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lunes, 30 de noviembre de 2009

Preciosa o las panderetas



Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.

Ya lo dijo Lorca.

Y Cervantes, con su ingenio, tres siglos antes habló de ello en su Gitanilla. Tan grande era que lo destiló en prosa y verso.


Clermont, donde las luces permanecen encendidas hasta el alba; donde la navidad y sus primeros brillos sólo parecen existir en la escondida nocturnidad de este diciembre gélido; Clermont, pues, tras gastarse en luz, olvidó el ruido. Y es que aquí falta eso: el sentido del oído.
Nada de panderetas, ni aguinaldos, ni villancicos. Nada de desagradables matasuegras, ni bromas que suenan a ventosidad ocultas bajo la galleta de una silla; tampoco esos cigarros prensados, deshechos y liados por segunda vez que acaban en el estallido de un petardo de feria con el corazón de un fumador a punto de explotar. Nada de cabalgatas, nada de campanadas, nada de nada.
Nada de risas, nada de celebración. Sólo cumplidos que se entrecruzan en miles de lenguas que viajan desde Babel.

Silencio que chisporrotea en los tendidos, de farola a farola. Y el silbato de "viajeros al tren" despierta un lunes más. Porque hasta las campanas de la catedral, parece que yacen sin rechistar.

La España de charanga y pandereta...

Y Machado, corriendo a su muerte, huyendo a Colliure, también lo sabía...

sábado, 28 de noviembre de 2009

Mon p'tit sapin

Clermont, al igual que el resto de villas "como Dios manda", ha estrenado su luminaria navideña a tres días de diciembre. Lucecillas; gente desmadrada comprando detallitos entre la FNAC, Le marché du Noël y la librería-papelería-videoclub Le Volcan; niños escogiendo lo que pondrán ellos mismos bajo el abeto el próximo 25...
He pasado toda la tarde buscando películas baratas para entretenerme esta noche. Pero las larguísmas colas y el griterío nervioso del último sábado de noviembre, no me dejó decidir con cuál quedarme. Y me volví a casa con frío, con las manos en los bolsillos, ahogada de tanto fumar. Sé que contigo no hace falta el disimulo; puedo decir "no sé nada de cine".

Pero lo que quería decir es que, al parecer, por primera vez, no me atosiga todo el gentío, la parafernalia, el bombo y platillo que se le da a unas fiestas que devienen, año tras año, en un monstruo más comercialmente capitalista. Al igual que allende los Pirineos, aquí no saben de la existencia de Plácido, de "ponga un pobre en su mesa", de la caridad que nunca hubo ni habrá. Pero, repito: parece que no me es tan desagradable. Al menos eso, las bombillitas de colores y la serpentina en los comercios de este retiro protestante francés, donde los días de lluvia gris te hacen recordar a La lista de Schilder si sales a pasear con tu abrigo rojo-burdeos, al menos aquí, decía, empieza a deslumbrar un breve destello de calor eléctrico.

Al llegar a la Place de l'Obélisque, intenté coger aire y sin darme cuenta, me sorprendí mirando al arbolito azul electrocutado por watios y watios. Crucé la calle, e incluso, llegué a casa, pensando en las castañeras de Cuatro Caminos, de la Calle Mayor esquina Arenal; en los puestos de pelucas, de pinos, de belenes y musgo. Un humillo salía por la ventana del Kebab que se ve al doblar la esquina. El pollo del día navidad me e/incendió la pituitaria. Y con un "Merci, madame", uno de tantos niños con boinitas negras que compran el pan cada sábado tarde me trajo a la cabeza a ese Chencho que se pierde todos los 24 de diciembre.

Parece que llega la Navidad. Empiezo a abrir despacito el Calendario de Adviento y lo único que veo son huecos vacíos de 2008. El chocolate lo dejé en tu despensa. Cada ventanita no es otra cosa que una noche más con medio colchón llorando.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Madrid-París, 63'89€

Viajo porque me obliga mi soledad, mi tristeza, mi malestar. Y para esto, el mejor remedio y excusa, para su explicación causa-efecto, no quedarse quieto es algo más que recomendable.

