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miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Tú eres de verdad o no?

Anoche, cuando dormía,
soñé ¡bendita ilusión!

¡Cómo me gusta la sencilla alegría! La de la sencillez. La de aquellos que miran la vida sonriendo con sus pequeños logros. Un viaje, un encuentro, un objetivo más en el fardo. Y sonreír, histéricos, sonreír, sonreír, sonreír....
La sencilla alegría de la inexperiencia, del soñar. La primavera,  unas manos que se entrelazan, un proyecto y los nervios al morderse los labios. Aquel que tiene todo por descubrir, del que no entiende de quedar saciado y sigue y sigue y sigue...
La sencilla alegría de la modestia, de los sutiles ratos a solas, de la propia contradicción resuelta. La sensación del inicio, del principio, del empezar a. La sencilla alegría de una fotografía que hace pensar en la infancia, en la madre, en la sencilla alegría de una cometa que sube y sube y sube...

Aquellos días azules,
aquel sol de la infancia...

 
(No me canso de recomendar este documental. No se cansen de verlo. )




miércoles, 25 de septiembre de 2013

L'home que només menjava magdalenes

La tardor, dona dels vespres, de les primeres hores de la nit que se'ns arriba  indicant que, excepte per a ella, potser sigui ja massa tard, que caminem cap al hivern, a la foscor dels dies - dels nostres dies-, cap a la fi, al fi, que no és sinó el tornar a néixer amb la llum de la llunyana primavera...


Demà serà una cançó.

Animal de records, lent i trist animal,
ja no vius, sols recordes. Ja no vius, sols recordes
haver viscut alguna volta en alguna banda.
Felicitat suprema, l'hora d'escriure els versos.
No els versos estellats, apressats, que escrivies,
sinó els versos solemnes -¿solemnes?- del record.
Et permets recordar amb un paisatge i tot:
les butaques del cine, el film que es projectava,
del que no vàreu fer gens de cas, està clar;
i evoques l'Albereda, les granotes del riu,
les carcasses obrint-se en el cel de la fira,
tota València en flames la nit de Sant Josep
mentre fèieu l'amor en aquella terrassa.
Animal de records, lent i trist animal,
ara evoques i penses la carn fresca i suau
per on les teues mans o els teus besos anaven,
la glòria d'unes teles alegres i lleugeres,
els cavallons de teules rovellades, la brossa
que creixia, adorable, de sobte, entre unes teules.
Animal de records, lent i trist animal.

Vicent Andrés Estelles
Llibre de meravelles, 1971

miércoles, 29 de mayo de 2013

Elegía.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

"Yo sé todos los cuentos",
León Felipe


"Ha muerto Paulino"

He is gone. Igual que se van las palabras o el tiempo o el polvo y la arena del parque. Quizá no es malo, pero sí triste, igual de triste que pisar un charco, un recuerdo, el desequilibrio.

Esta mañana muchos compañeros de facultad hemos recibido el triste mensaje por la desaparición de Paulino Ayuso. Su voz en El Mal poema de Manuel Machado, en la escena del asno y la iglesia de Réquiem por un campesino español, en las palabras de Aub y su opinión sobre el bachillerato y las raíces de uno. Su voz transmitiendo un mensaje: el amor a las letras, a la literatura del siglo XX. Quizá, hace siete años, alguien se quedó con esa voz y alargó el eco, durante muchas lecturas, hasta un doctorado en humanidades.

Gracias.

***

Adiós 
Luciano G. Egido
La única verdad es la literatura.
Fernando Pessoa 
Estaba condenado a muerte y los médicos le echaban de seis meses a un año de vida. Como es sabido el cáncer no perdona y ya era tarde para todo. Él ya se había hecho a la idea y había empezado a despedirse del mundo con una extraña resignación suicida. Hacía mucho tiempo que se había separado de su mujer y los hijos se habían desentendido de lo que le ocurriera. Sus amigos estaban muertos o vivían lejos y no quería darles el espectáculo de su agonía ni el golpe bajo de la crecida de sus remordimiento. Le hubiera gustado visitar por última vez algunos paisajes, que le habían congraciado con la naturaleza, y algunas ciudades donde había sido particularmente feliz, con toda la vida por delante para recordarlas. También hubiera querido encontrarse con algún viejo amor inolvidable, con alguna continuada manera de contemplar el mar, como la primera vez, y con algunos lugares, unidos a lecturas y a situaciones especialmente gratas. Pero todo le parecía irrealizable, porque exigía un esfuerzo que no se sentía con ganas de iniciar y menos de concluir. 
 Le quedaban los libros, más dóciles que su familia y más fieles que sus amigos. Los libros habían sido su pasión más fuerte y más duradera y los que habían ocupado la mayor parte de su pasado feliz. Muchas de las horas de su existencia, tan baqueteada y tan onerosa, las había pasado leyendo y en este ejercicio había aprendido todo lo que le había hecho falta saber. Arrastraba una deuda impagable con sus libros preferidos, inagotables, sorprendentes, luminosos, siempre cercanos. Podía señalar sin error la fecha en que cada uno de ellos había entrado en su biografía y el milagro que había esperado encontrar en el arcano interior de sus páginas cerradas. Recordaba la librería en que los había comprado y por supuesto el sitio exacto que ocupaban en su biblioteca. Le encantaba recorrerlos con la mirada, reconocer su título sin equivocarse y hasta acordarse de los avatares crueles de su encuadernación deteriorada. Coger alguno, hojearlo y comprobar los motivos de su adquisición, le producía un placer renovado, aunque a veces la memoria, después de tantos años, se resistía a completarlo. 
Por eso quería despedirse de ellos, por gratitud, por obligación moral, por lo que si fueran hombres se llamaría honestidad. Aquel deseo era probablemente el trago más doloroso de su enfrentamiento con la muerte. Iba a romper una vieja lealtad de la que no quería deshacerse. Eran muchos años de convivencia y no podía llevárselos con él, allí donde fuera, para perpetuar sus débitos. Calculó el tiempo que le quedaba y no había ninguna posibilidad de leerlos todos otra vez, de resucitar las antiguas alegrías, sus descubrimientos definitivos, los oasis de su fertilidad. Un libro al día, incluyendo los domingos, le daría para muchos años. Se le escapó una lágrima de protesta infantil ante la confirmación matemática de la locura de su proyecto. No eran tantos; pero eran demasiados para el plazo disponible. Por lo menos tardaría de diez a quince años en terminar aquella vuelta de despedida que sería su adiós a la vida, con toda la conciencia de su caducidad y toda la pena de su valor inabarcable. En resumidas cuentas, no había derecho a aquella injusticia desaprensiva, que no respetaba ni los mínimos derechos de un hombre. 
Escoger un libro, para iniciar la ronda, le costaba un disgusto, porque no sabía por cuál empezar. Leer algunos era dejar de leer otros y el tiempo apremiaba. Cada uno tenía su atractivo y el gozo de recuperarlo formaba parte de la felicidad prometida. ¿Cómo no despedirse de Proust, que le había desvelado el don de la mirada de la memoria? ¿Cómo olvidarse de Borges, que le había conmovido como un diamante tallado de una inteligencia artificial? ¿Cómo no releer a Faulkner, que le había enseñado a descubrir al prójimo, al negro que llevamos dentro? ¿Cómo irse sin haber vuelto por última vez a la luz mañanera de los sonetos de Petrarca? ¿Cómo no decirle adiós al pobre Don Quijote, perdido en las alucinaciones de su cerebro y de su tierra, de su marginación perpetua, de su obcecación suicida? ¿Cómo no recorrer el mundo a pie con Baroja, entre asperezas sentimentales? ¿Cómo abandonar al pobre Hamlet y dejarlo vagar a su albedrío sin una mirada de reconocimiento y de solidaridad? ¿Cómo no resucitar los convulsos sentimientos de Dostoievski, que tanto bien le hacían, aunque le dolían como un remordimiento? ¿Cómo renegar de Rilke y de su dolorosa lucidez? ¿Cómo resignarse a no volver a dialogar con Kafka, tan hermano, tan desgraciado, tan solitario y tan sufrido? 
Los días pasaban y no se decidía por ninguno, hasta que cortó por lo sano y optó por el orden alfabético de una selección de sus clásicos amores y que fuera lo que Dios quisiera. Empezaría por San Agustín y hasta donde llegara. Se temía que no alcanzaría ni siquiera la Alejandría de Durrell y mucho menos el Japón de Kawabata y menos todavía el París de Zola. Fue una carrera contrarreloj. Notaba que la enfermedad le iba invadiendo, como el nivel del agua en los cántaros de la fuente. Pero seguía leyendo contra viento y marea, con el gozo renovado de siempre, con el ánimo de un heroísmo cotidiano. Su organismo luchaba no contra la supervivencia, sino contra el tiempo. Notaba que las fuerzas le abandonaban, sobre todo al acercarse el plazo fatal de los seis meses anunciados y descubrir que estaba todavía en Camus. Apuraba las horas de sueño y la luz de los ojos, con el solo paréntesis de la noche para ganar la paz de la lectura mañanera, que a veces se le hurtaba por un cansancio excesivo. No podía más. Pero no se rindió. Vivía exclusivamente para leer y los libros le hacían vivir, no sólo venciendo a la muerte, sino duplicándole el gozo de la precaria vida que le quedaba. Era penoso terminar un libro y esperanzador iniciar otro, que se encendía con la luminosidad de una mañana de verano. 
El plazo definitivo del año se cumplió y esperó serenamente el desenlace con Garcilaso entre las manos y se dijo: «Que venga la muerte cuando quiera; pero me encontrará leyendo». Y no se murió, porque a veces los médicos no aciertan en la difícil previsión de las reacciones del insondable organismo humano. Y poco a poco empezó a creer en el milagro y leyó como si se drogara con una fruición renovada el Ulises de Joyce y hasta tuvo tiempo de coronarlo y cotejar la versión de Salas Subirat con la de José María Valverde. La furia irónica de Larra le vino como anillo al dedo para entretener la espera. A los dos años se enfrentó con La montaña mágica de Thomas Mann y consiguió llegar hasta el final, aunque le parecía imposible. El tiempo se dilataba para su satisfacción y los libros seguían acompañándolo en aquella carrera de fondo, que le dejaba sin aliento. A veces se desvanecía, se le iban las letras y se conformaba con acariciar el lomo de los libros, como si tuvieran piel humana. Aquellas interrupciones le parecían faltas a su deber, desfallecimientos de su moral. Cuando cerraba los ojos creía continuar leyendo de memoria. Los médicos estaban asombrados de aquella recuperación inexplicable. 
Pasó por Melvilla, Novalis, O’Neill, Pessoa, Quevedo, Rulfo, Sade, Tolstói y cuando estaba entrando en Unamuno y creía que había vencido a la muerte, se murió.

