiga que nunca dió señales.
Las tareas se amontonan en mi escritorio, en la biblioteca, en un despacho perdido. La lluvia y la avulia mandan tropas a Clermont. Y no hay ni un sólo café donde refugiar a la prole. Si Unamuno lo viera...
En esta austera villa protestante y gris, los colores del exilio pespuntan detrás de mi casa.
El tiempo vuela o se detiene, siempre a gusto contrario de mi necesidad. Y mis pantalones, cada día con más huecos entre piel y tela, se llenan de aire.
Una huelga de trenes interminable e incomprensible remarca la incomunicación, no sólo verbal...
Las tareas se amontonan en mi escritorio, en la biblioteca, en un despacho perdido. La lluvia y la avulia mandan tropas a Clermont. Y no hay ni un sólo café donde refugiar a la prole. Si Unamuno lo viera...
En esta austera villa protestante y gris, los colores del exilio pespuntan detrás de mi casa.
El tiempo vuela o se detiene, siempre a gusto contrario de mi necesidad. Y mis pantalones, cada día con más huecos entre piel y tela, se llenan de aire.
Una huelga de trenes interminable e incomprensible remarca la incomunicación, no sólo verbal...
miércoles, 21 de octubre de 2009
Tiroteo nacional...
En Clermont los martes también se sale. Y, en esta ciudad monócroma, la fiesta escasea. Pero, de lunes a miércoles, llega a obtener el estatus de "Joder, esto parece Huertas"... Y pienso en Las Cuevas, en Petrov, en Marina; en su insaciable deseo de bohemia y farra en horas nocturnas, en días políticamente incorrectos.
La calle del Príncipe, la plaza de Santa Ana, Huertas abajo... El reguero central donde se juntan alcohol y lluvia. Quizá, también, lágrimas. El Barrio de las Letras y el desenfreno. De los pudorosos secretos a voces que guarda el escándalo público de un Madrid acostumbrado a los cambios de personalidad cuando todos los gatos empiezan a ser pardos... Bajando desde la Iglesia de San Sebastián. El Beni... Calle Atocha a la derecha. Neptuno a la izquierda. Hormiguero de transeúntes, basureros y autobuses. Siempre se acaba en Cibeles. Besos, "hasta mañanas" y un abono-transporte que no pica, porque la mente y las manos están descoordinadas. Monedero, llaves, móvil y mp3. Está todo. La vuelta a casa siempre es dura. También en Clermont. Especialmente, si se hace sin compañía. Porque, en soledad, todo es distinto. La forma de caminar, de hacer fotos, de comer,... Ni mejor ni peor; sólo diferente.
Este mediodía, cuando desperté, sonaba agua tirada detrás de la cancela. Y me dió por hacer tortilla de patatas. Aparemente, sin relación. Sólo la furgoneta que me traía provisiones desde más allá de los Pirineos sabía que, también hoy, todo está relacionado.
Saltas de la cama, coges la sartén y te das el gusto de lamentarte por lo bien que irían unas nanas para levantar la grasa repegada. Pones a calentar aceite jienés de oliva virgen extra; friegas toda la cacharrería que se acumula en el seno de la pila. Sin quitarte el pijama (porque también tiene su aquel trastear en la cocina con el "traje de noche"), pelas y partes una cebolla. Bates los huevos. La casa entera huele a recuerdos de días mojados en la "capital del reino". Y llaman al timbre."Bonjour Mademoiselle... signez ici, SVP" Tabaco, ¡por fin tabaco!, ropa, embutido. Y el edificio se va convirtiendo, poquito a poco, en un escenario. En unas bambalinas donde ya actuaste antes. Cierras la puerta y los 1100km que sientes a diario desaparecen. Y se abre un túnel Avenue des Paulines-Calle San Roque/Calle Bretón de los Herreros. Y hasta parece que has crecido y todo. Piensas en el orgullo patrio de tu abuela y tu madre si te vieran marujear y explotar el gen de ama de casa española en su cocina. Sacas el calendario de tu memoria y empiezas una cuenta atrás, para evitar que lo que salga sea un ligero llanto. Y sonríes. Y enciendes el ordenador para conectar Radiolé.com . Te enfundas el delantal manoseado de dios sabe quién. Y, a modo de objetivo de cámara, o narrador omnisciente, te ves desde fuera: la calle inundada, oliendo a repostería y gasóleo, y sólo una ventana abierta en toda la ciudad, destilando chorros de aceite de oliva virgen extra jienés hirviendo. Unas cortinas mal atadas con gomas de pelo y un pequeño bailoteo, fumando sin parar, con ojeras y coleta de recién levantada...
La calle del Príncipe, la plaza de Santa Ana, Huertas abajo... El reguero central donde se juntan alcohol y lluvia. Quizá, también, lágrimas. El Barrio de las Letras y el desenfreno. De los pudorosos secretos a voces que guarda el escándalo público de un Madrid acostumbrado a los cambios de personalidad cuando todos los gatos empiezan a ser pardos... Bajando desde la Iglesia de San Sebastián. El Beni... Calle Atocha a la derecha. Neptuno a la izquierda. Hormiguero de transeúntes, basureros y autobuses. Siempre se acaba en Cibeles. Besos, "hasta mañanas" y un abono-transporte que no pica, porque la mente y las manos están descoordinadas. Monedero, llaves, móvil y mp3. Está todo. La vuelta a casa siempre es dura. También en Clermont. Especialmente, si se hace sin compañía. Porque, en soledad, todo es distinto. La forma de caminar, de hacer fotos, de comer,... Ni mejor ni peor; sólo diferente.
Este mediodía, cuando desperté, sonaba agua tirada detrás de la cancela. Y me dió por hacer tortilla de patatas. Aparemente, sin relación. Sólo la furgoneta que me traía provisiones desde más allá de los Pirineos sabía que, también hoy, todo está relacionado.
Saltas de la cama, coges la sartén y te das el gusto de lamentarte por lo bien que irían unas nanas para levantar la grasa repegada. Pones a calentar aceite jienés de oliva virgen extra; friegas toda la cacharrería que se acumula en el seno de la pila. Sin quitarte el pijama (porque también tiene su aquel trastear en la cocina con el "traje de noche"), pelas y partes una cebolla. Bates los huevos. La casa entera huele a recuerdos de días mojados en la "capital del reino". Y llaman al timbre."Bonjour Mademoiselle... signez ici, SVP" Tabaco, ¡por fin tabaco!, ropa, embutido. Y el edificio se va convirtiendo, poquito a poco, en un escenario. En unas bambalinas donde ya actuaste antes. Cierras la puerta y los 1100km que sientes a diario desaparecen. Y se abre un túnel Avenue des Paulines-Calle San Roque/Calle Bretón de los Herreros. Y hasta parece que has crecido y todo. Piensas en el orgullo patrio de tu abuela y tu madre si te vieran marujear y explotar el gen de ama de casa española en su cocina. Sacas el calendario de tu memoria y empiezas una cuenta atrás, para evitar que lo que salga sea un ligero llanto. Y sonríes. Y enciendes el ordenador para conectar Radiolé.com . Te enfundas el delantal manoseado de dios sabe quién. Y, a modo de objetivo de cámara, o narrador omnisciente, te ves desde fuera: la calle inundada, oliendo a repostería y gasóleo, y sólo una ventana abierta en toda la ciudad, destilando chorros de aceite de oliva virgen extra jienés hirviendo. Unas cortinas mal atadas con gomas de pelo y un pequeño bailoteo, fumando sin parar, con ojeras y coleta de recién levantada...