No tengo a nadie que me espere en casa; que me llame cada día; nunca quise tener novio, ni novia, ni perro que me ladre cuando suenen las llaves.

No me apetece leer; ya no me acompañan los personajes.


En dos meses he dormido en siete camas de tamaños, olores y colores diversos, con gente de distinta raza, cultura, ideología
, pero ninguno de ellos daba calor. Siento que si se estrellase el avión o descarrilase el tren en el que viajo, sonaría la música de victoria de Ryanair. Poco importaría.

Viajo en latas de sardinas en las que me siento un punto aplastado por el que no pasa ninguna línea. No se cumple en mí regla alguna física, química, filosófica. Me como los paradigmas, los arquetipos y las leyes universales. El mirar por encima del hombro ya no supone para mí otra cosa que la demostración de una mala higiene capilar...

Escupo en la cara del arrogante si una paupérrima flema se me atraganta al despertar por las mañanas; me zafo de los eruditos a la violeta con un leve levantamiento de cejas, con un no te lo crees ni tú; espero un único sonido que retumbe del pasado y llegue hasta aquí, a 6000 pies del suelo; me gusta pasearme con mi boina y mi bicicleta y timbrar a los coches que me insultan si me cruzo; destesto las despedidas pero reconozco el placer masoquista de llorar a mares en ellas...

Estoy en tal estado de confusión que imagino mi historia como la de aquel que hereda fortuna y derrocha todo en putas, bohemias y hadas verdes....

¿Esto es Modernidad?...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Y la vida siguió...

A la sombra de lo que fuimos, por haberme escondido el DNI... por ayudarme a facturar el equipaje y seguir explorando....
A Rober, por las miradas en aquella cena de acción de gracias...


Joaquín Sabina vuelve a sonar en Paulines.
Qué lejos queda ya el viernes pasado. Parece como si nunca hubiera existido. Los nervios, el avión, los primeros carteles en español después de dos meses, el sol a rabiar de Plaza España. Cuesta de San Vicente. Glorieta de Príncipe Pío. Puente de Segovia. Tanto puente para tan poca agua. Siempre la escena de Plácido en la cabeza. Y Zamora Vicente. Recorrido del 500. "Ay, no, si no es ésta.... era la siguiente..." La sonrisa nerviosa de "la próxima esquina y ya estoy"... Calle Guadarrama...

Y como ET.... Mi casa.... Mi casa... Mi casa....
Y ya no pesa la maleta; ya deja de importame cualquier cosa; ya se me sale el corazón, la risa, la angustia retenida durante sesenta eternos días; ya todo explota.... empiezan a salir colores desde las ventanas... canciones, algarabía, ratos pasados, disfraces, chistes,... Bien, el buzón sigue roto... Qué impresión ver el portal. Esa escalera, la bienvenida en el tragaluz. La cocina, el salón. El cigarro del balcón... No puedo dejar de llorar...

Y es triste porque, pese a la afonía y el oído entaponado, fue el único momento chechu que hubo. A decir verdad, han sido demasiadas cosas nuevas en tres días de bálsamo. Podría decir miles y miles de cosas. Ayer, cuando por fin monté en el avión, necesitaba escribir, llorarlo todo.

Todo merece la pena cuando el resumen de la novedad se concentra en tus lágrimas a la salida del teatro. Nadie puede sentirlo; nadie puede entender que, más allá de todo, lo único que importó fue que reventaste de felicidad al verme... Gracias por seguir siendo la niña madura de manos encayecidas que rebusca en la nevera para preparame la merienda para el camino de vuelta. Por quedarte mirándome, sonreirme y pedirme dos caladas. Por alegrarte de mi felicidad contigo. Por volver a llorar mi partida. Gracias por tu sonrisa perpetua en tiempos de silencio.