jueves, 14 de junio de 2012

Morralla en la herencia de los nietos del Cid.


"Nos hallamos en un momento de la evolución humana que no debe tener precedentes en la historia. Gran parte de la humanidad, y precisamente esa parte que responde a la que creó hasta aquí los acontecimientos que conocemos con alguna certeza, se desentiende poco a poco de la filosofía moral que la preocupó durante veinte siglos."

Esto comentaba Maurice Maeterlinck en su ensayo 'Inquietudes filosóficas', recogido en su libro de ensayos L'intelligence des fleurs (1907). La despreocupación, o adapatado a la Modernidad, el pasotismo del personal anegaba la vida de los individuos, los cuales iban perdiendo poco a poco, y aun casi sin atisbarlo, ya no razones morales de rancio abolengo. No es cuestión de ética, moral, religión. Era, más bien, la ruptura de lazos con la tradición. El precio de la independencia. De la libertad. Era el rebelarse contra el padre. La vanguardia se aproximaba. "El progreso es el castigo de Dios", decía W. Blake. Y el hijo escupió al padre.

"Que una doctrina se extinga, el hecho no es nuevo. Debe haberse realizado más de una vez en la noche de los tiempos; los analistas de fines del Imperio romano nos hacen asistir a la muerte del paganismo. Pero hasta ahora, los hombres que pasaban de un templo que se hundía a un templo que se edificaba, salían de una religión para entrar en otra; mientras que nosotros abandonamos la nuestra para no ir a ninguna parte. Este es el fenómeno nuevo, de consecuencias desconocidas, en que vivimos."


Y aquí empezaron los problemas. La niebla que ya presagiaba Unamuno se hacía cada vez más densa, convirtiéndose en casi una venda para los ojos del hombre, quien ya no veía el camino y para quien recordar era un lujo demasiado caro al que, dadas las circunstancias de empobrecimiento ético, moral y social, no podía alcanzar. ¡Y eso que aún no sabían lo que era la II Gran Guerra! Aquellas "estelas en la mar" tan machadianamente alegres y esperanzadoras en pleno Modernismo de principios del siglo XX dejaban paso al reguero de migajas de pan por el que un día se perdió Garbancito.  Todos sabemos que, de tanto confiarse por el bosque, luego fue a buscar y no encontró más que su eco. Y el claro se le alejaba cuanto más se acercaba a él. "Mírate y lo verás", Narciso, las consecuncias de volverse y ver la llama...

"Nosotros aún vivimos en los monumentos elevados por la moral nacida de nuestra fe religiosa. Pero sentimos que, a pesar de los sostenes de la costumbre, esos monumentos se agrietan sobre nuestras cabezas, y que ya, en muchos puntos, nos encontramos sin abrigo. Así es que asistimos a la elaboración más o menos inconsciente y febril de una moral premiosa porque se la cree indispensable, hecha con despojos recogidos del pasado, con conclusiones tomadas al buen sentido ordinario, con algunas leyes entrevistas por la ciencia, y en fin con ciertas intuiciones extremas de la inteligencia desorientada que vuelve, dando un rodeo a un misterio nuevo, a antiguas virtudes que el buen sentido por sí solo no puede apuntalar. […] Parece llegada la hora en que muchos se preguntan si, continuando la práctica de una moral elevada y noble en un centro que obedece a otras leyes, no se desarman con demasiada candidez y no representan el ingrato papel de víctimas del engaño. Quieren saber si los motivos que los unen todavía a las viejas virtudes no son puramente sentimentales, tradicionales y quiméricos; y en vano buscan en sí mismos los apoyos que la razón aún puede prestarles."

Pero, ¡ah! siglo XXI. Con su quién sabe si Modernidad, Posmodernidad. ¿La razón? ¿El buen sentido? ¿La fe religiosa? Me pregunto si los que afirman sentirla verdaderamente la sienten, o sólo es el rescoldo de aquella llama amenazante de otras épocas: no harás, no pensarás, no desearás. Pensemos por un momento así, siguiendo las presunciones de Maeterlinck. Aquellos monumentos a medio derruir, las tradiciones - ya sean en forma de costumbres, comida, bailes populares o canciones infantiles - quedan ya muy lejos para los que HOY pueden saltarse el particular Miniver; para aquellos que, obviando al Gran Hermano de turno -evidentemente, sin referirnos al fracaso escolar que puebla las bambalinas televisivas -, se planteen cosas como el dónde vamos. 
El hombre del siglo XX rodeado de adelantos tales como el cinematógrafo, la velocidad de los automatismos, la luz eléctrica, ¿para qué necesitaba recurrir a algo tan quimérico como la idea de un dios si tenía al alcance de la mano algo que hoy conocemos como tecnología punta? El suñeo de cruzar los mares, llegar al espacio incluso, hacía sus primera incursiones en la Realidad. Ya no era sólo Simbad. Era Rubén Darío en París y Lorca en Nueva York - por citar los dos más conocidos y, por ende, sobreestimados y que no se me acuse de erudita pestosa. Era la alucinación de tener al mundo a los pies de uno mismo en formato revista semanal, de periódico diario - valga la redundancia - o de frecuencia radiofónica Marconi. Los adocenamientos de la Iglesia, aunque con muchos fanes aún - ¡y ahora! - quedaban relegados y lo que antes era dogma, ahora ya sólo servía de superstición. Como fantasmas que se fueron con la oscura noche finisecular. El hombre. La ciencia. El renacimiento del homocentrismo. Años 20, 30... Don't rain on my parade! ¡Celebrémoslo!
¿Pero con quién? La razón imperante había mostrado la verdad. Ya no quedaban  creencias, tradiciones, comunidad. La disipación de aquella promesa de vida eterna constituía el mejor carpe diem jamás pensado. El tiempo se había detenido. Ya no se pensaba en un futuro, en un mañana. Aquí, ahora y corriendo que vuela. Esto es, la angustia del hombre de la Modernidad. 
¿Así que la Modernidad era el deslumbramiento inicial para acabar más perdido de lo que se estaba? Bueno, nadie dijo que la Verdad fuese gratuita. Recomenzar una y otra vez. ¿En busca de qué? Tal vez en busca de uno mismo. De tal modo el último cuarto del pasado siglo XX iba sepultándose bajo arena.
¿Y ahora? Siglo XXI. Somos la última morralla de herencia de aquellos nietos del Cid. Ni tan sólo nos queda la duda que en ellos albergaba sobre dioses, espiritualidad, caminos a seguir. Tampoco ese Renacimiento del Homocentrismo, pues la confianza en el Hombre tampoco es nuestra bandera. ¿Pesimismo, pasotismo, individualismo? ¿Confianza en un yo escindido? Ni siquiera
A heap of broken imagen,
a handful of dust.
T.S. Eliot, The Waste Land (1922)

¿Dónde estará nuestro reino?
J. E. Cirlot, Regina tenebrarum (1966)

*Los tres fragmentos citados de Maurice Maeterlinck, en letra cursiva, se encuentran en La Inteligencia de las Flores. Biblioteca personal de Jorge Luis Borges, Hyspamérica, Ediciones Orbis, 1987. Pp. 204-205.

domingo, 25 de marzo de 2012

Domingo

Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.
Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
-el lunes- de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.


