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lunes, 11 de abril de 2011

Pinceladas de 1902

VII

[...] Es un espíritu ávido y curioso; y en esta soledad de la vida provinciana, su pasión es la lectura y su único trato el trato del maestro. Yuste va insensiblemente moldeando este espíritu sobre el suyo. En el fondo no cabe duda que los dos son espíritus avanzados, progresivos, radicales, pero hay en ellos cierta inquietud, cierto desasosiego, cierta secreta reacción contra la idea fija, que desconcierta a quien los trata, y mueve cierta irritación en el observador frívolo, que se indigna de no poder definir, de no poder coger estos matices, estos relampagueos, estos vislumbres rápidos, que él, hombre de una pieza, hombre serio, no tiene ni comprende... irritación que es la del niño que no entiende el mecanismo de un juguete y lo rompe.[...]
-La vida de los pueblo - piensa Azorín- es una vida vulgar... es el vulgarismo de la vida. Es una vida más clara, más larga y más dolorosa que la de las grandes ciudades. El peligro de la vida de pueblo es que se siente uno vivir... que es el tormento más terrible. [...] Este sentirse vivir hace la vida triste. La muerte parece que es la única preocupación en estos pueblos [...] entierros, anunciadores de entierros que van tocando por las calles una campanilla, misas de réquiem, dobleo de campanas... hombres envueltos en capas largas... suspiros, sollozos, actitudes de resignación dolorosa... mujeres enlutadas, con un rosario, con un pañuelo que se llevan a los ojos [...] los cánticos plañideros por las madrugadas, y las procesiones... todo esto es como un ambiente angustioso, anhelante, que nos oprime, que no hace pensar minuto por minuto -¡estos interminables minutos de los pueblos!- en la inutilidad de todo esfuerzo, en que el dolor es lo único cierto en la vida, y en que no valen afanes ni ansiedades, puesto que todo -¡todo: hombres y mundos!- ha de acabarse, disolviéndose en la nada, como el humo, la gloria, la belleza, el valor, la inteligencia.
Y como Azorín viese que se iba poniendo triste [...] dejó el libro y se dispuso a ir a ver al maestro -que era como salir de un hoyo para caer en una fosa.

La voluntad
José Martínez Ruíz.

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