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A mi tía Sebas, mocita vieja de la familia, quién nunca leerá este blog. Por su felicidad inocente, que abriga y proteje del resto del mundo.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Chechu, mochila de explorador
Un día, Chechu, se despertó y miró por la ventana. Necesitba gafas. Fue a la óptica. Y allí, se asustaron por su ceguera. 12 dioptrías era casi ver menos de lo que veía el gatito de escayola que el año anterior pintó para su mamá en el cole. Por lo que rompió su cerdito (más correctamente, el que sus hermanas tenían en el mueble del salón) y se compró un último modelo de la colección "gafuli Potter". Por el camino, mientras cruzaba la plaza del pueblo, se detuvo en el Carrefour y entró para comprar unas cuantas chuches. Como aún le quedaba un poco de dinero en el bolsillo izquierdo, empezó a echar cosas a la cesta: un abrelatas, un paquete de tiritas, un tarrito de esos rosas claritos que venden de vaselina, unos parches para la rueda de su bicicleta, .... Y así hasta gastarse casi todo lo que tenía. Pero ¡ah! de pronto la vio: una mochilita verde, con tonos ocres (Chechu es un niño muy apreciativo en esto de los colores), llena de bolsillos y compartimentos secretos.... ¡Uaooooooo! Exclamó para sí mismo el pequeño. Con los ojos desorbitados, la agarró. Tenía miedo. Le asustaba el intentar, si quiera, mirar la etiqueta. Vió la marca Go&Sport. El modelo: Explorator 2003. Y por fin.... ¡6€! Sólamente 6chavos.... ¡Vayaaaaaa! Y sonrió. Era perfecta para sus excursiones por el pueblo. Por los alrededores. Incluso para su próximo viaje en las vacaciones del cole. Abrió las cremalleras. Allí había sitio para todo: los bocatas, los walki-talkies, la cantimplorita térmica para el agua, un par de refrescos, sus colirios, la cartera de los Power Rangers con los cromos de la liga y la foto del tato encima del DNI. Era la caña. La descolgó y se la probó. Ajustó las correas. Se adaptaba de manera casi mimética a su torcida espalda. La abrazó, y se fue corriendo a la caja. No quería arrepentirse. Sabía que, de camino a casa, con la nueva adquisición colgada de los hombros , volaría a lugares recónditos del planeta. Tendría la sensación de estar en otro país. Y no había cosa que más le gustara. Cuando le tocó pagar, la cajera que nunca se quitaba la pinza del pelo le guiñó un ojo. Le gustaba ver el uniforme de aquella tienda porque le recordaba a los marineros del cuento de Sindbad. "Ella también quiere ser de mi club". Y ya la imaginaba en un barco pirata. Iría a rescatarla enfundado en el disfraz de Peter Pan con el que había ganado el concurso de Carnval.
¡Qué de aventuras le esperaban con su nueva mochila de explorador!
Lo que no sabía Chechu es que viajar cuesta dinero y, cual droga, engancha demasiado. Por lo que el día que se vió con 22 años, pidiendo la cuenta en francés, pensó "Uaooooo... si he llegado hasta aquí, puedo ir a ver a Paula y a la Alcaide y ganar el programa." Se había operado y ya no llevaba gafas. Sin embargo, la mochila y la sonrisa frente a un escaparate de Viajes Iberia seguían siendo iguales. Desde ese momento, los mapas se amontonaron en las paredes de su cuarto; los callejeros poblaban sus estanterías. Y en su cabecita de niño grande resonaba el nostálgico "Aaaaaaaaaaay, qué te voy a contar..." de su profesor de Historia del Arte. ¿Qué habría sido del pequeño Chechu si nunca se hubiera decidido a salir de su casita con el atillo de ropa al hombro, cual patito feo? ¿Qué si nunca se hubiera comprado su mochilita de explorador y sus botitas de montaña? Ah! Eso nunca lo sabremos.... Ahora, sólo piensa en comprar sellos para mandar una postal a sus hermanas desde la próxima parada que haga el tren. Sólo la cara que pondrían ellas al leerla mientras piensan "Aaaaaaaaaaaay , Chechu" era más maravilloso que todo aquel mundo de aventuras que empezaba a explorar...
Pienso en Ana, en Rober, en su "corsita" y en la "pane"; incluso, en Elena que aún no ha terminado de irse de la Place de Jaude. El sofá amarillo de casa, mi camita (censured), en la radio del baño. Se me viene a la cabeza Tirantes, y hasta la vecina del 3º. Ojalá el próximo invento sea el armario telequinésico. Y la próxima preocupación de Chechu, ¿Ubi sunt todos los mecheros que se nos perdieron entre las manos?
¡Qué de aventuras le esperaban con su nueva mochila de explorador!
Lo que no sabía Chechu es que viajar cuesta dinero y, cual droga, engancha demasiado. Por lo que el día que se vió con 22 años, pidiendo la cuenta en francés, pensó "Uaooooo... si he llegado hasta aquí, puedo ir a ver a Paula y a la Alcaide y ganar el programa." Se había operado y ya no llevaba gafas. Sin embargo, la mochila y la sonrisa frente a un escaparate de Viajes Iberia seguían siendo iguales. Desde ese momento, los mapas se amontonaron en las paredes de su cuarto; los callejeros poblaban sus estanterías. Y en su cabecita de niño grande resonaba el nostálgico "Aaaaaaaaaaay, qué te voy a contar..." de su profesor de Historia del Arte. ¿Qué habría sido del pequeño Chechu si nunca se hubiera decidido a salir de su casita con el atillo de ropa al hombro, cual patito feo? ¿Qué si nunca se hubiera comprado su mochilita de explorador y sus botitas de montaña? Ah! Eso nunca lo sabremos.... Ahora, sólo piensa en comprar sellos para mandar una postal a sus hermanas desde la próxima parada que haga el tren. Sólo la cara que pondrían ellas al leerla mientras piensan "Aaaaaaaaaaaay , Chechu" era más maravilloso que todo aquel mundo de aventuras que empezaba a explorar...
Pienso en Ana, en Rober, en su "corsita" y en la "pane"; incluso, en Elena que aún no ha terminado de irse de la Place de Jaude. El sofá amarillo de casa, mi camita (censured), en la radio del baño. Se me viene a la cabeza Tirantes, y hasta la vecina del 3º. Ojalá el próximo invento sea el armario telequinésico. Y la próxima preocupación de Chechu, ¿Ubi sunt todos los mecheros que se nos perdieron entre las manos?
lunes, 5 de octubre de 2009
Último cigarro español: sus abuelitos al sol, a lo Sabina.
Salgo a pasear, con las piernas cansadas y una ampolla en el dedo meñique del pie ziquierdo. Debería hacer algo de compra...