Gracias por el abrazo que me diste sobre la cama y el llanto que no permitiste; por la tarde de miércoles que no pudo ser. Por habernos aguantado tantos silencios con la tele de fondo. Por haberme sonreido cuando pasabas y me viste escondida en el portal. Por haber conseguido entenderme, quererme y echarme de menos tal como soy. Gracias por tenerme en la mente ahora más que nunca.

Gracias por la tortilla de papas que me prometiste a mi vuelta. Por llevarme de excursión al Burguer. Por el desayuno de 1'50 con Tomás, por seguir fiel al tomate picao y a los derroteros. Por ser tú siempre conmigo. Gracias por no tener que decir aquí todo lo que ya nos hemos dicho.

No se celebró nada; no se rememoraron carcajadas apolilladas; no se recuperó el tiempo perdido. Y, sin embargo, recuperar la rutina a vuestro lado hace mis días más felices. Sólo ahora (en el avión) a 25 días de volver, comprendo la razón de este viaje. Aunque la vuelta a este desierto flemático y chovinista sea casi peor que el primer día que lo pisé.

Tengo que pedir perdón por tanto desorden. Pero estoy triste y hoy, en mi habitación, me siento sola sin el sofá amarillo, sin la radio del baño, sin la sombra que ronda la mesita de cristal y te empuja hacia el tótem de madera. La física aún no encontró una explicación para tal diferencia: incomprensible el tiempo que pasa raudo y veloz allí; tedioso, vulgar e hipocondriaco en el resto del mundo. La filosofía del estado alterado que supone estar con vosotros tres y que teoriza sobre cualquier sinrazón universal; o que, al menos, ayuda a sobrellevarla.

Han sido unas pocas horas de volver a creernos inseparables, inmortales, héroes bohemios y señores entre la élite mundana. Pero ahora toca volver a la realidad. Aprender de nuevo a vivir a distancia. A ver la saga de Chechu por capítulos, fascículos y mails. Formáis parte de mi átomo de vida. En cada una de mis letras estáis vosotros. Mi putísima trinidad, a la cual venero. Y eso es tan grande como el abrazo de ocho brazos que nos dimos en la calle de Prim.

Perdonad tanta sensiblería, pero la cursilería de estos párrafos supone una separación, un duelo y unas lágrimas poco fáciles.

Gracias, una vez más. Gracias... Os quiero. No os vayáis nunca.
La casa Chechu está donde esté él...

sábado, 14 de noviembre de 2009

L'Appart....

Miro hacia los lados para cruzar, y la carretera me parece tan larga...
Anoche por fin lo encontré y apreté el botón para conseguir cruzar el paso de peatones, pero me enredé en la zanja de obras que hay a los lados... Quizá sería mejor intentar atajar por el camino recto, pero lo fácil (o lo recomendable) nunca nos gustó. Y el pitido que me avisa que está en verde el paso suena demasiado bajo para poder escucharlo....
Miro cómo los ciegos de Cupido cruzan marcando el paso con sus bastones. Pero yo siempre aprovecho el último minuto para atarme los cordones de las zapatillas y vuelve a cerrarse el semáforo.
Este maldito Clermont embarrado, en el que dar un paso significa atollarse hasta las rodillas.
Y lo único que queda es dar la vuelta y ver si, al menos, el rastrillo de baratijas sigue abierto para mi.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Mandarinas de Proust a la alsaciana

El sabor de las mandarinas me transportan a alguna navidad en casa de mis abuelos. A alguna tarde de viernes con frío.