***
A menudo - ahora - se aprende
-o 'com'-
lo breve
de la palabra,
leyendo palabras
- Idea, quizás -
que no durará más de 24 horas.
Reflexión de reflexiones:
todo es día que se va.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Auctoritas in verso est

  • Hace ya un tiempo que volví de Francia. De mi querido y estimado Clermont-Ferrand, en conexión directa y diaria con Issoire.
  • Esta noche, un acuciante golpe de tos seca me impidió dormir.
  • Siempre me ha dado miedo la potencia de mi imaginación y la perversa simpatía que le tiene a las sombras que no son.
  • La Noche de los Santos - o Halloween, para los de la LOGSE -  fue hace unos días y ayer tuve que releer El monte de las ánimas de Bécquer..

No sé qué relación puede haber entre estas dos ideas... Si seguimos la crítica de la Estilística con Leo Spitzer o Dámaso Alonso, seguramente daríamos con algún tipo de viviencia que, posiblemente, hubiere dejeado impronta en mí y, por ello, sirviera de funte de creación, modo de conocimiento del mundo y vía de entrada - dirección hacia la "psicología del autor". ¡Miren! Si se quiere, hasta podría decirse que les he explicado medio siglo de Crítica Literaria subjetivista y ametódica en cuatro líneas...Pero no era éste mi propósito. En realidad, no tenía más intención que recuperar una parte del Petit carnet du voyage que escribí para otros medios distintos a este blog; esto es, El rincón del FiloFriki: local apto para fumar.

Siento si resuena aquí mi ego, pero llevaba tiempo sin echarle un ojo y, en días de una tardor tan soleada como el de hoy, ¿por qué no reirse un poco de uno mismo? Ya ven, una ya hasta se glosa... ¡Cuánto Narciso suelto! Espero que disfruten con 

Pesadilla en Issoire's Streets...16/03/10

En menos de 48 horas he visto el mismo pueblo desde tres puntos de enfoque distintos de una misma carretera, y sentadica en el mismo autobús.  ¿A qué se debe? No. Nada de estar dando vueltas en círculo. Esto sucede cuando el gobierno decide tirar la casa por la ventana y, ya que estamos en primavera, ¡ha la! A hacer obras se ha dicho. Obras, obras y más obras - ¿serán familia Taladrón y el alcalde de aquí? - ; las cuales modifican el curso, sobre un mismo punto, del autobús. Resulta ser que el interurbano directo Clermont-Issoire, ahora se ha convertido en una ruta turística de alto interés para los que nos toca desplazarnos a 60km, día sí, día también. Pleitesía francesa, que se llama.
Como el lindo recorrido del autocar, como decíamos, se ha visto, "provisionalmente" reemplazado y parece ser tiene mucho aforo (no se engañen, es que también han variado las frecuencias y el número de servicios), el entusiasta usuario puedo contemplar, y disfrutar, de longevas colas que atraviesan la vetusta estación. ¡Qué deleite ese "ratito" al sol, a pie quieto! ¡Qué gozo el sentir el sol y sombra durante una hora en la cara! Ah...
Aunque no podemos quejarnos. La propia compañía, preocupada por el creciente paro laboral (no vaya a ser esto como España), se ha molestado en buscar entretenimiento para los pacientes viajantes de turno. Esto es: se puede ver, con su bolsa de plástico repleta de cosas, sus pelos alborotados y teñidos de bronce, pantuflas y pilas bien cargadas, a un número incontable de señoras de edad avanzada, que, aburridas de estar en sus casas, se apuntaron al noble programa de "distraiga usted al viajero". Y sí. Menudo entretenimiento... Los oriundos de la zona aún no saben distinguir bien a los ejemplares de dicho bestiario, porque, haciendo boga de la verdad, no abunda mucho este tipo de especímenes fuera del contexto que hoy describo. Pero una, proviniente de la España de charanga y pandereta, se ha hartado de verlas y las reconoce con un solo golpe de vista.
Sabran ustedes, ávidos lectores, de lo que hablo: las abuelas. Pero no las dulces abuelas que hacen tartitas a sus nietos; que ven Amar en tiempos revueltos glosando decorados; que pasean con su garrotilla y hacen punto tras los visillos. No. Las abuelas cansinas. Las de los medios de transporte, que se ponen a dar la chapa, y no paran de rajar desde que se suben hasta que se bajan. A ésas me refiero. Las abuelas - sorpreseras: las que te pillan desprevenido y, cuando quieres darte cuenta, ya es demasiado tarde para escapar de su maquiavélica libertad de expresión en medios y transportes públicos.... También son conocidas, familiarmente, con el sobrenombre de "Abuelas-Pesadilla".
Pues bien, ayer mismo tuve el placer de preguntarle a una de ellas (camuflada entre los árboles del párking) si era allí donde se accedía al servicio suplementario Issoire-Clermont. Ella, radiante de felicidad, mostrándome su escasa dentadura con una sonrisa de oreja a oreja, me respondió: 
-Sí, hija, aquí es. Vente conmigo al sol, que hace frío aquí (ya digo que estaba tras los arbustos); además, las dos hacemos el mismo camino y así, juntas, no nos aburrimos...
Uhm... Eh... ¡¡¡MEC - MEC!!! ¡¡¡ERROR!!! Señora, ni en pedo me lía usted a mí. Una vez caes en sus garras, no te sueltan. ¡Pero si te persiguen hasta mientras haces cola y todo! Para ver la trascendencia de tal acontecimeinto, véase la imagen ulterior: abuela descojonada de la risa y transeuntes con cara de la almodovariana expresión "¡Qué he hecho yo, dios mío, para merecer esto!"
Pero volviendo al momento en el que la abuela me detectó con su infalible radar "niña aburrida esperando: blanco perfecto. Actúen todas las unidades...¡Al ataquerrrrr!" , he de decir que ya he encontrado una utilidad a esto de ser siempre la extranjera...
-Señora, yo no saber francés... (sonrisa) Ser España... (sonrisa)... No entiendo (sonrisa).... siento mucho yo usted ....(sonrisa final y pasos marcha atrás, disimulando la huída en estampida).
Es MUY importante pegar el mayor número de patadas a tus conocimientos lingüísticos de la lengua en común (sí, aunque suponga tirar a la basura 10 años de estudio... Hay decisiones en la vida que son, por fuerza, drásticas: vencer o morir.
Así que ya me ven. Cargada, cual mulo, de libros y redacciones por corregir, buscando un recóndito lugar en el que esconderme de estos atacantes (¿Alguien ha visto la serie The walking dead ?). Cuando lo encontré, saqué una obrita de Dostoyevski (El jugador, la cual recomiendo) bajo el firme convencimiento de que, si alguna nueva abuela se acercaba a mi con persuasivas intenciones de ocio y recreo, al ver tal nombre ruso, ésta habría de pensar "Ave María purísima, un comunista." Y saldría corriendo.
Sólo digo que, al rato y afortunadamente para mi, así sucedió.
Escribo estos pequeños trucos de viajero perspicaz para que, si alguno de mis escasos lectores, sufre alguna vez dicha invasión, sepa a qué recurrir para salir del paso sin menearse ni el flequillo.
Sin embarrgo y contra todo pronóstico, no conseguiréis dormir el camino a casa: el chascarreo de la anciana voz es incesante. Sea quien sea la víctima del asedio, es imposible de eludir. Así que, procuren llevar ustedes el mp3, walkman, discman, etc. bien cargado de batería y dotado de potentes auriculares; o, en su defecto, unos buenos tapones para los oídos. No obstante, servidora, tras varias idas y venidas padeciendo tales "susurros", estoy pensando en comprar esparadrapo; o una Magnum del 47... Total, a grandes males...



