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martes, 21 de enero de 2014

Tradición y Vanguardia: el Futurismo es Ahora.


Escritura funcional, esquemática, en la que prima la inmediatez, la rapidez por la que ya abogaban los primeros manifiestos de las Vanguardias históricas. ¿Eran estos oráculos, profecías? ¿Poéticas de la anticipación? Aunque, ¿no son todas las poéticas voz de porvenir, por lo que de aviso tiene hacia el hombre?

Si atendemos a este principio del "ahora" y el "ya mismo", tendríamos una línea recta desde, aprox. 1900.

Expresionismo > Dadaismo > Futurismo > Ruptura Mundial I y II > Estructuralismo > (¿Posmodernida?) Neovanguardia


Todo es experimentación. Desde aquel Realismo de Galdós, esa mirada con vistas al infinito desde la azote, omnipotente, omnipresente, de correveidile que se nos vendía como un bloque entero, un mazacote de realidad uniforme y lisa; desde el realismo, decía, todo ha sido experimentación. Se podría decir, incluso, que el siglo XX ha sido experimental. En todos los sentidos. Experimental y experimento a la vez. Tras la toma de conciencia, del grito munchiano cansado de la realidad, todo se ha basado en experimentar: revoluciones, manifiestos en contra - a favor de, contrarrevoluciones, bombardeos, explosiones, creaciones, transcreaciones, reinventarse.
Véase que, sobre todo, se modifican cinco pilares básicos: el tiempo narrativo (Proust, Woolf o Mann), el espacio (Faulkner), la estructura (Huxley, Dos Passos), el narrador (Valle - Inclán) o el punto de vista ( Robbe- Grillet) y hasta el lenguaje (Joyce).


Si en la Ilustración el poder de la razón, del "yo" cartesiano, el "yo" de los salones y la corte confiaba plenamente en la ciencia y su progreso, el Romanticismo llegó como un recordatorio. Un "yo" subjetivo que se lo veía venir. Porque ya se sabe que antes de llover, chispea. Y los románticos, más temerosos del yo que enamorados, sabían del desencanto frente a una realidad que no daba todo aquello que prometía - de ahí, quizá, la irrompible asociación con el sentimiento amoroso.
Decía Nietzche
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
La Ciudad, la ville de Baudelaire y su carroña. El hombre puesto contra las cuerdas del progreso, contra su propio abismo interior; el hombre que grita y no se le oye; aún más, que grita y no es escuchado por sus iguales, porque ¿acaso quedan iguales? ¿Acaso el "yo" tan individualizado puede esperar encontrar a sus iguales? Si la tribu, como decía el filósofo, es identificación, ahogo de la identidad personal en beneficio a la comunidad, ¿qué pasa con el "yo" ahora? El "yo", y fíjense que siempre es un "yo" en minúscula, está perdido en el mundo que, hasta entonces, le era habitual. ¿Seguro? Si no se reconoce a sí, ¿cómo reconocer al resto, al espacio, al tiempo que venía ubicándoloy en el que ahora no es más que un punto des-ubicado?
Entonces La metamorfosis (1915),  The waste land (1922), la consagración de ese Paraíso perdido de Milton... en 1667. Sí, asusta la prontitud de algunos. ¿Sería Milton un primer vanguardista?
Entonces las vanguardias, el mazazo a esa realidad - tradición; la campana de vidrio bajo la que vivía el hombre - under the dome - se resquebraja en mil y un pedazos. Ya no hay una sola puerta por la que acceder a la realidad. De hecho ya no hay puerta. O sí, quizá se crearon muchas entradas a esa nueva tierra no habitable. Quizá cada uno de esos cachitos de cristal conformase una mirilla, un ángulo por el que asomarse y ver qué sucedía, cómo entender lo que pasaba. La campara era a la tradición lo que esos pequeños cristales a las vanguardias. Una lente = una Vanguardia.
No es casual, pues, que el dadaísmo optase por la destrucción de todos los códigos y sistemas establecidos en el mundo del arte. O en el mundo en general, si lo extrapolamos al pensamiento de Tzara. ¿Pero fue opción u obligación? ¿Qué quedaba en 1918 de lo que el hombre había recibido (¿concebido?) por herencia? Nada más que la necesidad de enfrentamiento y ruptura. El movimiento que siempre nos decían en el colegio, eso de un tal Marinetti, los coches y la Victoria de Samotracia. Tan sencillo como la reacción del dinamismo, de la necesidad de moverse, de salir corriendo frente al estancamiento del mundo que se quedaba obsoleto para el hombre nuevo, moderno, de las ciudades, tan individualizado y olvidado de sí.
De la web www.elarteporelarte.es

¿Les suena eso de o te mueves o caducas? Pues ya ven, puro Futurismo sakiriano... ¿Serían las greguerías las abuelas del twitter?

"Ismos" entonces, como mirada, perspectivas, distancia(s) necesaria(s) para la ruptura.
Con esta separación todo se dilata, los significados, las relaciones son más laxas, se ven alteradas. Todo tiene que re-ubicarse, re-encontrarse, re-crearse. De ahí que en las artes se buscasen y naciesen los nuevos lenguajes para la expresión del nuevo hombre. ¿Recuerdan que al principio les decía que todo venía siendo experimentación desde, aprox. 1900? Pues aquí lo tienen: el Surrealismo o el arte centrado en el Yo, ya en mayúscula, en su busca (casualmente, don Pío ya en 1904, casualmente...) y ese Nuevo Mundo 2.0 a re-descubrir... El Ojo del Surrealismo como un embudo que busca implosionar para poder recomponer el viejo mundo en uno nuevo, darle forma, como un Osiris. 