*****

Llegar a Madrid una recién comenzada noche de viernes, después de salir corriendo del cole y coger una sepulvendana en el cruce de Otero. Posiblemente, lleno de nieve.
Llegar y sacarse el pasamontañas. Sentir la flama de la calefacción. Encontrar la merienda y todo un fin de semana para salir a la calle y quedarse anonadado mirando luces. Viernes noche del Un, Dos, Tres , del ¿Qué apostamos?
Sábado de sorpresas... Desayuno de diamantes con zumito de naranja recién exprimido para las nenas, colacao, churros y porras. Si pinta bien y las niñas se comportan, quizá cenemos pizza después de ir a comprar ropa y zapatos por Bravo Murillo; de ver el espectáculo de Cortilandia. Llama papá. Sale del pueblo. Viene a dormir con nosotras.
Domingo de Sopa al cuarto de hora y Kinder Sorpresa: baja a comer la tía Chelo. Sobremesa de fútbol. A las 17.00h, siempre fiel, perdía el Rayito... Pitido del claxon... Y no salgas de casa, mamá, que hace frío. La abuela diciendo adiós desde el portal.
El abuelo, en batín, estira el cuello desde el sofá y "regardea" la despedida por la ventana...
Vuelta al pueblo escuchando la SER... Carrrrrrusel Deportivo.... Atasco en la entrada de Villalba..... ¿Quieres un purito, Paco? Puritos Dux.... Joder, es que María se duerme encima de mí...Coronitas, la cerveza mejicana... pi-pi-pipipi-pipi-píiiii.... Hay gol en el Manzanares, Juanma.... ¡Goooooooooooooooool en el Vicente Calderón! Atleti-Atleti-Atlético de Madrid..... Y, al pasar el túnel de Guadarrama, se pierde la conexión...


*****

Me di cuenta en Strasbourg, el jueves pasado. Entré en la farmacia que hay al lado de Place de Guttemberg, yendo hacia Kleber, para comprar algún remedio contra este maldito dolor de encías. A la salida, justo frente a mi, un Lidel me hacía guiños con el abrir y cerrar de sus puertas automáticas. Ví, al fondo, su sección de frutería. "Mandarinas - Clementinas espagnoles". Tenía hambre. Y un 1,50€ en el bolsillo.
Cuando salí de allí, mi boca era todo saliva. Ni dolor, ni encías, ni dientes. Saliva. Tenía el saquito guardado en mi bolso y su redecilla se resistía. Pero al fin, ensanché uno de sus agujeros. Saqué una. La pelé. Escatológico el detalle, fue instintivo: me olí las manos. Era el mismo ácido, a más de 2.000 km. A más de 20 años...

Y fui consiciente que, desde ése mismo instante, toda la calle me miró como a una indigente más.... Lástima de la Gran Europa que no se deleita con Proust.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Y, a veces, viento...

Ayer fue la primera vez que utilicé una sartén sucia, que no se había fregado después de haber sido usada unas horas antes. Y me importó más bien poco... Porque en el camino que hice desde la Plaza Jaude hasta Avenue des Paulines, mi casa se desdibujaba más y más según me iba acercando a ella. Fue más largo que nunca, el recorrido. Resbalé varias veces con el follaje mojado que se amontona en las aceras. Y los deslizamientos no me ayudaban a adelantar en el camino; más bien, me arrastraban al pie de la cuesta arriba. Cuando llegué, una vez más, todo era silencio, oscuridad. La calefacción estaba apagada y, de nuevo, volví a equivocarme en el sentido que giran las llaves para abrir la puerta de mi habitación. Esperé horas eternas a una amiga que nunca dió señales.
Las tareas se amontonan en mi escritorio, en la biblioteca, en un despacho perdido. La lluvia y la avulia mandan tropas a Clermont. Y no hay ni un sólo café donde refugiar a la prole. Si Unamuno lo viera...
En esta austera villa protestante y gris, los colores del exilio pespuntan detrás de mi casa.
El tiempo vuela o se detiene, siempre a gusto contrario de mi necesidad. Y mis pantalones, cada día con más huecos entre piel y tela, se llenan de aire.
Una huelga de trenes interminable e incomprensible remarca la incomunicación, no sólo verbal...