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viernes, 25 de septiembre de 2009

Hielos nerviosos en una coca-cola que nunca se acaba

Se abre la tapa del álbum de caras desconocidas que prometen ser compañeras para un semestre. ¿He de alegrarme por su patriotismo clandestino meneando un té nervioso -que no tic-? Supongo... Citas a ciegas de "llevaré una gorra negra para que me conozcas"... Intentar comportarse comme d'hab cuando me encuentro con una mirada Made in Spain. ¿También se supone que es reconfortante, no? Ah....
Pero no me gusta salir a la calle y escuchar un "Hola" desesperado y por obligación.
No me he venido hasta aquí para escuchar, en nuestro honor, la versión clasic-pasodoble de Paquito el Chocolatero, precediendo a "la loba" de Shakira.
No quiero quedarme con lo de siempre, porque para eso... ¿a qué he salido? Cada acento español, agradecido, es como una atadura hacia atrás. Espartaco es encadenado y no puede seguir huyendo/luchando con su carro.... Según se vea.
¿Orgullo de Mister Marshall?

Es increíble cómo la fuerza de voluntad y el miedo a estar solo -principalemente esto último- hace que toda la babilonia concentrada en una terraza de bar se resuma en una única gramática de conocimientos inexactos y rudimientarios combinados como si fuese un San Francisco.
Digan lo que digan, la filología está ahí. Como Berlanga, Azcona y Gardel.
Aunque me parece que con tanto sentimiento, no recuerdo muchas de las entradas del diccionario que creía saber de memoria. Y no me refiero sólo al Larousse... ¿El paso a la Modernidad es la desmemoria?

La confianza se excede, pero se perdona, cuando el otro lado del auricular sabe que ambos sois la mampara que protege contra la soledad, el hastío y las puertas de los nuevos edificios que te tragan si te dejas perder durante un paseo. No comprendo por qué tanto reparo... Como tampoco entiendo el por qué de las presentaciones en inglés si estamos donde estamos, rodeados de rumanos, turcos e italianos. Nos viene muy mal que se nos suban los humos patrióticos en una ciudad que apenas vende ceniceros...

Clermont-Ferrand se despierta temprano y acaba a la hora de la merienda.
Las calles empiezan a soltar un hedor frío que me hace querer recogerme más pronto de lo que la fama española exporta al extranjero. Aquí todo huele a leña cuando deambulas de un lado a otro, en busca de una tasa impagada, un formulario incompleto o una sombra olvidada mirando precios. Me gustaría tener chimenea, pero me conformo con una estufa que caliente el cuarto de baño cuando me duche, por menos de lo que vale un sofá de cuero.

La Gran Europa te va absorbiendo con sus horarios de "bon après-midi"...

Pequeños triunfos diarios que provocan el primer campanario de sonrisas con la vendedora de teléfonos móviles.

Y ya me parezco a McCarthy... Mente gastada y cuerpo gastado y sombra gastada que apague la lamparilla de noche con un "ya está bien por hoy".

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