Pérdida, Experimentación, Búsqueda. 
Estas tres palabras lo resumen todo. Disculpen el devaneo...


***
Fragmentos de comentario y apoyo


1.
 I - The burial  of the dead (pp. 194-215)
The Waste Land (1922) Ed. Cátedra Universales (ed. bilingüe Viorica Patea)
 T. S. Eliot

<<April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land,mixing
Memory and desire, sitirring
Dull roots with spring rain.
Winter kept us warm, covering
Earth in forgetful snow, feeding
A little life with dried tubers.
Summer surprised us, coming over the Stanbergersee
With a shower of rain
[...]and when we were child
[...]My cousin's, he took me out on a sled,
And Iwas frightened. He said, Marie,
MArie, hold on on tight. And down we went.
In the mountains, there you feel free.
[...] What are the roots that clutch, what branches grow
Out of this stony rubbish? Son of man,
You cannot say, or guess, for you know only
A heap of broken images, where the sun beats
[...] And I will show you somethign different from either
Your shadow at morning striding behind you
Or your shadow at evening rising to meet you;
I will show you fear in a handful of dust.
[...] 'That corpse you planted last year in your garden,
Has it begun to sprout? Will it bloom this year?
[...] You! hypocrite lecteur! - mon semblable - mon frère!' >>



2.
VI- Nieve (pp. 680-726)
La montaña mágica (1924) Ed. Poket Edhasa (trad. Isabel Gª Adánez)
Thomas Mann

"Afuera reinaba la nada sombría [...]  como un pálido fantasma, un mortecino reflejo del mundo sensible en medio de aquel paisaje enajenado, convertido en una inmensa nada blanca. Todo parecía haberse disuelto en aquella delicadísima blancura en la que no quedaba ninguna línea que los ojos hubieran podido seguir para guiarse.
[...] El mundo presentaba un aspecto mágico, infantil y cómico. Todos aquellos almohadones blancos tan gordos y esponjosos [...]bajo los que habían quedado escondidos arbustos y rocas, todo aquel paisaje sepultado y agazapado bajo un blanco colchón, embozado hasta los ojos como un personaje de teatro, hacían que la realidad pareciese [...] una jocosa estampa sacada de un cuento de hadas. Mas, si el escenario en el que tan difícil resultaba moverse se antojaba cómico y fantástico, el fondo que se veía en lontananza [...] evocaba lo sublime y lo sagrado.
[...]Nevaba en silencio. Todo se iba borrando. La mirada, perdida en aquella nada de algodón, se tornaba somnolienta [...]. No había sueño más puro que aquel sueño helado, sueño sin sueños, libre de cualquier reminiscencia del peso de la vida, ya que respirar el aire enrarecido, inconsistente y sin olor de allá arriba resultaba tan fácil al organismo como la ausencia de respiración de los muertos. [...] Un baile de fantasmas enmascarados.
[...] Aquello ya no era una nevada, era un caos de oscuridad blanca, una monstruosa locura. Una fenomenal aberración de una región que de por sí ya estaba fuera de los límites de la mesura.

[...]No, aquel mundo, en su silencio insondable no tenía nada de hospitalario; acogía al visitante a su propia cuenta y riesgo; en realidad no lo acogía, sencillamente toleraba su intromisión, su presencia, de una manera un tanto inquietante, como si no respondiera de nada; y de lo que de él se desprendía era una atmósfera de amenaza ante lo absoluto, ante lo más elemental, ante algo que no llegaba a ser hostil sino que era la pura imagen de la indiferencia, de una indiferencia mortal. El hijo de la civilización, ajeno a aquella naturaleza salvaje por su educación y sus orígenes, era más sensible a su grandeza que sus rudos hijos vástagos, aquellos que dependen de ella desde la infancia y que viven con ella en un plano de prosaica familiaridad.
[...]Lo que, sin embargo, no había conocido entonces era la tendencia a acercarse tanto al abismo de esa naturaleza mortífera  [...] él, que era un débil hijo de la civilización, no se había aventurado nunca a mirar al monstruo tan de cerca o, cuando menos, a no huir de él [...] con vergüenza de no ser más que un mero espectador bien guarecido.
[...]Se adentraba en la nada  envuelta de niebla [...] y se encontró sumido  - es más:perdido - en una soledad más profunda de lo que jamás hubiese podido soñar, tanto que le inspiró miedo [...]y se sintió poseído por una emoción, por una simpatía inmediata y ferviente hacia su corazón, hacia el corazón del hombre que latía en medio de ninguna parte, en medio del vacío blanco, a solas con sus interrogantes y sus enigmas.
[...]Sólo había una posibilidad: hacia abajo [...] Aquel miedo le hizo comprender que, hasta aquel momento, se había esforzado de manera inconfesada en perder el sentido de la orientación, en olvidar en qué dirección estaban el valle y la aldea [...]. En lo más profundo del alma de una persona joven [...]se van 'acumulando' muchas cosas que, un buen día, hacen explosión en la forma de un ¡Vamos! o en un ¡Ahora verás! llenos de amarga impaciencia; en una palabra: se traducen en un reto y en una rotunda negativa a ser prudentes. Éste era el estado en que iba deslizándose sobre sus patines por aquella ladera.
[...] Pero así era como caía uno [...] Uno no hacía más que dar vueltas, se agotaba en el intento convencido de que servía de algún provecho, y en realidad describía un enorme círculo totalmente absurdo que se cerraba sobre sí mismo [...]Y sucedía que caminaba y caminaba y no encontraba el camino de regreso jamás."