L'Avenue des Paulines parece la calle José Abascal. O el túnel de Reina Victoria con Raimundo Fdez. Villaverde. O la salida a la M-30 por el Puente de Segovia. Todo, según la mires. Exceptuando una cosa: como si hubiera diferencia de franja horaria, allí deben de ser las 19:30-20:00 pm; aquí, el símil se da entre las 17:30 y las 19:oo h.
Los atascos en Clermont acompañan a la tombée du jour. Y a la campana del cementerio anunciando el cierre de sus puertas. Con ella, las ventanas de los bajos de cada edificio empiezan a oler a mantequilla, a verduras cocidas, a niños gritando que no quieren ducharse ni cenar. Mucho menos, irse a la cama para madrugar al día siguiente. Empieza a notarse el frío en la calle, en los parques y en la Place de la Victoire. Y algunos nos resistimos a recogernos, como los niños.
Cambio de rumbo, camino a casa. Miro al suelo y veo hojas marrones, crujientes. Me gusta ir, a intervalos, dándoles pataditas con la punta de las botas. Así se me hace más corta la vuelta, el camino. Quizá, el tiempo en sí mismo.
Se me viene a la cabeza el Paseo del Padre Claret, en Segovia, siempre inundado de hojas de álamo. Bajando de lo que era la Plaza de Toros, por la acera del Tanatorio y del antiguo Caprabo. Justo cuando cruzas la mortal rotonda y caminas parejo a la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Sí, pobres...
Pero hablaba de las hojas. Cuando, siguiendo ese camino, al llegar a la entrada de los bomberos, el escenario cambia. Me imagino que levanto la vista y estoy esperando en la salida del parking, con la ensordecedora sirena antiincendios cortando el tráfico de la calle Santa Engracia, esquina con la Plaza del Descubridor Don Diego de Ordas. U Ordás, nunca acierto. A su derecha, subiendo la calle, también hay un residencia de ancianos, llamada eufemísticamente, "centro de día". A la izquierda, se ubican las oficinas y las patrullas de basureros de Madrid. Jose y aquel enano, vecino de Jorge y Paco "el salsas" ,seguirán allí sentados. Un poco más abajo, doblando la primera à gauche, seguramente, a esta misma hora, en la que l'Avenue des Paulines parece cualquiera de estas calles castellanas y yo voy para casa, imaginando todo esto, mi abuela, a gritos, prepara unas sardinas rebozadas, un caldito caliente o un par de huevos fritos con ensalada. Para mi abuelo, la hora de cenar es sagrada. Igual que su vaso de vino blanco. En Madrid, en Clermont o en la mismísima Conchinchina...
L'Avenue des Paulines parece la calle José Abascal. O el túnel de Reina Victoria con Raimundo Fdez. Villaverde. O la salida a la M-30 por el Puente de Segovia. Todo, según la mires. Exceptuando una cosa: como si hubiera diferencia de franja horaria, allí deben de ser las 19:30-20:00 pm; aquí, el símil se da entre las 17:30 y las 19:oo h.
Los atascos en Clermont acompañan a la tombée du jour. Y a la campana del cementerio anunciando el cierre de sus puertas. Con ella, las ventanas de los bajos de cada edificio empiezan a oler a mantequilla, a verduras cocidas, a niños gritando que no quieren ducharse ni cenar. Mucho menos, irse a la cama para madrugar al día siguiente. Empieza a notarse el frío en la calle, en los parques y en la Place de la Victoire. Y algunos nos resistimos a recogernos, como los niños.
Cambio de rumbo, camino a casa. Miro al suelo y veo hojas marrones, crujientes. Me gusta ir, a intervalos, dándoles pataditas con la punta de las botas. Así se me hace más corta la vuelta, el camino. Quizá, el tiempo en sí mismo.
Se me viene a la cabeza el Paseo del Padre Claret, en Segovia, siempre inundado de hojas de álamo. Bajando de lo que era la Plaza de Toros, por la acera del Tanatorio y del antiguo Caprabo. Justo cuando cruzas la mortal rotonda y caminas parejo a la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Sí, pobres...
Pero hablaba de las hojas. Cuando, siguiendo ese camino, al llegar a la entrada de los bomberos, el escenario cambia. Me imagino que levanto la vista y estoy esperando en la salida del parking, con la ensordecedora sirena antiincendios cortando el tráfico de la calle Santa Engracia, esquina con la Plaza del Descubridor Don Diego de Ordas. U Ordás, nunca acierto. A su derecha, subiendo la calle, también hay un residencia de ancianos, llamada eufemísticamente, "centro de día". A la izquierda, se ubican las oficinas y las patrullas de basureros de Madrid. Jose y aquel enano, vecino de Jorge y Paco "el salsas" ,seguirán allí sentados. Un poco más abajo, doblando la primera à gauche, seguramente, a esta misma hora, en la que l'Avenue des Paulines parece cualquiera de estas calles castellanas y yo voy para casa, imaginando todo esto, mi abuela, a gritos, prepara unas sardinas rebozadas, un caldito caliente o un par de huevos fritos con ensalada. Para mi abuelo, la hora de cenar es sagrada. Igual que su vaso de vino blanco. En Madrid, en Clermont o en la mismísima Conchinchina...
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A mi abuela, por haberme dado un cariño tan pesado y constante, resistente a miles de kilómetros de la que era nuestra casa.
A mi abuelo, en el día en que pillamos a su leucemia jugando al escondite en su vetusta memoria de niño grande.
sábado, 3 de octubre de 2009
Y parece domingo en Chicago
Hoy Clermont tiene una luz rara. Es como si dijéramos que ha llegado hasta aquí la tregua del veranillo de San Miguel (o Saint Michael...)
Veo irse a mi casero, con la caja de herramientas en la mano, desde la ventana de la cocina. Y la luz, el talle, o, precisamente, los instrumentos que porta, me han hecho recordar a mi padre.
Hoy es sábado. Y parece domingo...
Pero domingo en el pueblo. En la casa de mis padres, de mi infancia, de mis últimos momentos provincianos. De nuevo, como en cada cambio, Miguel Delibes (como el del veranillo) y su Daniel vienen a leer conmigo en la cama....
Esas sobremesas no demasiado largas (porque todos me mandaban callar al final), interrumpidas por el sopor de la deseada siesta. Tarde del fin de semana. Del descanso. De la luz que se cuela por los cristales de la terraza; ese sol bizarro que se despereza entre unas nubes ya cansadas de llover. Ese amarillo que invita al calor, y que engaña a un tiempo. El frío que comienza y gusta cuando, van cayendo las horas, y tú lo notas desde detrás de la ventana; muy posiblemente, apoyada en el radiador. Y te descubres ensimismada pensando que aún podrás salir a jugar con tu camisetita de manga corta y cuello de barco. Sonríes... O dejas que se te llenen los ojos de agua y de sombras. La infancia, como el estío, ya pasó. Ahora sólo queda cobijarse en el sillón, en la alfombra, bajo una suave y pesada mantita, que arrope bien, y disfrutar del maravilloso consuelo que ofrecen las aburridas y somnolientas películas que pasan por la tele después de comer.
Veo irse a mi casero, con la caja de herramientas en la mano, desde la ventana de la cocina. Y la luz, el talle, o, precisamente, los instrumentos que porta, me han hecho recordar a mi padre.
