El deleite de Nunca Jamás me atrapa, me hace vaga, "melancólica, taciturna, hipocondríaca" (Machado). Y no me resisto, porque me niego a ser otra cosa. Con chaleco y sombrero... paseando por las gotas que el Puente de Segovia dejó tras meses de hacer maletas y moverse de aquí para allá con un único punto fijo... que era tu puesto de trabajo. Y mientras, el horizonte buscaba tus silencios.
Por eso, cuando aún no hace lustros que dejé de verte, te pienso a mi lado, sin frío. Y los nervios, el miedo, recorren los pasillos rodantes que me llevan a la meta de no sé muy bien qué. Sin pertenencias que agobien, sin sentido común, sólo inercia. Ando de un lado a otro buscando tu voz, pero no encuentro otra cosa que un hilo hecho añicos. Es como llegar para volver a marchar. El juego de nunca acabar, donde el tiempo tampoco te deja estar presente esta vez...
Te recuerdo...
Mi sombra, abandonada delante de tu escritorio...
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