***

...y en esto andaban los hombres cuando llegó 1939 y los dejó sordos más de seis años...

viernes, 29 de noviembre de 2013

Día de las librerías

Entre los carriles de las vías del tren, crecen flores suicidas.
Ramón Gómez de la Serna

La banalidad en la literatura llegó con la modernidad literaria de principios del XX, a grosso modo, como producto artesano de manos de Mrs. Woolf. No importa el tema, miremos la forma. No el qué, sino el cómo. El vómito de vida sobre el papel. Obviamente, tal soporte de escritura no tenía nada que ver en esto, pues no contaban con ningún medio más.
La banalidad en la litertura de la posmodernidad ha llegado, tal vez, con el e-book... only if we can't see past the end of our nose. La herramienta, el utensilio, no es el cómo -igual que para no lo fue el papel para el grupo de Bloomsbury. Éste no puede ocupar el lugar de un Complemento Circunstancial de Modo - para eso están los movimientos literarios, las corrientes, las tendencias,... Como mucho, un desconocido Complemento Circunstancial de Instrumento que intenta ascender a la alta posición de Sujeto-Tema. En tal caso, si un autor hablase sobre el soporte que utuliza a la hora de esculpir su obra, podríamos hablar de literatura informática o metainformática, de la informática como tema literario,...No cabe ni siquiera incluirlo en una hipotética reformulación del debate forma vs. fondo, 3.0

La banalidad en (y no de) la literatura posmoderna no ha llegado, pues, con el libro digital como nueva experimentación del interrogativo cómo en el siglo XXI, sino con la experimentación elevada a la enésima potencia por parte de ciertos escritores ya en los años 60. Ejemplo: el grupo OuLiPo ("Ouvroir de littérature potentielle" --> "Taller de literatura potencial"): puesta en práctica de las teorías deconstruccionistas del amigo Dérrida. Volvemos al leguaje como puzzle o rompezcabezas, el arte combinatorio de la permutación y la variación empleada por los músicos rusos ya en las Vanguardias históricas; el vestido de gala con el que salen a escena las vedettes Teoría y Crítica de la segunda mitad del XX. Banalidad como tema tratado en manos de la experimentación y los juegos del lenguaje - ¿acaso el siglo XX es algo más que eso?: George Perec, Italo Calvino, Marcel Duchamp o Raymond Queneau, entre otros muchos.

La banalidad en la literatura es una cosa; la atrofia del órgano lector, otra muy diferente. La banalidad en la cultura es algo, además de mal entendido y considerado, diametralmente opuesto a la banalidad de las mentes que conforman esa cultura -tanto como paisaje/paisanaje-, aunque grandes voces se empeñen en diluirlo todo en una sombra llamada "sociedad del espectáculo". Amazon, Google Books, Yahoo!, Apple y demás marcas que nos hacen agonizar en la cultura del consumismo exacerbado, nadan en el medio digital de ese mercado. Si bien es verdad que éste condiciona la cración literaria actual -de ahí el neoboom con los Best Sellers-, estas empresas-que-construyen-ebooks-que-se-creen-algo ,no tienen, ni de lejos, el gran privilegio de ser temas o leitmotivs en ninguna obra literaria hasta ahora.
Necesitamos más perspectiva - más tiempo y espacio, más apertura de mente y de normas canónicas - para afrontar y adaptar lo mejor de nuestra cultura literaria a esta nueva etapa del arte: saber aceptar como tal los mash up, la narrativa tecnológica, la narrativa híbrida, los hipertextos, etc. Al fin y al cabo, el gran especialista en pastiches y collages fue James Joyce en 1922... Y miren la que lió presentando al nuevo Ulises envuelto en una manta cosida con los retales que quedaban de Tradición...

Felíz día de las librerías y los libreros.

lunes, 21 de octubre de 2013

De-forma

En poesía, la forma va por dentro. JRJ
En música, también. A. M. Molina.

A fin y al cabo, poesía es ritmo, palabra y música atrapadas bajo la forma o gracias a ella, forma que canta y cuenta. A. Machado.

Apre(he)nder una lengua mediante el ejercicio lector es desarrollar un instinto de detective: qué misterios hay en cada una de esas formas – que llamaremos palabras – desconocidas presentadas por primera vez; acabar con la incertidumbre que la hace extraña a ella y desconfiados a nosotros. Apre(he)nder una lengua mediante el ejercicio lector es abrazar esas formas como queriendo desabrochar el sujetador del ser deseado; la liberación del anillo de hierro (G.A. Bécquer) para que se desparrame sobre la mesa derramando todo su significado abrupto y pulible, arcilla maleable sobre la mano izquierda, que es la que moldea desde dentro. Pero, ¿se puede tener a la forma sólo como a una argolla del significado? ¿Es, pues, estanca o busca restallarlo desde dentro para dotarle de nuevos contextos?