Hoy es sábado. Y parece domingo...
Pero domingo en el pueblo. En la casa de mis padres, de mi infancia, de mis últimos momentos provincianos. De nuevo, como en cada cambio, Miguel Delibes (como el del veranillo) y su Daniel vienen a leer conmigo en la cama....
Esas sobremesas no demasiado largas (porque todos me mandaban callar al final), interrumpidas por el sopor de la deseada siesta. Tarde del fin de semana. Del descanso. De la luz que se cuela por los cristales de la terraza; ese sol bizarro que se despereza entre unas nubes ya cansadas de llover. Ese amarillo que invita al calor, y que engaña a un tiempo. El frío que comienza y gusta cuando, van cayendo las horas, y tú lo notas desde detrás de la ventana; muy posiblemente, apoyada en el radiador. Y te descubres ensimismada pensando que aún podrás salir a jugar con tu camisetita de manga corta y cuello de barco. Sonríes... O dejas que se te llenen los ojos de agua y de sombras. La infancia, como el estío, ya pasó. Ahora sólo queda cobijarse en el sillón, en la alfombra, bajo una suave y pesada mantita, que arrope bien, y disfrutar del maravilloso consuelo que ofrecen las aburridas y somnolientas películas que pasan por la tele después de comer.
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Qué más dará quién pierda o gane, si nunca nos jugamos nada... Suena Eva Amaral y recuerdo salir disparada hacia la plaza de la mano de Leti, matándonos por bailar en la verbena... Y sincera es su bandera... Seguro que, ahora, está sonriendo en esta tarde de domingo rara....
jueves, 1 de octubre de 2009
Lo real (no tan) maravilloso
Hoy, por un momento, sí me gustaría doblar la esquina y aperecer en la Gran Vía.
Allí tampoco es que haya nada mejor, pero al menos, allí, ya aprendí a vivir siendo una extraña.
Recuerdo tus ojos, y mataría por poder mojarlos hoy, por que tú recordases los míos.
Pero están todos tan lejos de la verdad....Y ella, la muy conchuda, me persigue allá donde yo quiera esconderme.
Tranquilidad, cachibache, que esta noche me emborracho bien con Gardel; porque me repatean como nunca las magníficas ideas del mequetrefe que se rió del caminito... una sombra ya mismo serás... una sombra, lo mismo que yo...
Veo la bastedad ocre de mi botas al lado de tus piececitos, a la hepática luz de una farola....
Allí tampoco es que haya nada mejor, pero al menos, allí, ya aprendí a vivir siendo una extraña.
Recuerdo tus ojos, y mataría por poder mojarlos hoy, por que tú recordases los míos.
Pero están todos tan lejos de la verdad....Y ella, la muy conchuda, me persigue allá donde yo quiera esconderme.
Tranquilidad, cachibache, que esta noche me emborracho bien con Gardel; porque me repatean como nunca las magníficas ideas del mequetrefe que se rió del caminito... una sombra ya mismo serás... una sombra, lo mismo que yo...
Veo la bastedad ocre de mi botas al lado de tus piececitos, a la hepática luz de una farola....
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Bon appétit
Hoy me voy a dar un homenaje.
Quién sabe si hoy habrá sido un día bohemio....
He comprado un queso (Forez) con el que, por casualidad, he acertado. Un pedazo de Quiche Lorraine de espinacas y salmón me espera en la cocina, para cuando ataque el hambre y yo le ataque a él. Le he cogido prestada una cerveza a Nicolás. He adquirido nuevas sustancias para el deleite (o eso espero). Pero no me gusta el olor a barniz rancio con mezcla de lejía que desprende mi cajita de 0'20€... Como tampoco me agrada que la mejor compañía de estos días se rocíe de malos aromas. Ya se sabe, las malas influencias...
Como decía, voy a pegarme el gustazo de cenar bien e intentar dormir mejor que esta noche. El vino peleón, aunque sea de denominación francesa, sigue siendo demasiado malo para el hombre...
Por fin he podido disfrutar del fotoshop y he retocado algunas fotos. Aunque de la vida que refleja, por ahora, no puedo mejorar prácticamente nada. Echo un vistazo a las últimas horas de mi vida española y aún siento el apretón de Gema en Barajas.
La pesadilla de voz que emplea mi madre-coraje cuando a su niña le hacen descalzarse en el control del aeropuerto. Reflexiono sobre mi tirantez con ella.
Los mensajes nocturnos con mi hermana en la habitación de al lado haciéndose la dormida.
Mi padre y mi hermano apoyándome en el vicio del "botellón" y la buena vida.
Pensé también en todo esto justo ayer, en la plaza de la catedral, mientras escabiaba aquel vinagre (que no vino) con Esteban. La reconcha de su madre... Y esos frascos de jarabe con nombre de cerveza...
Esta mañana aguardé una cola de dos horas para entrevistarme con una francesita constipada que me preguntaba porqué Clermont, qué hago en mi tiempo libre y qué haría en una clase de niños aprendiendo español.... Bueno, dependiendo de la edad, le dije. Todos sabemos que sigue habiendo niños con más de veinte años.
Salí.
Paseé.
Leí mails de amigos a los que añoro en la hora del café. Don Guillermo de la Mancha. Juanki al borde de un ataque de nervios , de vuelta a Madrid. Javi, siempre al servicio del ciudadano; el teléfono de su oficina, siempre al servicio de su beneficio.
Escuché Jazz durante toda la tarde.
Intercambié opiniones de posibles planes para una noche en la que el Madrid se disputa un partido perdido de antemano con el Marsella. Pongo cara de póker (en francés, oui-oui) y me marcho con viento fresco. Una no ha venido aquí para hacerle ascos a nada, como diría Paco, o Azcona en su libro Los Ilusos, pero recorrer 1000km para quedarme con lo de siempre... Estoy segura que cuento con su apoyo.
Elena prepara maletas. Dos aviones en menos de una semana. Demasiado para su reposo acostumbrado.
Siento dolor en partes del cuerpo demasiado inexactas para ser localizadas. La randonée de ayer fortaleció el cansancio, pero me llenó de aire. Un parapente a más de 1400 metros de altitud. Eso sí es dejar volar la imaginación... Por desgracia, el escabio no termina de levantarme los pies del suelo.
Un día que me quieras cantado a voz en grito rodeado de una sociedad demasiado bumbublé como para permitirse el gusto de cuchichear. Hubiera sido mejor todo a media voz, pero la promesa de ahumarme con la piva de Tierra del Fuego me pareció relinda... para qué poner pegas.
Quién sabe si hoy habrá sido un día bohemio....
He comprado un queso (Forez) con el que, por casualidad, he acertado. Un pedazo de Quiche Lorraine de espinacas y salmón me espera en la cocina, para cuando ataque el hambre y yo le ataque a él. Le he cogido prestada una cerveza a Nicolás. He adquirido nuevas sustancias para el deleite (o eso espero). Pero no me gusta el olor a barniz rancio con mezcla de lejía que desprende mi cajita de 0'20€... Como tampoco me agrada que la mejor compañía de estos días se rocíe de malos aromas. Ya se sabe, las malas influencias...