A mis abuelas,
y a su administración de la vida de los otros...
por tantos años de propinas y collejas...

jueves, 30 de junio de 2011

Carbo...

¿Sabes?


Mi abuelo tenía un perro que vivió muchos años - casi tantos como él. Estaba cojo y era mezcla de perro callejero y lobo, o pastor alemán - fue la eterna disputa por su identidad. De pelo marón y negro amarillento, sus orejas puntiagudas y su manita inutilizada le daban más aire de niño bueno que de bestia. Se llamaba Carbonero y el abuelo decía "eres más majo que las pesetas". Se llamaba así porque lo encontramos, de pequeñito, entre la nieve y los chaparros del alto de la Carbonera, a la salida del pueblo, antes de bajar al valle y la cantera.
Desde ese día , el perro siempre se sentó a la sombra que daba el cuerpo del abuelo recostado en el poyo de casa, vislumbrado en las alturas, como un santo para el devoto animal, entre las hojas de uva enredadas.

El abuelo pasó sus dos últimos años encamado, hablando, con la fiebre y la memoria, de la guerra. Carbonero esperaba debajo de la parra en verano; al resguardo, tras la cortina de la puerta, en invierno, queriendo engañar al sol de uñas del mes de marzo. Cada vez que sonaba la puerta, buscaba bajo el dintel, como sonriendo su hocico, la esperanza de la sombra del amo. Lo esperaba para volver a ir hasta el caño del pueblo a sentarse, en el banco de hierro de la carretera, con los demás viejos; viendo pasar los pocos coches que recordaban el ocaso del pueblo; viendo pasar el tiempo o la muerte...

Carbonero esperaba y, al final, vio salir al amo... Dos días después, el animalito murió, como oliendo el vacío de la cama, tras el entierro. Encontramos a Carbonero, tal y como solía esperar la caricia del amo: fiel, debajo de la parra y con la gancha del abuelo entre las fauces.

viernes, 29 de abril de 2011

Maria del Mar Bonet

Mercè


Mercè.
Palma n'és llunyana
sóc lluny dels carrers
lluny dels ametllers
i d'aquells carrers que clou la murada.

Mercè.
Lluny del teu esguard
i del vent tranquil
de la casa clara.
Mercè.
Lluny d'aquells terrats
on els gorrions s'estimen i canten,
i les monges estenen
els pecats del món i la roba blanca.

I un frare balla
arran de teulada
esperant prendre el vol
cap al cel tan blau
faldilles enlaire.

Mercè.

Taronges i flors damunt de la taula,
les gavines t'acompanyin
el lent caminar cap a l'hora baixa.

Sempre tornaré
a la nostra platja
les ones no em deixen, mu mare,
allunyar-me'n massa.

lunes, 11 de abril de 2011

Pinceladas de 1902

VII

[...] Es un espíritu ávido y curioso; y en esta soledad de la vida provinciana, su pasión es la lectura y su único trato el trato del maestro. Yuste va insensiblemente moldeando este espíritu sobre el suyo. En el fondo no cabe duda que los dos son espíritus avanzados, progresivos, radicales, pero hay en ellos cierta inquietud, cierto desasosiego, cierta secreta reacción contra la idea fija, que desconcierta a quien los trata, y mueve cierta irritación en el observador frívolo, que se indigna de no poder definir, de no poder coger estos matices, estos relampagueos, estos vislumbres rápidos, que él, hombre de una pieza, hombre serio, no tiene ni comprende... irritación que es la del niño que no entiende el mecanismo de un juguete y lo rompe.[...]
-La vida de los pueblo - piensa Azorín- es una vida vulgar... es el vulgarismo de la vida. Es una vida más clara, más larga y más dolorosa que la de las grandes ciudades. El peligro de la vida de pueblo es que se siente uno vivir... que es el tormento más terrible. [...] Este sentirse vivir hace la vida triste. La muerte parece que es la única preocupación en estos pueblos [...] entierros, anunciadores de entierros que van tocando por las calles una campanilla, misas de réquiem, dobleo de campanas... hombres envueltos en capas largas... suspiros, sollozos, actitudes de resignación dolorosa... mujeres enlutadas, con un rosario, con un pañuelo que se llevan a los ojos [...] los cánticos plañideros por las madrugadas, y las procesiones... todo esto es como un ambiente angustioso, anhelante, que nos oprime, que no hace pensar minuto por minuto -¡estos interminables minutos de los pueblos!- en la inutilidad de todo esfuerzo, en que el dolor es lo único cierto en la vida, y en que no valen afanes ni ansiedades, puesto que todo -¡todo: hombres y mundos!- ha de acabarse, disolviéndose en la nada, como el humo, la gloria, la belleza, el valor, la inteligencia.
Y como Azorín viese que se iba poniendo triste [...] dejó el libro y se dispuso a ir a ver al maestro -que era como salir de un hoyo para caer en una fosa.

La voluntad
José Martínez Ruíz.

domingo, 26 de diciembre de 2010

A piece of "8-The End of it."

Yes! and the bed-post was his own. The bed was his own, the room was his own. Best ans happiest of hall, the Time in front of him was his own. There was still time to put things right.

"I will live in the Past, the Present, ans the Future!" Scrooge repeated, as he got out the bed. "The Spirits of all Three shall work within me. Oh Jacob Marley, and the Christmas Time, O than ¡k you for this! I say it on my knees, old Jacob, on my knees!"

He was excited and glowed with his good thoughts, and his brojen voice could hardly speak. He had been crying violently in his fight with the Spirit, and his face was wet with tears.

He took one of his bed-courtains in his hand. "They are not torn down", he said. "They are here. I am here."

Scrooge was now dressing, and he kept putting on the wrong clothes. "I don't know what to do", cried Scrooge, laughing and crying in the same brasth. "I am al light as air, as happy as a bird, as merry as a schoolboy. A Merry Christmas to everybody! A Happy New Year to all the world! Hello!"

He had run into the sitting-room and was now standing there, quite breathlees.

"There's the plate that the gruel was in!" he said, walking round the fire-place. "There's the door where the Ghost of Jacob Marley entered! There's the corner where the Ghost of Christmas Present sat! It's all right, it's all true, it all happened. Ha, ha,ha!"

Although Scroog had been out of practice for so many years, it was a wonderful laugh. It was the father of a long line of sinning laughs!

"I dont know what day of the month it is!" said Scrooge. "I don't know how long I've benn among the spirits. I don't know anything. I'm quite a baby. Never mind, I don't care. I'd rather be a baby. Hello! Hello, there!"

He stopped. The churches were ringing out the loudest bells he had ever heard. Bang, hammer, ding, dong, bell. Bell, dong, ding, hammer. Oh, wonderful, wonderful!

Running to the window, he opened it and put out his head. No fog; clear, bright, lively. Golden sunlight; lovely sky; sweet fresh air; merry bells. Oh, wonderful, wonderful!

"What's today?" cried Scrooge, calling downward to a boy in Sunday clothes. He had stopped to look around him.
"Eh?" replied the boy, in great surprise.
"What's today, my fine fellow? said Scrooge.
"Today?" replied the boy. "Christmas Day, of course."
"It's Christmas Day!" said Scrooge to himself. "I haven't missed it. The Spirits have done it all in one night. Thay can do anything the like. Of course they can. Hello, my fine fellow!"
"Hello!" replied the boy.
"Do you know the shop at the corner, in the next street? The shop wich sells turkeys and the other Christmas birds?"
"I should hope so", replied the boy.
"An intelligent boy!2 said Scrooge. "Do you know whether they've sold the turkey -the big turkey that was hanging up there?"
"What, the one as big as me?" asked the boy.
"What a delightful boy!" said Scrooge. "It's a pleasure to talk to him. Yes, that's the one."
"It's hanging there now", replied the boy.
"Is it?" said Scrooge. "Go and buy it".
The boy thoug Scrooge was joking. "No, no. I'm serious. Go and buy it, and tell them to bring it here. The, I'll tell them where to take it. Come back with the man and I'll give you a shilling. Come back with him in less than five minutes, and I'll give you double!"