Un ejercicio para ver esta cuestión de-forma son los Diarios de Colón (dejemos de lado cualquier tipo de interpretación que del texto se haga basándose en la demagogia política actual. Aquí sólo literatura y hombres). Monólogo-desvarío, pues, de quien se topa con lo inesperado, con un ente oculto al individuo que va más allá, tentando; como uno mismo atrapado en un cuento de ciencia ficción: visión de palmeras sevillanas en los montes venezolanos. Casi un surrealismo realista.
Ante esa nueva realidad, maravillosa, el léxico diario del hombre se agota en sí mismo, se ve sobrepasado por aquello que ven los ojos más allá de sus narices. Se pierde el sentido y substancia del lenguaje conocido a causa de la novedad y la otredad de, en y a través de la experiencia. Estamos, de nuevo, con lo que la literatura moderna dio en llamar “incomunicación o incapacidad de expresión del lenguaje” y la consecuente deconstrucción del mismo – preguntarle al hombre porqué es hombre o al lenguaje porqué dicen lo que dicen de modo tan arbitrario. Debido a esta inhabilidad léxica aparece un hueco: en el vacío de las ropas gastadas e inservibles que revestían nuestra terminología básica sólo queda la percha – si seguimos con la metáfora –,  el frasco que mantuvo la esencia: la forma. Ésta permite, sin separarnos de nosotros mismos, re-inventar lo in-existente hasta ESE momento para NUESTRA realidad mental e imaginaria. Agarrar la realidad y darle – o darnos a conocer – otro perfil, hacerla poliédrica y mutable. Cuestionable y válido en su conjunto, porque eso recién contado ya es real gracias a que se ha verbalizado. Ya no es una idea: es un algo que existe. Como un escocés con falda en un pueblo de la Castilla profunda tocando la gaita, un marciano en busca de Gurb o tres barcos perdidos en mitad del océano. Colón, cuando levanta la vista y ve lo que ve, intenta describirlo empezando, de nuevo y sin saberlo, el verdadero viaje: el periplo lingüístico y léxico. Durante aquel ejercicio de escritura no era más que otro lector enfrentado a una nueva realidad que se le muestra y que él trata de re-crearla a través de la palabra. Un círculo perfecto donde caben realidad, ficción y re-creación mediante el poder de lo escrito.

Así, la novedad que supone comenzar a desentrañar la forma, ya sea de una visión o de una lengua extranjera, no es más -ni menos- que el enfrentamiento a la lectura de lo desconocido e indecible, de aquello que nos asusta por no tener realidad definida ni delimitada, siquiera por la palabra. El único descubrimiento positivo a celebrar fue, pues, el de la re-creación a través de las palabras del continente americano, que transmutaba aquella neovisión al ignorante hombre "de este lado del océano" hacia planos más reconocibles para él, ya apre(he)ndidos.

¿Podríamos decir lo mismo de la traducción? Hay quien dice - Consuelo Berges, "la voz de Stenhal"  en nuestra lengua - que la traducción es un género más de la literartura, como un tejido regenerado gracias a otro ya existente: 
«una buena traducción no debe de ser nunca una transposición. Es ya de por sí un género literario, porque si el autor pone el alma y el hueso, el traductor pone la piel». 

La traducción como un ente invertido, patasarriba, una tela dada la vuelta, reversible. La piel como forma, quizá, que dé nuevas realidades a aquello desconocido puesto a nuestro alcance. 

La forma, por tanto, va por dentro, muy al contrario de lo que se cree o se nos dice desde definiciones oficiales – configuración externa demolde en que se vacía algo… 
Que la forma va por dentro es, en definitiva, el único camino que tiene de no ser opresora (de-formadora) del fondo, sino su motivo de vida, expresión y desarrollo.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Elegía.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

"Yo sé todos los cuentos",
León Felipe


"Ha muerto Paulino"

He is gone. Igual que se van las palabras o el tiempo o el polvo y la arena del parque. Quizá no es malo, pero sí triste, igual de triste que pisar un charco, un recuerdo, el desequilibrio.

Esta mañana muchos compañeros de facultad hemos recibido el triste mensaje por la desaparición de Paulino Ayuso. Su voz en El Mal poema de Manuel Machado, en la escena del asno y la iglesia de Réquiem por un campesino español, en las palabras de Aub y su opinión sobre el bachillerato y las raíces de uno. Su voz transmitiendo un mensaje: el amor a las letras, a la literatura del siglo XX. Quizá, hace siete años, alguien se quedó con esa voz y alargó el eco, durante muchas lecturas, hasta un doctorado en humanidades.

Gracias.