Como decía, voy a pegarme el gustazo de cenar bien e intentar dormir mejor que esta noche. El vino peleón, aunque sea de denominación francesa, sigue siendo demasiado malo para el hombre...
Por fin he podido disfrutar del fotoshop y he retocado algunas fotos. Aunque de la vida que refleja, por ahora, no puedo mejorar prácticamente nada. Echo un vistazo a las últimas horas de mi vida española y aún siento el apretón de Gema en Barajas.
La pesadilla de voz que emplea mi madre-coraje cuando a su niña le hacen descalzarse en el control del aeropuerto. Reflexiono sobre mi tirantez con ella.
Los mensajes nocturnos con mi hermana en la habitación de al lado haciéndose la dormida.
Mi padre y mi hermano apoyándome en el vicio del "botellón" y la buena vida.
Pensé también en todo esto justo ayer, en la plaza de la catedral, mientras escabiaba aquel vinagre (que no vino) con Esteban. La reconcha de su madre... Y esos frascos de jarabe con nombre de cerveza...
Esta mañana aguardé una cola de dos horas para entrevistarme con una francesita constipada que me preguntaba porqué Clermont, qué hago en mi tiempo libre y qué haría en una clase de niños aprendiendo español.... Bueno, dependiendo de la edad, le dije. Todos sabemos que sigue habiendo niños con más de veinte años.
Salí.
Paseé.
Leí mails de amigos a los que añoro en la hora del café. Don Guillermo de la Mancha. Juanki al borde de un ataque de nervios , de vuelta a Madrid. Javi, siempre al servicio del ciudadano; el teléfono de su oficina, siempre al servicio de su beneficio.
Escuché Jazz durante toda la tarde.
Intercambié opiniones de posibles planes para una noche en la que el Madrid se disputa un partido perdido de antemano con el Marsella. Pongo cara de póker (en francés, oui-oui) y me marcho con viento fresco. Una no ha venido aquí para hacerle ascos a nada, como diría Paco, o Azcona en su libro Los Ilusos, pero recorrer 1000km para quedarme con lo de siempre... Estoy segura que cuento con su apoyo.
Elena prepara maletas. Dos aviones en menos de una semana. Demasiado para su reposo acostumbrado.
Siento dolor en partes del cuerpo demasiado inexactas para ser localizadas. La randonée de ayer fortaleció el cansancio, pero me llenó de aire. Un parapente a más de 1400 metros de altitud. Eso sí es dejar volar la imaginación... Por desgracia, el escabio no termina de levantarme los pies del suelo.
Un día que me quieras cantado a voz en grito rodeado de una sociedad demasiado bumbublé como para permitirse el gusto de cuchichear. Hubiera sido mejor todo a media voz, pero la promesa de ahumarme con la piva de Tierra del Fuego me pareció relinda... para qué poner pegas.
Sólo recibo mensaje de Orange FR.... Hic et nunc, me creo casi un M-Clan huyendo de La Tierra, sin esperar contestación...
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Hoy, como posible día bohemio, me gustaría compartir con Rober cualquier documental que pasen por la 2 de madrugada y reirme con su zapatilla echando humo.
lunes, 28 de septiembre de 2009
La bicicleta de Íñigo
Íñigo es un personaje.
No literalmente, claro, pero lo es. Vida costrosa (según él) y padres con visa. Sí, es una buena manera de ver la vida...especialmente la económica.
Ya apuntó maneras en nuestro primer encuentro cuando a los dos nos salió del alma arrimarnos a una bolsa llena de ropa tirada en la calle.
Ayer descubrimos lo bien que se nos da regatear en el mercadillo de Clermont, y salimos con las manos llenas por menos de 2€... Te sientes tan realizado cuando consigues este tipo de gangas.... Aneta, desde Móstoles, tenía razón: quien no amuebla su casa es porque no quiere. O porque no tiene un cubo de basura localizado.
Volviendo a Íñigo, seguimos buscando una bicicleta para movernos por la ville. El intento de levantársela al vendedor de ayer nos salió mal. No porque nos cazasen; sólo que los pedales estaban desencajados, las ruedas no tenían cámara y las pastillas de freno... Sí, también pensamos en Estopa.
Después, acabamos reuniendo unas maderas para construirnos una estantería. Él, en su habitación (sin baño y cocina compartida) de 9 metros cuadrados. Yo, en ese extraño hueco que queda entre la cama y la pared, para tapar el desconchón de forro cutre que alguien puso algún día. ¿Puede entenderse que haya una huella de tiznón negro con forma de mano en la pared, a más de dos metros del suelo?
Reflexiones a parte, lo mejor con o de Íñigo es la vuelta a casa, después de llevar toda la tarde buscando una brasserie abierta, una caña o, simplemente, sin hacer nada. No es comenteo, siquiera, porque la confianza es mutua, pero las distancias de recién conocidos también. No obstante, la cosa es no quedarse callados, nada de silencios incómodos en nuestra nueva vida de aprendices. Hablamos de vuelta, siempre recorriendo la misma calle. La charla no es demasiado tranquila; más bien, un tanto nerviosa, pero sin ser forzada. Parece, con lo delgadurrio que está, que se curva y apoya en mí, y me permite que yo me recueste en él. Nada de vulgaridad física; me refiero a lo emocional. Chacun es chacun (en nuestro mediocre francés) pero es divertido compartirlo "todo" con personas que están a tu lado, como tú al suyo, por mera casualidad, suerte, destino,... llámese "equis". Compartir hasta el pan de la cena, pero cada cual en su mesa.
No creo que esto llegue mucho más allá; quiero decir, a crear una gran amistad, aunque, qui sait?
Fue la primera cara que coloqué en el álbum del que hablaba el otro día, con quien tomé la primera coca-cola en Clermont e intercambié primeras impresiones en mi lengua, sin pensar (como acostumbramos nosotros, los españoles).
Creo, que sólo por las causas-efectos que lo ya dicho conlleva, merecía la pena nombrarle en un blog que sólo yo leo.... Aunque sea de esta manera tan infantil, imitando hacer, empero, una brutal descripción galdosiana...
Soñar es gratis; vivir en Clermont, pas du tout....
Es sorprendente lo integrados que tienen los alemanes la cultura McDonald. También, la cara con la que miran cuando dices que ni eres católico, ni practicas el capitalismo yanki y para tí, una catedral, es arte y no rito.
Me gustaría mencionar, sin perder credibilidad, que ayer recordé, reflexioné y comprendí al profesor C.M., J.A. Justo delante de la que, por poco tiempo, mi sombra soñó que sería nuestra nueva casa. Fue un momento magdalena proustiana ,como cuando tu padre lleva media vida diciéndote siempre lo mismo y, sin saber por qué, un día ves la luz y lo entiendes todo... En 3º de carrera, para Literatura española del siglo XVII, suena raro leerse Encuentro en Telgte , de Günter Grass; en 5º, haciendo erasmus, cuando intentas relacionarte con oriundos de Münster, ya no parece tan estrambótico.
La lectura de Alatriste , sin embargo, sigo sin pillarla... Supongo que tendré que esperar a relacionarme con españoles....