The boy was off like a shot. "I'll sed it to Beb Cratchit's!" whispered Scrooge. "He shan't know send it. It's twice the size of Tiny Tim."
His hand-writing was not very firm, but he wrote the adress. And he went downstaris yo open the door. As he stood there, waiting for the turkey, the door knocker caught his eye. "I shall love it, as long as I live!" cried Scrooge, touching it with his hand. "I hardly ever looked at it before. What an honest expresion it has in its face! It's a wonderful knocker! Here's the turkey. Hello. How are you! Merry Christmas!"

...

"8- The End of it."
A Christmas Carol.
Charles Dickens.

viernes, 24 de diciembre de 2010

CXVI - NAVIDAD

¡LA candela en el campo...! Es tarde de Nochebuena, y un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte de poniente... De pronto, salta un estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; luego, el humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen lamerlo.
¡Oh la llama en el viento! Espíritus rosados, amarillos, malvas, azules, se pierden no sé dónde, taladrando un secreto cielo bajo; ¡y dejan un olor de ascua en el frío! ¡Campo, tibio ahora, de diciembre! ¡Invierno con cariño! ¡Nochebuena de los felices!
Las jaras vecinas se derriten. El paisaje, a través del aire caliente, tiembla y se purifica como si fuese de cristal errante. Y los niños del casero, que no tienen Nacimiento, se vienen alrededor de la candela, pobres y tristes, a calentarse las manos arrecidas, y echan en las brasas bellotas y castañas, que revientan, en un tiro.
Y se alegran luego, y saltan sobre el fuego que ya la noche va enrojeciendo, y cantan:

...Camina, María,
camina, José...

Yo les traigo a Platero, y se lo doy, para que jueguen con él.

Platero y yo.
J.R.J.



*****

Feliz Navidad.

*****

martes, 2 de noviembre de 2010

"Estrena Grau, teatro cerrau"

PRÓLOGO.

PIGMALIÓN.- Mis muñecos son, en su mayoría, grotescos. tipos populares españoles. Alguno de ellos, de cuidado, se me creció entre las manos cuando lo hacía, pero [...] llevo una gran tristeza conmigo mismo. Estoy locamente enamorado de una muñeca [...], Dios me castiga por haber querido meterme en su oficio. [...] fui más lejos en mi propósito, y me tentó el deseo de sobrepujar a la mecánica y producir muñecos-criaturas, de un barro sensible y complicado como el humano.[...] y pienso llegar a más: crear algo mejor que el hombre. [...] Mis muñecos tienen por dentro arterias, nervios, vísceras y hasta un jugo que hace las veces de sangre. Ante el cadñaver, penetrándolo con los ojos ávidos, años y años, bosquejé mi plan. (Los empresarios comienzan a dormitar, cabeceando ligeramente) ¡Se han dormido!

DUQUE.- Ya lo ve usted, en cuanto se humaniza y les dice algo de verdadero interés, se duermen.

PIGMALIÓN.- ¿Qué quiere usted que les preocupe? De su taquilla viven. Son como mis actuales muñecos. Dan de sí aquello que tienen. Cada hombre no puede dar más que como lo forjaron.

DUQUE.- Convendrá usted que éstos son muy brutos.

PIGMALIÓN.- (Dejándose conducir) Están dentro de su papel. [...] Cada oficio tiene su fatalidad.


ACTO SEGUNDO
En las telas sombrías resaltan las cajas[de los muñecos], como ataúdes claros
[...] (con todo el dolor que puede expresar un paje y un muñeco).

Escena Primera.

DON LINDO.- ¡Maldito Pigmalión [...] por hacerme a mi tan vulnerable! ¡Oh, rabia de ser así! ¡Ser un maniquí para poder lucir [...] y repetir toda la vida palabras de otro en las farsas, y depender siempre de un amo aborrecible! ¡Oh, rabia, rabia...! ¡Venganza, venganza!

Escena Tercera.
POMPONINA.- (Tras la ventana) ¡Libre, libre, ya soy libre! Adiós, adiós, adiós a todos!

Escena Cuarta.
CAPITÁN.- ¡Huyamos! [...] Tras esa ventana está el fin de nuestra esclavitud.

BERNARDO.- La luz compromete. Prefiero las sombras.

CAPITÁN.- ¡Os exponéis por toda nuestra raza de muñecos! Ya se lo habéis oído mil veces a Pigmalión: somos los comienzos de un futuro mejor!

CORINA.- ¡Llegó al fin la libertad!

PERIQUITO.- (Saltando ágilmente la ventana, observando la calle y dirigiéndose luego a las tres muñecas).- Soledad absoluta.

ACTO TERCERO.
Escena Sexta.
URDEMALAS.- [...] El mundo es de los débiles astutos. [...] El mal... Hagamos el mal, purificador mal, justo mal. ¿Qué ha hecho Pigmalión con nosotros? Hacernos muy mal, de puro querernos hacer bien. La prueba que prepara otros muñecos mejores que, cuando estén acabados, nos sustituirán y nos destruirán. Al mal, pues, mal mayor. Destruyamos a Pigmalión aquí mismo, antes que un día nos destruyan a nosotros.

Escena Novena.
PIGMALIÓN.- ¡Hola Mefisto! Esta escapatoria debe ser cosa tuya, ¿verdad?

URDEMALAS.- ¿De quién si no? Ya ves, para ser muñeco no me he portado mal. Debes estar satisfecho de tu obra.

PIGMALIÓN.- No lo creas. Todo artista de veras está siempre por encima de su obra y piensa superarla. La admira y la desprecia. Estoy haciendo algo mecánico, más asombroso que tú y mejor que el hombre. [...] Pues creí que te habría dado más listeza. Rebelaros contra mí es tan inútil como escaparos. Yo soy el hombre, el fuerte, el amo, el creador. Vosotros sois mis juguetes, mis peleles, mis bufones,... ¡nada! ¡Tan míos como esta fusta con que os azoto! Yo haré muy en breve algo mejor que el hombre, pero vosotros no sois todavía más que polichinelas de mi teatro, capricho ingenioso de mi fantasía y habilidad de mecánico, esclavos míos, al fin. ¡Sois un prodigio y no sois nada!

URDEMALAS.- Como tú. Tanto orgullo y eres un efímero, y acabarás también en nada, como todos los hombres.


...


El señor de Pigmalión (1921)


...Mujer o muñeca, ilusión o realidad...

...


"Sólo el que ensaya lo absurdo es capaz de conquistar lo imposible."
M. Unamuno

sábado, 16 de octubre de 2010

Madrid, Madriz, Madrí...

Cuánto te he echado de menos.

No sé si es por tu nombre de chulo y castizo; por tu donaire de mujer que luce encantos un domingo por la tarde paseando la Gran Vía; por tus maltrechos andurriales de suburbios, tascas y “dobles filos” nocturnos. No sé porqué, pero me hiciste tanta falta…

Hubo tardes de desconsuelo porque te buscaba doblando esquinas. Y pese a tu magnificencia, tu amor propio que irradias desde lo alto del edificio de Plaza España, nunca encontraba Fuencarral mirando a Quevedo entre mis manos.

Sé que muchos te desechan por tu abrumador soniquete continuo e interminable -ése mismo que a mí me hace sentir segura y protegida, como por casa, en zapatillas, aunque sean las 3 de la mañana en Tribunal-; sé que otros tantos te aborrecen, los agobia ese abrazo tan estrecho que das con tus miles de miembros, de ojos, de bocas en cada esquina, desde las que retumba la vida que cada uno lleva dentro de ti, Madrid.

Todos acaban huyendo. Pobre de ti. Te han cantado, escrito e incluso, premiado y reconocido belleza en todo el mundo. Pero todo amo se cansa del lazarillo cuando lo remplaza por un nuevo bastón. Y cuando pasa el tiempo, nadie se acuerda del capote torero que echas por Ventas y Cuatro Caminos al llegar con una maleta de cartón forrada y una mano delante, otra detrás. Eso también es parte de tu encanto: uno es de Madrid en cuanto pone un pie en ti. Aunque todos sabemos que tu verdadera magia es el poder soñarte en el traqueteo que te une con las provincias. La felicidad previa (y postrera, le pese a quien le pese) que regalas al dejarte querer antes de conocerte -como se hacía en el amor cortés, cuando los enamorados se amaban sin haberse visto la cara-; al colarte en sueños que vuelan desde la sierra de Guadarrama hasta la cordillera de los Andes. Por qué será que tantos acuden a pedirte ayuda, a refugiarse en ti, mantoncito de Manila, rico pañuelo chinesco que se ciñe y se perfila de los hombros a los pies, como si faldas de madre fueras

Voy como un auténtico loco recorriéndote las entrañas.