***

Adiós 
Luciano G. Egido
La única verdad es la literatura.
Fernando Pessoa 
Estaba condenado a muerte y los médicos le echaban de seis meses a un año de vida. Como es sabido el cáncer no perdona y ya era tarde para todo. Él ya se había hecho a la idea y había empezado a despedirse del mundo con una extraña resignación suicida. Hacía mucho tiempo que se había separado de su mujer y los hijos se habían desentendido de lo que le ocurriera. Sus amigos estaban muertos o vivían lejos y no quería darles el espectáculo de su agonía ni el golpe bajo de la crecida de sus remordimiento. Le hubiera gustado visitar por última vez algunos paisajes, que le habían congraciado con la naturaleza, y algunas ciudades donde había sido particularmente feliz, con toda la vida por delante para recordarlas. También hubiera querido encontrarse con algún viejo amor inolvidable, con alguna continuada manera de contemplar el mar, como la primera vez, y con algunos lugares, unidos a lecturas y a situaciones especialmente gratas. Pero todo le parecía irrealizable, porque exigía un esfuerzo que no se sentía con ganas de iniciar y menos de concluir. 
 Le quedaban los libros, más dóciles que su familia y más fieles que sus amigos. Los libros habían sido su pasión más fuerte y más duradera y los que habían ocupado la mayor parte de su pasado feliz. Muchas de las horas de su existencia, tan baqueteada y tan onerosa, las había pasado leyendo y en este ejercicio había aprendido todo lo que le había hecho falta saber. Arrastraba una deuda impagable con sus libros preferidos, inagotables, sorprendentes, luminosos, siempre cercanos. Podía señalar sin error la fecha en que cada uno de ellos había entrado en su biografía y el milagro que había esperado encontrar en el arcano interior de sus páginas cerradas. Recordaba la librería en que los había comprado y por supuesto el sitio exacto que ocupaban en su biblioteca. Le encantaba recorrerlos con la mirada, reconocer su título sin equivocarse y hasta acordarse de los avatares crueles de su encuadernación deteriorada. Coger alguno, hojearlo y comprobar los motivos de su adquisición, le producía un placer renovado, aunque a veces la memoria, después de tantos años, se resistía a completarlo. 
Por eso quería despedirse de ellos, por gratitud, por obligación moral, por lo que si fueran hombres se llamaría honestidad. Aquel deseo era probablemente el trago más doloroso de su enfrentamiento con la muerte. Iba a romper una vieja lealtad de la que no quería deshacerse. Eran muchos años de convivencia y no podía llevárselos con él, allí donde fuera, para perpetuar sus débitos. Calculó el tiempo que le quedaba y no había ninguna posibilidad de leerlos todos otra vez, de resucitar las antiguas alegrías, sus descubrimientos definitivos, los oasis de su fertilidad. Un libro al día, incluyendo los domingos, le daría para muchos años. Se le escapó una lágrima de protesta infantil ante la confirmación matemática de la locura de su proyecto. No eran tantos; pero eran demasiados para el plazo disponible. Por lo menos tardaría de diez a quince años en terminar aquella vuelta de despedida que sería su adiós a la vida, con toda la conciencia de su caducidad y toda la pena de su valor inabarcable. En resumidas cuentas, no había derecho a aquella injusticia desaprensiva, que no respetaba ni los mínimos derechos de un hombre. 
Escoger un libro, para iniciar la ronda, le costaba un disgusto, porque no sabía por cuál empezar. Leer algunos era dejar de leer otros y el tiempo apremiaba. Cada uno tenía su atractivo y el gozo de recuperarlo formaba parte de la felicidad prometida. ¿Cómo no despedirse de Proust, que le había desvelado el don de la mirada de la memoria? ¿Cómo olvidarse de Borges, que le había conmovido como un diamante tallado de una inteligencia artificial? ¿Cómo no releer a Faulkner, que le había enseñado a descubrir al prójimo, al negro que llevamos dentro? ¿Cómo irse sin haber vuelto por última vez a la luz mañanera de los sonetos de Petrarca? ¿Cómo no decirle adiós al pobre Don Quijote, perdido en las alucinaciones de su cerebro y de su tierra, de su marginación perpetua, de su obcecación suicida? ¿Cómo no recorrer el mundo a pie con Baroja, entre asperezas sentimentales? ¿Cómo abandonar al pobre Hamlet y dejarlo vagar a su albedrío sin una mirada de reconocimiento y de solidaridad? ¿Cómo no resucitar los convulsos sentimientos de Dostoievski, que tanto bien le hacían, aunque le dolían como un remordimiento? ¿Cómo renegar de Rilke y de su dolorosa lucidez? ¿Cómo resignarse a no volver a dialogar con Kafka, tan hermano, tan desgraciado, tan solitario y tan sufrido? 
Los días pasaban y no se decidía por ninguno, hasta que cortó por lo sano y optó por el orden alfabético de una selección de sus clásicos amores y que fuera lo que Dios quisiera. Empezaría por San Agustín y hasta donde llegara. Se temía que no alcanzaría ni siquiera la Alejandría de Durrell y mucho menos el Japón de Kawabata y menos todavía el París de Zola. Fue una carrera contrarreloj. Notaba que la enfermedad le iba invadiendo, como el nivel del agua en los cántaros de la fuente. Pero seguía leyendo contra viento y marea, con el gozo renovado de siempre, con el ánimo de un heroísmo cotidiano. Su organismo luchaba no contra la supervivencia, sino contra el tiempo. Notaba que las fuerzas le abandonaban, sobre todo al acercarse el plazo fatal de los seis meses anunciados y descubrir que estaba todavía en Camus. Apuraba las horas de sueño y la luz de los ojos, con el solo paréntesis de la noche para ganar la paz de la lectura mañanera, que a veces se le hurtaba por un cansancio excesivo. No podía más. Pero no se rindió. Vivía exclusivamente para leer y los libros le hacían vivir, no sólo venciendo a la muerte, sino duplicándole el gozo de la precaria vida que le quedaba. Era penoso terminar un libro y esperanzador iniciar otro, que se encendía con la luminosidad de una mañana de verano. 
El plazo definitivo del año se cumplió y esperó serenamente el desenlace con Garcilaso entre las manos y se dijo: «Que venga la muerte cuando quiera; pero me encontrará leyendo». Y no se murió, porque a veces los médicos no aciertan en la difícil previsión de las reacciones del insondable organismo humano. Y poco a poco empezó a creer en el milagro y leyó como si se drogara con una fruición renovada el Ulises de Joyce y hasta tuvo tiempo de coronarlo y cotejar la versión de Salas Subirat con la de José María Valverde. La furia irónica de Larra le vino como anillo al dedo para entretener la espera. A los dos años se enfrentó con La montaña mágica de Thomas Mann y consiguió llegar hasta el final, aunque le parecía imposible. El tiempo se dilataba para su satisfacción y los libros seguían acompañándolo en aquella carrera de fondo, que le dejaba sin aliento. A veces se desvanecía, se le iban las letras y se conformaba con acariciar el lomo de los libros, como si tuvieran piel humana. Aquellas interrupciones le parecían faltas a su deber, desfallecimientos de su moral. Cuando cerraba los ojos creía continuar leyendo de memoria. Los médicos estaban asombrados de aquella recuperación inexplicable. 
Pasó por Melvilla, Novalis, O’Neill, Pessoa, Quevedo, Rulfo, Sade, Tolstói y cuando estaba entrando en Unamuno y creía que había vencido a la muerte, se murió.

jueves, 23 de mayo de 2013

Expertos en lo No

¿Qué pasa con aquellos que somos expertos en no-ser-expertos-en-nada? El término, seguramente, cambie de significado. Ser experto en no-ser, que sería igual que ser experto en (la) Nada, tan diferente y lejano de no ser experto en nada.