La bureaucratie saca lo peor de mi. Aguantar una cola de chinos intentado comunicarme con ellos en francés, también... Podría estar diciendo improperios sobre esto toda la tarde, pero prefiero optimizar el tiempo pensando en los magníficos rollitos de primavera que compró Gema en Gran Vía. Cada noche hacemos videoconferencia. Veo su cama, su sillón y su gran melena de pelos al viento (como diría Luis Ramiro) tapando el frío...
No literalmente, claro, pero lo es. Vida costrosa (según él) y padres con visa. Sí, es una buena manera de ver la vida...especialmente la económica.
Ya apuntó maneras en nuestro primer encuentro cuando a los dos nos salió del alma arrimarnos a una bolsa llena de ropa tirada en la calle.
Ayer descubrimos lo bien que se nos da regatear en el mercadillo de Clermont, y salimos con las manos llenas por menos de 2€... Te sientes tan realizado cuando consigues este tipo de gangas.... Aneta, desde Móstoles, tenía razón: quien no amuebla su casa es porque no quiere. O porque no tiene un cubo de basura localizado.
Volviendo a Íñigo, seguimos buscando una bicicleta para movernos por la ville. El intento de levantársela al vendedor de ayer nos salió mal. No porque nos cazasen; sólo que los pedales estaban desencajados, las ruedas no tenían cámara y las pastillas de freno... Sí, también pensamos en Estopa.
Después, acabamos reuniendo unas maderas para construirnos una estantería. Él, en su habitación (sin baño y cocina compartida) de 9 metros cuadrados. Yo, en ese extraño hueco que queda entre la cama y la pared, para tapar el desconchón de forro cutre que alguien puso algún día. ¿Puede entenderse que haya una huella de tiznón negro con forma de mano en la pared, a más de dos metros del suelo?
Reflexiones a parte, lo mejor con o de Íñigo es la vuelta a casa, después de llevar toda la tarde buscando una brasserie abierta, una caña o, simplemente, sin hacer nada. No es comenteo, siquiera, porque la confianza es mutua, pero las distancias de recién conocidos también. No obstante, la cosa es no quedarse callados, nada de silencios incómodos en nuestra nueva vida de aprendices. Hablamos de vuelta, siempre recorriendo la misma calle. La charla no es demasiado tranquila; más bien, un tanto nerviosa, pero sin ser forzada. Parece, con lo delgadurrio que está, que se curva y apoya en mí, y me permite que yo me recueste en él. Nada de vulgaridad física; me refiero a lo emocional. Chacun es chacun (en nuestro mediocre francés) pero es divertido compartirlo "todo" con personas que están a tu lado, como tú al suyo, por mera casualidad, suerte, destino,... llámese "equis". Compartir hasta el pan de la cena, pero cada cual en su mesa.
No creo que esto llegue mucho más allá; quiero decir, a crear una gran amistad, aunque, qui sait?
Fue la primera cara que coloqué en el álbum del que hablaba el otro día, con quien tomé la primera coca-cola en Clermont e intercambié primeras impresiones en mi lengua, sin pensar (como acostumbramos nosotros, los españoles).
Creo, que sólo por las causas-efectos que lo ya dicho conlleva, merecía la pena nombrarle en un blog que sólo yo leo.... Aunque sea de esta manera tan infantil, imitando hacer, empero, una brutal descripción galdosiana...
Soñar es gratis; vivir en Clermont, pas du tout....
*****
Es sorprendente lo integrados que tienen los alemanes la cultura McDonald. También, la cara con la que miran cuando dices que ni eres católico, ni practicas el capitalismo yanki y para tí, una catedral, es arte y no rito.
Me gustaría mencionar, sin perder credibilidad, que ayer recordé, reflexioné y comprendí al profesor C.M., J.A. Justo delante de la que, por poco tiempo, mi sombra soñó que sería nuestra nueva casa. Fue un momento magdalena proustiana ,como cuando tu padre lleva media vida diciéndote siempre lo mismo y, sin saber por qué, un día ves la luz y lo entiendes todo... En 3º de carrera, para Literatura española del siglo XVII, suena raro leerse Encuentro en Telgte , de Günter Grass; en 5º, haciendo erasmus, cuando intentas relacionarte con oriundos de Münster, ya no parece tan estrambótico.
La lectura de Alatriste , sin embargo, sigo sin pillarla... Supongo que tendré que esperar a relacionarme con españoles....
La bureaucratie saca lo peor de mi. Aguantar una cola de chinos intentado comunicarme con ellos en francés, también... Podría estar diciendo improperios sobre esto toda la tarde, pero prefiero optimizar el tiempo pensando en los magníficos rollitos de primavera que compró Gema en Gran Vía. Cada noche hacemos videoconferencia. Veo su cama, su sillón y su gran melena de pelos al viento (como diría Luis Ramiro) tapando el frío...
sábado, 26 de septiembre de 2009
¿Y Clermont? Bueno, es mejor que la muerte....
Paso el primer fin de semana como apátrida haciendo café para postreras confesiones de malos hábitos. Mejor dicho, políticamente incorrectos... La casa necesita un orden que entre semana se olvida en la esquina que une mi habitación con el toilette. No sé quién eligió tal sitio para el mocho...
Creía haber entendido que Mesié Caseré venía hoy para hacerme el ágape de bienvenida que obliga la politesse francesa. Pero me quedé con el queso y el vino en la mano... "como un gilipo...llas, madre..."
Recuerdo a Javi y los días que pasamos de tren en tren. De chiflo en chiflo, y siempre con maletas, recorriendo mapas.
(Continuará...)
Son pocos los días que llevo aquí; pocos mis devaneos. Sin embargo, la sombra de la catedral, que emerge de repente -como en Vetusta- no deja de sorprenderme. A la hora que sea. Siempre tiene una iluminación adecuada para el momento en el que, entre dos callejuelas, la descubres solemne, observadora, quemada -como su color- por la quietud entre la muchedumbre y los borrachos que evacúan en ella.
Por un momento, medio tumbada a sus pies, me parece la catedral de Mary Poppins, con los santos mirándote, y la señora de las palomas desmigándose las manos en la escalera...
No sé por qué siempre acabo comparando algo con esta película... Me marcó, quién sabe la razón. Quizá se me condenó a ser un eterno Peter Pan porque nunca llegó a mi ventana la "Mary" que yo esperaba...
Es extraño sentirse gótico perdido bebiendo cerveza caliente en un banco; más aún si eres abordado por un ser ebrio permanentemente que te confiesa que está loco como Don Quijote : Él sólo quiere dormir en este mundo lleno de chicas bonitas, donde todo se mueve por "monedas" y para quien los molinos es todo aquel que se mueve... Cervantes y su Galatea deberían sentirse orgullosos...
Finiquitando el tema del mad men, los últimos coletazos de la Movida madrileña hicieron verdaderos estragos al sobrepasar sus propias fronteras. Ya comenté algo del mal que nos hace el exportar lo peor de nosotros: no lo que nos hace conocidos mundialemente, sino no saber dónde, cómo y por qué acaban las cosas. La no aceptación de un posible final feliz. Punto pelota. Nuestra ansiedad de alargar la agonía, la muerte anunciada -en boca de García Márquez-: condenarse, irreversiblemente, al fracaso.