Eres como un buen libro, Madrid, Madriz; el mejor libro. Madrí. A cada mirada, por mil veces que te mire, sacas algo nuevo para mi. Para gustarme más, para quererte con más locura y acariciarte con mis pies quasi desnudos en tu desértico mes de agosto.

Que hay que acostarse contigo llorando en invierno para saber que luego siempre se ríe y que, pese a puñetera en tu comienzo, eres buena de cabo a rabo, Madrid. Chulapa, gata, madrileña; revoltosa, cupletista y verbenera como los flecos de tu mantón.

Bien es cierto que eres vieja y encallecida, por años y trote; pero no por gusto, que bien presumida te adornas tú, flor de Chamberí, cada 15 de mayo y agosto. Sacas tus colores por las calles adornadas de banderines y fiesta de pueblo. Gustas de vivir un carnaval continuo de máscaras, faldillas y revuelos de organillos para recibirnos a todos, confundidos por tus variopintas sombras chinescas; pero en la intimidad de un piano, en las Cuevas de la calle del Príncipe, después de dejarte invitar a una sangría, bien acaba uno intimando contigo, enamorándose de ti. Y balanceándose por tu cadera de nardos, con la musiquita de Huertas y Don Hilarión, calle Atocha, abajo….

Y San Sebastián, con Benina, en el alto de la costanilla, vigilando…

Una morena y una rubia…

(Permítaseme el gusto de teñir a Madrid de morena, por los fogones de la Plaza Mayor y sus castañares del Barrio del Pilar; mientras Barcelona será la rubia, por el reflejo del solecito y sus mimosas… )

Tiene razón don Sebastián,
tiene muchísima razón.
Y si me gustan
las hijas de Eva,
¿qué he de hacer yo?
Nada me importa el qué dirán:
sigo la pública opinión.
Y si me encuentro
como un muchacho,
¿qué he de hacer yo?

¿Qué de hacer yo?

Pues nada...tirar p'alante y a ver qué pasa...


Una morena y una rubia,

hijas del pueblo de Madrid,
me dan el opio con tal gracia
que no las puedo resistir.
Caigo en sus brazos ya dormido,
y cuando llego a despertar,
siento un placer inexplicable
y un delicioso bienestar.
¡Ja, ja, ja,
ja, ja, ja, ja!
Y es que las dos,
¡ja, ja, ja, ja!
se deshacen por verme contento,
¡ja,ja,ja,ja!
esperando que llegue el momento
en que yo decida
¡ja,ja,ja,ja!
cuál de las dos
me gusta más.

Algo me cuestan mis chulapas,

pero la cosa es natural:
no han de salir a todas horas
con un vestido de percal.
Pero también algunas veces
se me ha ocurrido preguntar:
¿Si me querrán estas chiquillas
por mi dinero nada más?
Pero, ¡ca!
¡ja, ja, ja, ja!
Y es que las dos,
¡ja, ja, ja, ja!
se deshacen por verme contento,
¡ja,ja,ja,ja!
esperando que llegue el momento
en que yo decida
¡ja,ja,ja,ja!
cuál de las dos
me gusta más.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La pérdida de la "Inocencia"

Después de una supervivencia casi titánica de octogenaria, a base de bailar cada sábado noche y comer pizzas; con una osamenta que se rió, desde la peña bética, de los invencibles conductores del servicio público, cayó el mito...

Y tras él, surgió la leyenda...

Con cariño a la abuela malago- ibicenca de Chechu, en reconocimiento por la inmensa labor libertadora de ser la mayor innovadora en tiempos de silencio..... La grandísima e inigualable "Agüela Inocence"...
(... porque de inocencia sólo tenía el nombre. )

jueves, 24 de junio de 2010

24 de junio, San Juan. O mi vida en cajas de mudanza.

Ronda estas fechas el incesante sentimiento de despedida.
Despedida del año que dejo atrás; del curso que se acaba; de los pasos amigos que paran de andar, hacen maletas, y marchan camino a su origen: pasan este paréntesis en la casa del ahorro y la vaguería. Y volver a replantearte la vida, no sé sabe bien para qué, pero con la intención de resolver el nuevo verano y llegar, sanos y salvos a septiembre.
Junio. Finales.
Y Madrid, otra vez, vacío; agotado de calor y de sudores ajenos en sus calles.
Y la mirada que quisieras retener para siempre, vuela en dirección contraria a la del deseo.

Siempre me ha dado miedo pensar si sería para siempre. Un "adiós" definitivo. Parece ser que ahora, no concluyente, pero sí arrastrando un largo exilio.
¿Y ahora? Lejos de los planteamientos post-licenciatura, pienso más en la vida en general post-carrera, post-universidad, post-amigos.
Vuelvo y vosotros os váis... ¿Por qué parece que siempre lo hago todo al revés?

24 de junio. Día de San Juan. En días como éste, mi padre se divierte contándome la historia del día en que nací. "Esa noche, por ser la de las brujas, salía el sol dando vueltas....." Y termina, entre risas, "...así estás tú..." Siempre de acá para allá, como una bala que esquivó lo rectilíneo y prefirió hacer un periplo, por si encontraba algo. Y regresó. De vuelta a la realidad del buscar trabajo para verano, de las vacaciones en familia, de los interminables días al sol en el pueblo, insufribles ratos abanicándose a la sombra, sin sentido, sin principio ni final.
De vuelta a las velas que echan cera sobre la tarta helada que nunca como; a pensar "¿Qué hago yo aquí?" mientras explotan fuegos artificiales desde La Piedad. A cumplir años, otra vez, sin pesar, pero sopesando esto y lo otro en los ratos de melancolía que me alegren mañanas del mes de julio desde la cama.

Hace dos años. Ojalá se pudiese dar marcha atrás dos años. Y volver a ver por primera vez esta casa. Volver a la media de Sobresaliente, sin septimbre ni pagos de terceras matrículas. A la esperanza de un invierno promotedor y feliz. Volver a empezar a conocernos y re-disfrutarlo. Escuchar el hilo musical de la primera mañana las tres, despertándonos con Woody Allen y su clarinete. Cotton club con el café y la película de después de comer. El griterío de Rocío Jurado. Manguerazos de agua y las comidas en la cocina, con el radiocasette de fondo, desde el lavabo. Todo con música. Todo con una banda sonora, especializada en tal o cual momento. Todo transpirando sonrisas y acordes. El pentagrama que escribimos desde los sofás. Desde el escenario inventado para Don Juan, abajo desde el sofá, y Doña Inés, sentada del otro lado; para Frank Sinatra y sus tres coristas; para Martirio, las grandes e inugualables Azúcar Moreno; las coreografías a altas e intempestivas horas mentales.

Los mundos recorridos sin moverse del salón. Porque, en nuestro escondite-universo, tenía lugar y era bienvenido cualquier rayito de sol que se quisiera colar por la venta y compartir palabras; o silencios... Nuestro albergue sin fronteras y lleno de camas: Móstoles, Segovia, Ibiza; Salamanca, Barcelona, la UAX, New York, República Dominicana, Holanda, Argentina.

Mineru, Marceliana, Cascorros de Ledesma.

Literatura, espacio "arquitectura". Momentos autoayuda. Teorías de Chomsky y Alarcos cenando con Nietzsche. Pizarrita y Picasso.

Carpita de circo, zona "chill out"; barra de bar. Sala de juego "apueste y pierda" al mus ;sala de exposicón con las más diversas representaciones artísticas. El proyecto garito: abierto 7/7, 24h.

Lo tibio de tu abrazo los domingos, si librabas, metiéndote en mi cama de 80 sólo para despertarme y llevarme contigo a enredar por ahí, niña hiperactiva e hipocondríaca. Me aburre tanto la quietud desde que tus pasos me enseñaron a pasear hasta el Puente de Segovia... Y subiendo el Paseo de Extremadura, muertas de frío y risa.
El "¡Arriba, vagas!", "¡a comer, que se enfría, niña!"; el "¡venga, que llegamos tarde!"; el "pásamelo" o el "¿Nos vamos a la cama, chicas?"

Hace dos años que el 25 de junio no fue lo que tiene por costumbre. Fue la primera vez que se abría una puertecita tras romper el envoltorio de un regalo. Una puertecita que daba paso a otra, la cual cerrabas y todo quedaba fuera, en el mundo de los otros; y en el nuestro, lo nuestro, nosotros. Lástima que siempre esté demasiado preocupada en los recuerdos o en "el qué será" y me dé cuenta de estas cosas a toro pasado.