La experiencia de no haber escogido con suficiente praxis, por ejemplo, una carrera, y reincidir en ello, por ejemplo, con el máster o el doctorado o el segundo idioma o el cúmulo de estudios habidos y por haber en el haber mismo del Experto en lo No. La experiencia en no tener un sueldo fijo, un trabajo, una idea compartida con más de equis millones de votantes. La experiencia de no haber viajado a la X que marca el lugar. La experiencia que te da no haber visto tal o cual película. O verla y poseer la experiecia de quien comprende que che, tampoco fue tanto, entiendo porqué era experto en no haberla visto... La experiencia de no haber leído el libro cumbre y necesario para ese momento de encrucijada. Un dúo de voces ajenas en la Cava Baja, alternando, jamás leí Borges, che, no sabes qué envidia, me encantaría ser tú que aún no le leíste nada y poder volver a ese punto cero, para redescubrirlo con ese orgasmo tan propio de las letras y de la soledad.
Creo que el experto en lo No prefiere ese tipo de reflexiones, de bajadas a su tierra de la Expericneia en lo No, antes que las del erudito que escupe babas de azufe, el que se sabe experto en Todo, mirando de pies a cabeza, comiéndoselo entero de un bocado, por el pecado mismo que conlleva el ser experto en, devorándolo con los ojos como la serpiente al sombrero de El principito. La experiencia en no saber diferenciar entre los numerosos Alfonso V peninsulares, tan de moda, tan vecinos, muertos tan jóvenes todos. O no. La experiencia de no saber(lo) con seguridad. La experiencia de no caminar seguro (o lo que podría ser igual, la experiencia del sonambulismo, cuerda floja sosteniendo el ir y venir del sueño, pero a través de él. A ver quién reprueba ésa, carajo, ni Derridá con su Différance adivinaría el puente entre una f y una s). La experiencia de no saber quedarse sólo con la teoría y necesitar dejar de filosofar un poco, porque, che, quizá haya que hacer algo en este mundo de mierda. La experiencia en no saber, en definitiva, ser otros, tan expertos en sus noes particulares, tan empecinados en hacerte ver que, che, atiende a razones, fijate en mí, perito confiable, negando lo relativo, tienes que ver o leer o viajar o tocar instrumentos más allá de la cuchara de madera de la cocina, o qué sé yo.

Aquello, dicen, para ser digno de la Experiencia, que es vida, que es error, que es prueba, ensayo posible gracias a la naturaleza del que se mueve detrás y por encima del hombro engreído y a costa suya. Experiencia existente y altivez gracias al concepto del ser Experto en lo No de otros, de aquel no-ser-experto-en-nada...

viernes, 5 de abril de 2013

À la recherche de l'ent perdu...

Llegó el momento de hablar de Derrida. Ya es hora de que haga aparición aquí el temido teórico, bandolero en fuga de cualquier dogma academicista y/o académico (que no es lo mismo) o regla preestablecida sobre la lengua, el lenguaje y los mundos que a través de la palabra crea el lector/autor/hablante. Porque, en resumidas cuentas, Derrida, Bloom, De Mann, etc. no son más que los "anti", herederos del Postestructuralismo que viene a tirar por tierra las apuestas de hacer científica a la Lengua. 
A esta especie de ansia de derribo ante todo aquello que el Estructuralismo intentó hacer norma y dogma puede añadírsele otra premisa básica "No es lo mismo... que parece que sí...pero no". La différance, en resumidas cuentas.
La différance o el Tiempo en la palabra. Un "Todo pasa y todo queda",solo que teniendo en cuenta ambos estados, porque Pasar y Quedar, igual que Ser, son condición y condicionante de lo que ya es. El acuse de los años, el peso de esa arena en el reloj que cae y recae en el mundo de la lengua y el lenguaje, insaciable vector arrojado ad infinitum aun sabiendo y aceptando su telicidad. Pero también el paso del Tiempo. También la huella que deja, el rastro de salivas en el políglota boca a boca de la lengua. De tal modo, la différance pasa a ser ese pequeño detalle, ese gesto de preocupación por el hoy o la esperanza ante el futuro o la intención que no terminó de salir de esas puntas de los dedos o de las lenguas y que quedó detenida, retenida en ese retrato nuestro. 
"mi dios y yo que ya soñábamos con este hoy" (1)
Différance como ese rasgo que hace que nos sorprendamos en el presente, pues quizá es éste lo único del todo fugitivo, al vernos huídos, mudados, en una foto de hace 15 años sosteniendo en la mano izquierda una tacita rota de la abuela, cuando ¡caray! qué extraño, si jamás fuimos zurdos... Différance como palabra-imagen, testigo de lo que aún no, pero. Différance en el lenguaje y éste como álbum de fotos, como memoria donde buscar(nos) y reconocer(nos) (en) la nada que sustantiva el no, lo que no (somos pero está por ser); esa primera mirada de veraneantes perdidos que acabará en una casa, un coche, dos hijos y quién sabe cuantos casamientos y velorios compartidos de a dos. Différance como la identidad desconocida o por conocer, lo no pulido de la palabra, su esencia, aquella que es sistematizada anacrónica, atópica e incluso utópicamente en los diccionarios: aquel estado cambiante, en continuo flujo, inalcanzable, que se adapta al entendimiento de quien lo emplea para encontrarse a sí misma y continuar formándose en la ardua tarea de transformarse en lenguaje viviente más allá. Creyéndose lista para debutar, vistiéndose para acabar desvestida y, en su desnudo encontrar la nueva piel que la revista. 