Ana dice que le daría miedo salir por aquí. Ambas sabemos que el savoir faire française entraña mucho más que unos colines, una bicicleta o una camisa a rayas y boina... Pero, ¿qué? ¿Intercambios culturales en la calle, tal vez? Peut-être....
(2:26 a.m.)
Creía haber entendido que Mesié Caseré venía hoy para hacerme el ágape de bienvenida que obliga la politesse francesa. Pero me quedé con el queso y el vino en la mano... "como un gilipo...llas, madre..."
Recuerdo a Javi y los días que pasamos de tren en tren. De chiflo en chiflo, y siempre con maletas, recorriendo mapas.
(Continuará...)
Son pocos los días que llevo aquí; pocos mis devaneos. Sin embargo, la sombra de la catedral, que emerge de repente -como en Vetusta- no deja de sorprenderme. A la hora que sea. Siempre tiene una iluminación adecuada para el momento en el que, entre dos callejuelas, la descubres solemne, observadora, quemada -como su color- por la quietud entre la muchedumbre y los borrachos que evacúan en ella.
Por un momento, medio tumbada a sus pies, me parece la catedral de Mary Poppins, con los santos mirándote, y la señora de las palomas desmigándose las manos en la escalera...
No sé por qué siempre acabo comparando algo con esta película... Me marcó, quién sabe la razón. Quizá se me condenó a ser un eterno Peter Pan porque nunca llegó a mi ventana la "Mary" que yo esperaba...
Es extraño sentirse gótico perdido bebiendo cerveza caliente en un banco; más aún si eres abordado por un ser ebrio permanentemente que te confiesa que está loco como Don Quijote : Él sólo quiere dormir en este mundo lleno de chicas bonitas, donde todo se mueve por "monedas" y para quien los molinos es todo aquel que se mueve... Cervantes y su Galatea deberían sentirse orgullosos...
Finiquitando el tema del mad men, los últimos coletazos de la Movida madrileña hicieron verdaderos estragos al sobrepasar sus propias fronteras. Ya comenté algo del mal que nos hace el exportar lo peor de nosotros: no lo que nos hace conocidos mundialemente, sino no saber dónde, cómo y por qué acaban las cosas. La no aceptación de un posible final feliz. Punto pelota. Nuestra ansiedad de alargar la agonía, la muerte anunciada -en boca de García Márquez-: condenarse, irreversiblemente, al fracaso.
Ana dice que le daría miedo salir por aquí. Ambas sabemos que el savoir faire française entraña mucho más que unos colines, una bicicleta o una camisa a rayas y boina... Pero, ¿qué? ¿Intercambios culturales en la calle, tal vez? Peut-être....
(2:26 a.m.)
viernes, 25 de septiembre de 2009
Hielos nerviosos en una coca-cola que nunca se acaba
Se abre la tapa del álbum de caras desconocidas que prometen ser compañeras para un semestre. ¿He de alegrarme por su patriotismo clandestino meneando un té nervioso -que no tic-? Supongo... Citas a ciegas de "llevaré una gorra negra para que me conozcas"... Intentar comportarse comme d'hab cuando me encuentro con una mirada Made in Spain. ¿También se supone que es reconfortante, no? Ah....
Pero no me gusta salir a la calle y escuchar un "Hola" desesperado y por obligación.
No me he venido hasta aquí para escuchar, en nuestro honor, la versión clasic-pasodoble de Paquito el Chocolatero, precediendo a "la loba" de Shakira.
No quiero quedarme con lo de siempre, porque para eso... ¿a qué he salido? Cada acento español, agradecido, es como una atadura hacia atrás. Espartaco es encadenado y no puede seguir huyendo/luchando con su carro.... Según se vea.
¿Orgullo de Mister Marshall?
Es increíble cómo la fuerza de voluntad y el miedo a estar solo -principalemente esto último- hace que toda la babilonia concentrada en una terraza de bar se resuma en una única gramática de conocimientos inexactos y rudimientarios combinados como si fuese un San Francisco.
Digan lo que digan, la filología está ahí. Como Berlanga, Azcona y Gardel.
Aunque me parece que con tanto sentimiento, no recuerdo muchas de las entradas del diccionario que creía saber de memoria. Y no me refiero sólo al Larousse... ¿El paso a la Modernidad es la desmemoria?
La confianza se excede, pero se perdona, cuando el otro lado del auricular sabe que ambos sois la mampara que protege contra la soledad, el hastío y las puertas de los nuevos edificios que te tragan si te dejas perder durante un paseo. No comprendo por qué tanto reparo... Como tampoco entiendo el por qué de las presentaciones en inglés si estamos donde estamos, rodeados de rumanos, turcos e italianos. Nos viene muy mal que se nos suban los humos patrióticos en una ciudad que apenas vende ceniceros...
Clermont-Ferrand se despierta temprano y acaba a la hora de la merienda.
Las calles empiezan a soltar un hedor frío que me hace querer recogerme más pronto de lo que la fama española exporta al extranjero. Aquí todo huele a leña cuando deambulas de un lado a otro, en busca de una tasa impagada, un formulario incompleto o una sombra olvidada mirando precios. Me gustaría tener chimenea, pero me conformo con una estufa que caliente el cuarto de baño cuando me duche, por menos de lo que vale un sofá de cuero.
La Gran Europa te va absorbiendo con sus horarios de "bon après-midi"...
Pequeños triunfos diarios que provocan el primer campanario de sonrisas con la vendedora de teléfonos móviles.
Y ya me parezco a McCarthy... Mente gastada y cuerpo gastado y sombra gastada que apague la lamparilla de noche con un "ya está bien por hoy".
Pero no me gusta salir a la calle y escuchar un "Hola" desesperado y por obligación.
No me he venido hasta aquí para escuchar, en nuestro honor, la versión clasic-pasodoble de Paquito el Chocolatero, precediendo a "la loba" de Shakira.
No quiero quedarme con lo de siempre, porque para eso... ¿a qué he salido? Cada acento español, agradecido, es como una atadura hacia atrás. Espartaco es encadenado y no puede seguir huyendo/luchando con su carro.... Según se vea.
¿Orgullo de Mister Marshall?
Es increíble cómo la fuerza de voluntad y el miedo a estar solo -principalemente esto último- hace que toda la babilonia concentrada en una terraza de bar se resuma en una única gramática de conocimientos inexactos y rudimientarios combinados como si fuese un San Francisco.
Digan lo que digan, la filología está ahí. Como Berlanga, Azcona y Gardel.
Aunque me parece que con tanto sentimiento, no recuerdo muchas de las entradas del diccionario que creía saber de memoria. Y no me refiero sólo al Larousse... ¿El paso a la Modernidad es la desmemoria?
La confianza se excede, pero se perdona, cuando el otro lado del auricular sabe que ambos sois la mampara que protege contra la soledad, el hastío y las puertas de los nuevos edificios que te tragan si te dejas perder durante un paseo. No comprendo por qué tanto reparo... Como tampoco entiendo el por qué de las presentaciones en inglés si estamos donde estamos, rodeados de rumanos, turcos e italianos. Nos viene muy mal que se nos suban los humos patrióticos en una ciudad que apenas vende ceniceros...