Todo parecía que iba a durar para siempre. Y ahora, todo se ha ido, deprisa y sin dejar nada.
(Rafael Chirbes. La buena letra.)

Y todo, ojalá, a cámara lenta...

miércoles, 2 de junio de 2010

Home, sweet home


Tus miles de folios mezclados con los míos, sobre aquella mesa camilla. Un mueble perfecto en el decorado de nuestro teatro: voces aviejadas, estridentes que iban detrás de alguna perrería de niño revoltoso; griterío y móviles con música pubertosa-regetonera abajo, en el portal; ruedas de un carro de compra cargado de más; cierres de tiendas de barrio; el 500 apurando sus dos últimas horas de servicio... Ese ruido suyo, tan suyo, que le anunciaba cuando aparecía, casi por sorpresa, por Galiana... inconfundible... y correr, correr, correr... hasta la "rotonda", giro a la izquierda, y desapareciendo....

Los gritos del "Pasapalabra" eran sucedidos por los del telediario. Buenas noches....

Era momento al que dábamos privilegio por encima de todo.
Ana, bolsa de pan en la mano; manos y sonrisa encallecidas, llegaba del trabajo.
Rober, con un nuevo record de "hombre-que-nunca-duerme" , entraba por la puerta grande con sus planos. Si había suerte, arroz de Chelo. Comida de la abuela Manuela...
Y tú y yo, una vez más, ¿de la facultad? Jajajaja. No... Sólo los veíamos entrar; sentarse y preparar el ritual. El mismo cada vez que se daban momentos así.

Y era como si la risa se apropiara de nosotros. Y tras alucinar... Paz, quietud; todo falso.
Había nervios a flor de piel, pero siempre pudo más la almohada que la fuerza de voluntad.
Bromeábamos con todo, antes de la cena. Y en el descuento que se abría entre fregar los platos y la siesta condenada a 8horas de cama, iba acomodándose una modorra, un no sé qué... Un regazo se asentaba en torno a la mesita de café. E, irremediablemente, caíamos rendidos...

Se agradecía el airecillo de entre los árboles; refrescaba la pieza y se iba colando hasta casi la cocina. En fin, hacía más ameno aquellos apartes apelotonados: El tragaluz ; Don Gil ; la poesía vanguardista de César Vallejo; La señorita de Trevelez ; la puerta, los goznes, el espacio vacío, el urbanismo en Madrid; La vida es sueño ; .... Sí, la vida era sueño entonces. Eran sueños artificiales, alterados. Era la calada viciosa y apresurada hacia un futuro que ¿qué importaba en ese"ahora"?
Os vi muchas veces iros a dormir, deambular chocando con las paredes. Pero siempre había un último documental que compartir; una próxima publicidad que daría paso a la soledad en el salón... Y luego, libros, planos, el portátil,... Y yo. Si iba a la cocina, al baño, me paraba un momento y podía escuchar la respiración fuerte de Ana.

Solía esperar hasta las 5:30 - 6:00 am; hora en la que empezaba a nacer todo, otra vez, a través del balcón. Paseos, paseos, más paseos. La repetición del múltiple "último cigarro". Pulmones y mente saturados. Y siempre la misma frase resonando en la cabeza....
"Ambiguas horas que mezclan al borracho y al madrugador"...
Y al que no duerme; al que no puede dormir porque busca respuestas en un diálogo del siglo XVII; en la correción del examen de mañana; en el aplazo de decisión de septiembre.
Pero, en fin. Otra noche más. O menos...
7:15am. Se van a levantar.
Café en la máquina. Tazas con azúcar y cucharilla. Cisterna sempiterna sonando tras la puerta que va a dar a la oscuridad; y el reposo de tu almohada.

Y detrás, una noche más de estudio. ¿Sirvió para algo? Quién sabe... Ya sólo había ganas de dormir. Y olvidar....

Chechus... Home, sweet home...


lunes, 17 de mayo de 2010

Réalisme issoirien

Tenía las manos trabajadas. Arrugadas. Y las comisuras de sus uñas delataban un oficio de toda la vida.

Como cada lunes, veía su desayuno entrecortado por una entrada puntual, esperada, casi ya, echada en falta si su reloj avanzaba y la puerta aún no había sonado. La vió cómo entraba, saludando a las escasas almas que a esas horas se daban cita. Esto es, ella y su gato. A veces, perezosamente, su marido. Y el eterno bostezo del niño que despertaba con la semana entrante.

Levantóse pausadamente. Ninguna de las dos tenía prisa por el momento. Al cruce de la salutación recíproca, seguíale, como habitualmente, el vapor de la máquina de café y el tintineo de las monedas puestas en la barra de madera.
No obstante, en el transcurso de ese centesimal diálogo entre ambas, notaba al ponerse ella de medio lado para prepararle el encargo, que la otra mirada la describía de arriba a abajo, mentalemente, mientras sacaba una suerte de papeles dispersos y sin aparente relación. Nunca pensaba en ello, salvo en ese mismo instante, tan fugaz todo como el calor de la leche en esas madrugadas invernales.


Sin embargo, aquella vez, quizá por ser la última, quizá aun sin saberlo, semejaba que algo no era del todo igual a otras ocasiones. Puede que aquel "à bien tôt" pareciérale una despedida de quien creía, admiraba sus curtidas manos.


No se equivocaba.


Sin dar con la razón exacta, aquella mañana en la que tampoco terminaba de salir el sol, no fue directa a su mesa para continuar con el desayuno, como hacía habitualmente tras la salida de la primera clienta semanal. Sí, empero, recogió su taza, su cucharilla; los dos azucarillos descuidadamente abiertos por uno de los lados. Vio cómo se colocaba de nuevo el abrigo; el pañuelo al cuello, tapando ligéramente la boca; la cartera, cruzada, al lado izquierdo. De tantos lunes, ya había aprendido toda aquella gesticulación de memoria. Y lo que en principio no dejaba de ser costumbre, se descubrió en melancolía al ver que, a diferencia de otros días, la muchacha no había cogido uno de los dos sobres de azúcar, destinados, en su mayoría, a la ardua tarea de marcapáginas.
Siguió con el rabillo de la mirada la extrovertida salida de la joven. Y sin ser tampoco algo casual, pese a involuntario, el cristal de la puerta que se cerraba, puede que para siempre entre ambos personajes, hizo las veces de vis-à-vis. Ella, con las manos llenas de agua caliente y jabón, la miraba, como una imbécil, pensó justo antes de que le fuese devuelta la sonrisa desde la calle, a través de la puerta aún entreabierta.


Sonó el portazo.
La campanilla de la trastienda tras los pasos arrastrados de quien no quiere ir a la escuela.
El sifón de la cafetera que rezuma.
Y un animalito maullaba cariño...


Cuando volvió la vista de nuevo hacia la salida, la silueta de gabán negro se había esfumado. Ya no quedaba nada, salvo en su imaginación, de tantos lunes esperando, sin saberlo, la llegada de aquella desconocida en todo el pueblo. Y al engancharse el pantalón con el saliente de un cajón mal cerrado, recordó aquella mañana de marzo en que la nieve se cansó de taparlo todo y ella se atrevió a ponerse falda. Recordó el sonrojo "al carboncillo en papel" de ambas al descubrirse mirándole las rodillas, tan blancas del almacén; tan imperfectas de tanto tiempo a pie quieto...