"desnuda mía para siempre!" (2)
Vitra Design Museum, Frank Gehry, (Weil am Rhein)
Différance o casualidad. O causalidad. O Què sais-je?, tempus fugit lexicografiado. Différance o el ente perdido en continua formación. Un  yo que se construye, que se edifica: geometría no euclídea, forma no rectilínea. Palabra o yo o edificio en obras perpetuas. Différance como Palabra-yo frente al espejo, reconociéndose en un otro por el camino. 

Aunque,
 "¿para qué llamar caminos/ a los surcos del azar?" (3)
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(1) "Floración primera", J.R.Jiménez
(2) "Vino primero pura...", J. R. Jiménez
(3) Probervios y Cantares, II. Antonio Machado.

domingo, 3 de febrero de 2013

El abecé del sistema en Sansueña.

Abuso, asco, acritud, arrastrados, arrogancia, atraco, antisocial.
Bandidos, beneficio, bipartidismo, braguetazo, burla
Carasduras, corrupción, costra.
CHarlatanes, chantaje, chorizos, chusma.
Degradación, demagogia, denigrante, dinero negro.
Egoísmo, espabilados, estafa.
Falsedad, ferocidad, furtividad.
Garrapatas, getas, guripas.
Hijosdeputa, hipocresía, hipertróficos, homofobia,horripilante, hurto.
Ilegalidad, inmoralidad, inmundicia, insulto, ignorancia.
Jactación, jodienda.
Kaka.
Ladrones, legañosos, lucro.
Manipuladores, mangantes, mentira, mofa, mediocridad,
Nauseabundo.
Ñ...
Opacidad, ocultación.
Peste, pesadilla, pucherazo.
Queja, quimérico,
Regurgitamiento, robo.
Sátrapas, sinvergoncería, sobresueldos.
Terrorismo, trapicheos.
Ufanar, úlcera, untamiento, urticaria.
Vergüenza, vaguedad, vendidos, violencia,
W...
X...
Y...
Z...

***

"¿Quién da más?" Así se desarrolla la vida política entre carcajadas y bailes-sin-máscaras de esos eruditos a la violeta que creen gobernar la alienada Sansueña.  Mientras tanto, en la esfera del día a día, el sol brilla por su ausencia de sonrisa en sonrisa. Golpe a golpe. Aunque la desilusión siempre prosiga a la esperanza...


(Gracias a Carne Cruda 2.0)

lunes, 24 de diciembre de 2012

Sansueña o el Feliz nacimiento de Mitra.

Esta cuestión de estar inmersos en la tradición-maraña de la que no nos libra ni el efecto rebote de la negación, a veces cabrea un tanto a los sansueñeros. 
Se reviste Sansueña para el evento esperado durante un año. Como manda la tradición católica, miles de tentáculos luminarios recorren el espumillón que va disfrazando los regueros de harina dulce. Las miles de cartas llenas de pequeños ojos se cristalizan en el papel charol que lo invade todo: bombones, regalos, apretones de manos, abrazos-sms, whatsapp. Modernidad para el nacimiento del niño que se salvó de milagro del supuesto meteorito precolombino.
Pero siempre queda un resquicio de duda en este bendito pueblo mesetario. Los mayas, el fin del mundo, las profecías del boca a boca a lo largo de los siglos le son demasiado familiares para ser ignoradas por ese mono loco que pasea sus calles. Caramba con las novedades: un pesebre sin mula ni buey, nueva nacionalidad de los Reyes Magos, ahora el Niño nació a la vez que Mitra y habremos de conformarnos con la pedrea del día 6 de enero. Preocupado de la razón o no de estos extraordinarios y celebratorios hechos, lo demás, melancólico, taciturno, hipocondríaco prisionero de la Arcadia del presente, le aburre. Si lo original es la novedad de ahora o el remontarse al origen del todo no le preocupa lo más mínimo y se pierde, encandilado, en el tintineo incesante de las bolitas de ensueño, Loterías del Estado.


 
(Sibilas detrás de la Catedral de Barcelona. 15.XII.2012)

Camine el sansueñero, baje hasta el valle que la nieve cubrió y pida por esta Unreal City que es Sansueña. Que Mitra traiga la luz y la abundancia con su sacrificio. O que la suerte le acompañe.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

The Walking Dead o porqué una acaba enganchada a las series yankis-zombies

En medio de un mundo conmocionado como éste, en el que vemos a diario cómo se violan los derechos de los niños desde la no escolarización o la esclavitud, hasta viéndoles morir sin empacho alguno mientras comemos, una no tiene nada mejor que hacer que ver series yankis sobre el apocalipsis zombie y cosas por el estilo. Y, al final, una descubre sorprendida, que a veces hasta tienen cosas en común...

¿Conocen ustedes The Walking Dead ( TWD)? Les dejo un link para que se informen si quieren, descarguen capítulos, etc. Pero, para lo que nos interesa ahora, les diré que había un vez en una tierra llena de zombies cómelo-todo tres niños: Carl, Sophia y Penny.