Clermont-Ferrand se despierta temprano y acaba a la hora de la merienda.
Las calles empiezan a soltar un hedor frío que me hace querer recogerme más pronto de lo que la fama española exporta al extranjero. Aquí todo huele a leña cuando deambulas de un lado a otro, en busca de una tasa impagada, un formulario incompleto o una sombra olvidada mirando precios. Me gustaría tener chimenea, pero me conformo con una estufa que caliente el cuarto de baño cuando me duche, por menos de lo que vale un sofá de cuero.
La Gran Europa te va absorbiendo con sus horarios de "bon après-midi"...
Pequeños triunfos diarios que provocan el primer campanario de sonrisas con la vendedora de teléfonos móviles.
Y ya me parezco a McCarthy... Mente gastada y cuerpo gastado y sombra gastada que apague la lamparilla de noche con un "ya está bien por hoy".
martes, 22 de septiembre de 2009
1 hora de retraso....3 de viaje en tren...Una sevillana sin casa
(Último tren Lyon- Clermont Ferrand)
Empiezo a notar el frío. Los pies parecen de piedra y sube por el gemelo como una enredadera que me obliga a estar siempre en esta misma postura. Temo por mis maletas.
Cortinas rojas y compartimentos acristalados... Vichy... Tengo hambre; Michael Buble me distrae: imagino que una gran mujer de traje a juego con las cortinillas se contonea hacia mi y el hombrecillo que tengo sentado enfrente. Nos echa el humo a la cara y, a lo Audrey, sonríe.
Las notas de Sam me calientan la punta de mi nariz desde Casablanca.
Quiero abrir mi paquete de galletas. Y tengo miedo, y frío, y ganas de llegar ya donde sea... I'm singing in the rain..... ¿Premonición o mal agüero?
Cuánta hermandad se encuentra lejos de casa....
Una habitación con eco. Y un Principito colgando del llavero.
¿De verdad toda una vida puede resumirse en dos maletas y una caja de galletas Príncipe?
Aquí, las puertas y las llaves abren al revés.
Y tengo miedo de estraviar mi sombra de noche, en un callejero mojado y desgastado por el roce del viaje en tren.
Me apetece leer.... Don Quijote y Sancho reposan los jumentos en el patio al que da mi ventana.
Ojalá en Buenos Aires fuese la misma hora que aquí.
Demasiadas espectativas me apabullan. Prefiero el limbo.
El dominio .es hace que vuelva a casa en sólo un click.
Ruidos raros y cama rara... y un montón de nicotina ahogando la luz del fondo.
Empiezo a notar el frío. Los pies parecen de piedra y sube por el gemelo como una enredadera que me obliga a estar siempre en esta misma postura. Temo por mis maletas.
Cortinas rojas y compartimentos acristalados... Vichy... Tengo hambre; Michael Buble me distrae: imagino que una gran mujer de traje a juego con las cortinillas se contonea hacia mi y el hombrecillo que tengo sentado enfrente. Nos echa el humo a la cara y, a lo Audrey, sonríe.
Las notas de Sam me calientan la punta de mi nariz desde Casablanca.
Quiero abrir mi paquete de galletas. Y tengo miedo, y frío, y ganas de llegar ya donde sea... I'm singing in the rain..... ¿Premonición o mal agüero?
Cuánta hermandad se encuentra lejos de casa....
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Una habitación con eco. Y un Principito colgando del llavero.
¿De verdad toda una vida puede resumirse en dos maletas y una caja de galletas Príncipe?
Aquí, las puertas y las llaves abren al revés.
Y tengo miedo de estraviar mi sombra de noche, en un callejero mojado y desgastado por el roce del viaje en tren.
Me apetece leer.... Don Quijote y Sancho reposan los jumentos en el patio al que da mi ventana.
Ojalá en Buenos Aires fuese la misma hora que aquí.
Demasiadas espectativas me apabullan. Prefiero el limbo.
El dominio .es hace que vuelva a casa en sólo un click.
Ruidos raros y cama rara... y un montón de nicotina ahogando la luz del fondo.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Una maleta de 21kg y 15€ por demasía...
(Recuperación de fragmentos)
Es la primera vez que escribo inspirada en el ordenador, y es verdaderamente complicado. Prefiero sentir cómo aprieto el lápiz y con qué dureza hace resistencia hasta hacerme señal en la yema del dedo.
Borrar.
Tachar.
Hacer flechas que mueven en un arriba-abajo las ideas.
Leer.
Releer.
Apagar el cigarro y apartar la ceniza que ha caído sobre la hoja.
De repente, jugar a ser alguien desdoblado, ser otro, o tú, según te apetezca. Sentir como baja, desde la cabeza a la mano, una corriente que sólo se preocupa de no ser olvidada, si no materializarse, recorriendo cuello, hombro y brazo. Sin duda, el mejor momento es cuando lo sientes en el codo.
Y un escalofrío te zarandea de lado a lado, como en una tormenta de aire.
(lunes 7 de septimbre de 2009)
*****
¿No hay ningún tratado que hable del vacío nervioso cuando todo el yo está esparcido en cajas
polvorientas de supermercado?
*****
Mi mente es más rápida que la materia; mi sombra ya espera bajo el asiento que tengo reservado.
¿Volar puedes suponer, además, un viaje en el tiempo?
La crispación queire atraversar la piel y resquebrajar lo codos.
Y me cuesta abrir los ojos cuando me despierto.
Y los "adioses" ya no significan nada.
Habito un limbo en el que no sé cuándo entré ni hasta cuando voy a pasear.
sábado, 19 de septiembre de 2009
21 esperanzas que se tiran del puente
El deleite de Nunca Jamás me atrapa, me hace vaga, "melancólica, taciturna, hipocondríaca" (Machado). Y no me resisto, porque me niego a ser otra cosa. Con chaleco y sombrero... paseando por las gotas que el Puente de Segovia dejó tras meses de hacer maletas y moverse de aquí para allá con un único punto fijo... que era tu puesto de trabajo. Y mientras, el horizonte buscaba tus silencios.
Por eso, cuando aún no hace lustros que dejé de verte, te pienso a mi lado, sin frío. Y los nervios, el miedo, recorren los pasillos rodantes que me llevan a la meta de no sé muy bien qué. Sin pertenencias que agobien, sin sentido común, sólo inercia. Ando de un lado a otro buscando tu voz, pero no encuentro otra cosa que un hilo hecho añicos. Es como llegar para volver a marchar. El juego de nunca acabar, donde el tiempo tampoco te deja estar presente esta vez...
Te recuerdo...
Mi sombra, abandonada delante de tu escritorio...
Por eso, cuando aún no hace lustros que dejé de verte, te pienso a mi lado, sin frío. Y los nervios, el miedo, recorren los pasillos rodantes que me llevan a la meta de no sé muy bien qué. Sin pertenencias que agobien, sin sentido común, sólo inercia. Ando de un lado a otro buscando tu voz, pero no encuentro otra cosa que un hilo hecho añicos. Es como llegar para volver a marchar. El juego de nunca acabar, donde el tiempo tampoco te deja estar presente esta vez...
Te recuerdo...
Mi sombra, abandonada delante de tu escritorio...
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