*****
Se pasó toda la jornada sin descuidar el camino por el que siempre la veía marcharse. Incluso tuvo el valor de asomarse a él, en un momento en el que su marido, descuidado, inocente y puntual, revisaba el pedido del local, justo antes de que el niño llegase de la escuela. Él pensaba que, siguiendo la estricta rutina de las 12 del mediodía, la mañana concluía y estaba todo bajo control. Ella, aprovechándolo, salió furtivamente por la puertecilla de la cocina.
Había entreoído, hacía ya unas cuantas semanas, a unos comensales hablar de ella. Del quién será; del de dónde habrá salido; del qué le traerá por aquí. Se confesaba a sí misma, no sin cierta sorpresa, que ese tipo de comentarios le eran absolutamente molestos para con tal fiel clienta. Aunque, claro, no nos anticipemos: aún era demasiado pronto para saber el por qué de las cosas.
En fin, asomóse hasta el puente que cruzaba las vías. Esperó unos instantes, apoyándose como si fuera un alféizar, en la barandilla, y contempló la estación de trenes, desolada ya, y devenida en apeadero comarcal. El camino que continuaba unía una de las salidas del pueblo con aquel edificio vasto, solemne, un tanto tétrico, confinado a aquellos muchachos que, por una u otra razón, desertan de la sociedad. En el escaso trecho, asida de su delantal, volvió a pensar -¿cuántas veces lo había hecho ya?- que, por lógica, la muchacha, al ir en esa dirección tras tomar el tentempié, debía de dirigirse hacia allí. No había otra salida. Pero, ¿a qué iba a allí? La edad lo ponía todo en duda. Las apariencias... No, no sería la joven uno de ellos.
Y, medio convenciéndose de que todo aquello no llevaba a nada, resulta a desechar, vergonzósamente, aquella espera vana, se volvía con los brazos cruzados al pecho y la cabeza remoloneando levemente, como desdeñando algo...
*****
Por el silbido molesto del ferroviario, supo que daban las 12. El tren de mediodía, con su retraso habitual de 10 minutos, y el haber consentido que le acercaran en coche, por lo que ahora debía esperar aún más en aquel apeadero inhóspito, le provocaba cierta desazón, tan común entre los paradójicos que, como ella, apreciaban la puntualidad y el oportunismo. Se asomó a las vías, como para tomar el aire y despejarse. Paseó de lado a lado del andén, esquivando pasajeros y guijarros. Divisó, por entre la humareda de la última salida, un poyo al final de la acera. Caminando hacia él, adivinó, desde lo alto del puente que cruzaba las vía, no muy lejano, el revoloteo de un mandil de tela.
Vió entonces que ella también esperaba...
Lástima que ninguna supiera de la otra.
Y que, una vez más, el olvido prosiguiera a la esperanza...
*****

A Mme. L****, por tantos cafés calientes durante este largo invierno.
J.dD.M
À Clermont-Ferrand, 17 mai 2010.

miércoles, 14 de abril de 2010

En honor a los exiliados de Clermont-Ferrand. 14 de abril. Como excepción, recuerdan, entre sonrisas y esperanza, lo que algunos quisieron olvidar.

Aquel mal llamado "Día de la Raza", 12 de octubre de 1936, se celebró en la universidad de Salamanca. La capital de la España Nacional, recibe al séquito del General Millán -Astray. fundador de la Legión; a la sacra corte del cardenal catalán, Pla y Deniel; y la consorte, Carmen Polo. El anfiteatro de la misma es testigo de insultos referidos hacia los pueblos catalán y vasco, calificados como "la anti-España", como cánceres del cuerpo de la nación. Aullan gritos respaldados por unas fieles garras en alto. Tras ello, la única voz intelectual que restaba aún en la España de los 84 días de guerra, habla:



"En ciertas circunstancias, callar es mentir. He oído un grito morboso y sin sentido. ¡Viva la muerte! Es casi como decir ¡Muera la vida! Esta paradoja bárbara me repugna. El General Millán-Astray es un inválido. No es ningún agravio: Cervantes también lo era. Por desgracia, hoy hay demasiados inválidos en España. Me inquieta que el General Millán Astray pueda definir una psicología de masas. Un mutilado sin la grandeza espiritual de Cervantes suele buscar alivio en las mutiliaciones que pueda inflingir a su alrededor. [...] Venceréis; tenéis más fuerza bruta de la que necesitáis. Pero no convenceréis. Vencer no es convencer. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir, necesitáis lo que os falta: la Razón y el Derecho en la lucha. Creo inútil pedirle que piense en España. [...] La nuestra es, sólamente, una guerra incivil. Se habla de una guerra de ideas. Pero en esta guerra no hay ninguna idea a debatir. En España hay una epidemia de locura. Estamos ante una orla de destrucción. No se oyen sino voces de odio a la inteligencia, y de muerte. Esto es el suicidio moral de España. Una salvajada anticristiana, antieuropea. Esto es la militarización africana pagano-imperialista. Un estúpido régimen de terror. Aquí se fusila sin formación de proceso. Se asesina sin causa. Y, sí, son horribles las cosas que cuentan de las ordas llamadas rojas. Pero no hay nada peor que el maridaje de la mentalidad de cuartel con la de la sacristía. Porque el grosero catolicismo tradicionalista español apenas tiene nada de cristiano. [...] La dictadura que se avecina, va a ser la muerte de la libertad, de la dignidad del hombre. Cuantos están emigrando no volverán a España. No podrán volver; como no sea para vivir aquí desterrados y envilecidos. Pobre España.... Pobre España....

He terminado."



Arrestado en su domicilio, don Miguel de Unamuno moría semanas después, el 31 de diciembre de 1936.

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Es curioso volver de donde sólo se oyen gritos contra el olvido y darse cuenta de que te persiguen más allá de las fronteras que cercaron la "incivil guerra"...

Les oubliés de l'histoire, por la Memoria Histórica.

jueves, 1 de abril de 2010

"Cantar del pueblo..."

Hoy me levanté, para variar, a cinco minutos de empezar mi clase. Corriendo, casi en pijama, me tiré en busca del aula. De mis queridos compañeros que "tanto" me ayudan y "tan" bien me miran... Leímos un extracto de Les liaisons dangereuses, de Chordelos de Laclos y una temblorosa voz de adolescente intentó explicar el porqué de las cosas en el texto. Quedó claro que no lo hizo. Y una muy enfadada Mme. Fr. regañó a diestro y siniestro por las actitudes tomadas....
Sin embargo, Zola quiso eclipasarme con su Nana justo en el momento en el que eleva a ésta desde su pertrecha habitación a dimensiones mitológicas y queda convertida en una Venus que, transpasando la tela, saltó al papel de dicha obra literaria y hoy, ante mis ojos, me ha dado la sensación de ser la descripción femenina más sensual y excitante que hasta hoy he leído.
Bueno.
Tras ello, he cogido la bicicleta, me he encaminado a la librería, como cada jueves. Y, en Jaude, dispuesta a que me reembolsaran unos cuantos affaires.
-Hombre, ¡la Judith! -he oído.
Resulta que una está en tierra extraña (como cantó la Piquer), pero se encuentra, asiduamente, con gente que resulta ser más española que una misma.
Un café. Un cigarro. Un poco de diálogo (que nunca viene mal recordar esta tradición). Y un móvil sonando.
...Serrat.... Dijo una voz popular... Y bastó eso para recordar....
El pueblo, los altares, el olor a incienso, el silencio donde redobla la campana. 10 , 15 , 20 años.... La procesión, el Calvario, las torrijas. Este Jueves apenas santo; aquellos viernes de cuaresma; todos los domingos que nos sirvieron de resurreción. Esto no es un apego especial por "estas fechas tan señaladas". Quien me conoce, sabe que ni mucho menos. Sólo, la nostalgia taciturna e hipocondríaca de Machado, de Serrat. De las tradiciones de las que tanto he renegado (y reniego), recordadas hoy con un "¿Qué estarán haciendo ahora éstas....?" Porque todo se hace pesado cuando lo añoras lejos de casa.... Hasta lo que no gusta.
En fin, supongo que una, por lejos que se vaya, por diferente que sea su opinión, no deja de ser quién es, ni de formar parte de su paisanaje particular.... Así que, me voy a dar el lujo de estrenar mis altavoces nuevos y emocionarme un poco con la Saeta y la voz del JoanMa....
Aprovechad las torrijas, que aquí no llegan.
¡Felices vacaciones a todos!

miércoles, 24 de marzo de 2010

A mi sombra.

Sombra, triste compañera
inútil, dócil y muda,
que me sigues dondequiera
pertinaz como la duda.

Amiga que no se advierte,
compañera que se olvida,
afirmación de la vida
que hace pensar en la muerte.

Retrato, caricatura…
Algo que soy yo y no es nada.
Cosa singular y pura,
al par que broma pesada.

Obsesión y diversión
del poeta solitario.
Insignificante y vario
tema de meditación.

Primera copia grosera
del cuerpo, y quizá del alma…
¿Por qué esa terrible calma
muda que me desespera?

Querría a veces borrarte,
pintura de brocha gorda.
…Mas yo he oído tu voz sorda
y opaca en alguna parte.

Y conozco tu bondad
socarrona y oportuna.
Y tus bromas a la luna,
y tu gran fidelidad.

Dime, pues, en la postrera
hora, en el último trance,
cuando la luz no me alcance,
¿tú dónde irás, compañera?
Compañera que se olvida,
amiga que no se advierte…
afirmación de la vida
que hace pensar en la muerte.

Manuel Machado.