[Aviso que este devaneo es un spoiler como la copa de un pino... además de contener links a vídeos de youtube completamente zombie-asquerosos .]


El tema del niño en The Walking Dead salió, casualmente, el otro día en una reunión de amigos - terapiadeestudiantesdedoctoradosinbeca. 
Uno de los aspectos que más llama la atención en esta serie-secuela de cómic-, seguramente por las altas dosis de sangre, violencia y cosas desagradables en general, es el hincapié en la evolución de un personaje que siempre - por lógica humana o humanidad, simplemente - ha permanecido intacto, protegido de cualquier ataque. El niño, la infancia y ese perímetro sagrado que los happy endings nunca trataron. 

Entonces viene TWD y lo revienta. 

En la primera temporada veíamos a un inocente niño Carl que pasó de no entender nada inmerso en sus mundos de piruletas y escursiones a lo boy scout, a empuñar un arma a raíz de la desaparición de otro personaje infantil, Sophia. De ahí, a que ahora - temporada III- el chavalillo dispare sin dudarlo - quizá esto es lo más chocante: él fue educado, creció con esos valores -  median un par de capítulos. 

Ese segundo personaje infantil femenino se pierde en mitad de un bosque y no reaparece hasta bien entrada la segunda temporada, con el añadido de haber sido convertida en "caminante".De este modo, Sophia representa el segundo escalón, la conversión del niño en zombie, pero quedándose en el momento justo, en el duelo materno. Sólo vemos el resultado del desmoronamiento humano ("de niña a zombie", que diría Julio Iglesias...). Se pierde, pues, la niña y encontramos a un caminante más que el líder del grupo se ocupa de eliminar con un tiro limpio - otra escena que impresiona y hace vulnerable a la infancia, que permite corromperla. Niña perdida - niña encontrada - niña zombie - niña muerta. Resulta que primero han desvulnerabilizado al personaje del niño, inculcándole la posibilidad de ser convertido - atacado. Pero no se queda ahí la cosa, ya que el niño, una vez es caminante, posee cierto perfil psicológico dado, hasta ahora, mediante la actuación de ciertos seres cercanos, ya bien sea la madre en el caso de Sophia o la hermana en el caso de Andrea, motivo muy recurrente en esta serie.
Per ahora viene "la chica". Damos un paso más allá: hacia el lado violento-truculento-escatológico del zombie en sí. Esto es lo que hemos podido ver en la primera parte de la tercera temporada con la hija del Gobernador Philip, Penny. Ella sería el tercer paso en la evolución de este personaje del "niño" que, lejos de mantenerse a salvo, personifica la degradación, más que humana, mundana y universal que sufre este santo planeta. Vamos, que aquí no se slava ni Peter...

Y aún queda más: la neófita Judith (el bebé que veían en el video de la parturienta por cesárea). Pero eso supongo que lo dejaremos para próximos capítulos... 


Se deja abierta la línea de opiniones, sorpresas, desagrados, premoniciones, etc. para los frikis que sigan o no la serie, así como los adelantos (lo del spoiler o no ya lo moderaremos de alguna manera) de aquellos que hayan leído el cómic.



miércoles, 21 de noviembre de 2012

Nanas para adolescentes rotos



(Texto de canción de cuna con acompañamiento instrumental y vocal para modernos Peter Pan en momentos de devaneo desconsolado, melancólico o, simplemente, de toma de conciencia de la realidad.)
Ecuación con incógnita despejada [1 día = 10 años]

De mis ojos emigran dulcemente 
los pájaros perdidos de mi infancia.

"Un lugar",
en Árbol agónico (1945).
J. E. Cirlot






***

Berceuse
(del francés, 'canción de cuna')
Adolescentes rotos
flotan dulcemente en esta niebla
que moja mis manos y mi pecho
donde crecen los árboles tristísimos
de un mundo inerte, con ruinas que se mecen
en una canción no cantada por nadie. 
Llega suaves las barcas del silencio
como se fueron. Cada una
con su pálida doncella y su pequeño
pájaro muerto. 
La noche me comprende y yo la escucho
llorar en esta calma caída en mis orillas,
porque acaso no es sólo la esperanza
la enternecida madre que besa nuestros párpados. 
Y hay caminos cortados que nos llaman
como dulces campanas infantiles,
caminos por donde vamos de la mano
de nadie hacia la nada. 
La niebla lentamente va inundando
los valles y las frentes.
Adolescentes rotos
arden silenciosos en sus manos,
tan oscuras como esta voz que se pierde,
pero no tan dolorosas. sí, estas destrozadas ramas
a través de las que se verían estrellas,
si no fuese porque la soledad nos hizo ciegos. 
(Yo tengo en mis cuencas vacías
dos rosas nacidas de mi llanto.)
La noche me comprende y yo la escucho
caer sobre mis sienes desgarradas,
porque acaso es tan sólo en el abismo
donde nacen los trémulos ríos que atraviesan el desierto.
Y, eternamente, como se fueron,
llegan las barcas del misterio,
con la pálida doncella de las trenzas de ceniza,
con su pequeño pájaro muerto. 


Juan Eduardo Cirlot.

En la revista Entregas de Poesía, IV.  Abril 1944.


***


Voy a quedarme ciego, la noche me lo dice;
voy a habitar muy lejos de mis propios jardines,
voy a olvidar mis horas, mis lluvias, mis recuerdos,
mis árboles de plata, mis selvas de jacintos. 

"Ante la noche"

en Canto de la vida muerta (1946).
J.E. Cirlot