Ayer, depués de llevar todo el día empaquetando libros, fotografías y desechando ropa vieja del armario (porque parece que no, pero también existe el sol en Clermont), se coló por estas paredes de papel de fumar que sostienen mi casa, el ritmillo del Danubio Azul desde el estudio de fotografía de al lado, mientras en mi portátil se cargaba, desde el youtube, La Ruta Natural (cortometraje documental de Alex Pastor, 2006). Creo que desengrané bien el proceso del porqué todo esto que cuento, me llevó a pensar en el Alzheimer. Supongo que la musiquilla de dicho vals, las fotos en blanco y negro, y mi primera tortilla de patatas en condiciones, también me acercó un poco a la figura del abuelo y sus nuevas cábalas mentales....
De cualquier modo, el caso es que, tras ver el corto, el alzheimer vino y empecé a pensar...
Alguien se levanta cualquier día, siendo quien, habitualmente, es. Pero algo, cualquier paso mal dado, un requiebro inesperado, cualquier tontería insignificante, ALGO alza el dedo, aprieta el botón del Pause y hasta aquí hemos llegado. Y después... Un ir y venir; un irrefrenable deseo de avanzar, de darle al Play. La búsqueda del error de base... Pero ya no hay película para el protagonista de nuestra propia vida. La cinta sigue corriendo, en blanco, velada; el visor se ha quedado parado en un fotograma del que no puede zafarse para avanzar con normalidad. Viene entonces el revisar mentalmente: cuando el individuo da a su propio Rewind y vuelve hacia atrás buscando una respuesta a ese repentino parón. Mientras tanto, va percatándose de las condiciones de su nuevo guión: acepta personajes -que ya no personas- a su alrededor, llenos de etiquetas : "mujer/marido"; "hij@"; "amig@s·; etc. No llega a comprender nada, "Me han dicho que...."; "Según tal tengo que ...". Y, a la par, continúa su búsqueda. De principio a fin. Ve ahora diáfano su pasado, marcha atrás. Reconoce las calles difuminadas en el tiempo. Todo claro y límpido cuanto más vetusta sea la imagen; vuelve a sus álbumes de infancia y continúa. Todo transcurre con normalidad, en su recién descubierta vida, hasta que llega de nuevo a ese momento irreparable... Luego, bloqueo, cabezonería, no entender nada, gritos, llanto, esperar a que pase el huracán de lo incoherente...
Me pregunto si habrá también un proceso en detrimento de los momentos "+/- lucidez" ; si se preguntan a sí mismos "¿Qué está pasando? ". Pero, irremediablemente, y sin descanso, retorna la búsqueda mental en su pasado. Una y otra vez. El mismo procedimiento. El mismo recorrido. La misma desesperanza. El mismo fin...
Aunque supongo, que de tanto preguntarse y buscar, cada vez más exhausto y con menos valor para afrentarse al presente desconocido e irreal, se ha de encontrar ciertos signos de paz en algo que es sabido suyo, inamoviblemente suyo... El ayer. El ayer donde uno es quien justamente recuerda. Esos días donde nadie nos puede quitar la identidad, donde cada uno sabe quién y cómo era. Porque pesa. Porque no hay nada más asentado en el tiempo que el pretérito de nuestra vida. El ayer que nos trajo al hoy impensable e ilógico. El ayer lleno de recuerdos, plasmados en fotos, juguetes de trapo y chapa; en platos cerámica colgados en la pared, sillas de mimbre y yogures de cristal. Un deambular de pasos perdidos, errantes; algo que gira cada vez más deprisa, obsesionándose por encontrarse con el "hoy"; un remolino de visiones desordenadas, alteradas, superpuestas en el hueco del que debería ser un futuro siquiera próximo. Y aparecer de nuevo en el escenario, el que él recuerda a base de esfuerzo y letanía. Y contentarse con lagrimillas de felicidad al recordarse girando, como ahora, llevado por las vueltas de aquel Danubio Azul del día de su boda, agarrado a esa mujer de blanco... Sabe que a ella también le gusta recordarlo; por eso sólo viene a verlo a esa nueva casa cuando el día está bonito y ella decide ponerse de blanco otra vez para él. Una felicidad obsoleta, registrada en vinilo. El mismo disco que, de tanto dar vueltas, acaba rallándose, desgastándose, olvidándose al fin.
"Es extraño. Soy capaz de recordar todo eso, pero ni siquiera sabría decir quién soy."
Y, ¿entonces...?
Me ha encantado el texto. Pero mucho, mucho. Eso es el Alzheimer.
ResponderEliminarLa ruta natural me encantó. No se me había ocurrido relacionarlo con el Alzheimer, pero ahora que lo dices, tiene una relación que se me hace evidente.
Un besooooooooooo
Me alegro que te haya gustado. ¡Y que veas la relación! Prueba de que no desvarío tanto como creía (o que tú sí lo haces... jejeje)
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola! me encanta tu blog! es muy original, tiene su propio estilo!
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado el mío. Estaba fuera, bueno en Rusia... ahora, a subir más entradas jejeje por cierto, el blog de Clariana tiene unas cuantas entradas preciosas sobre la pintura rusa :)
bueno, nos vemos por aquí, q te vaya bien! y q sigas así!
Saludos!
Hola Judith,
ResponderEliminarMe ha encantado tu escrito sobre el tema del Alzheimer, que parece ser responde a un video que expones (digo ésto, porque en otro momento vendre a ver lo dos vídeos que indias.)
Es un tema qe da pánico y entristece pensar en estas personas que lo están ufriendo, en pensar cómo se pueden sentir, ser persona y estar así, es como una muerte avanzada, parcial pero cruel, pues te han quitado tu vida de alguna manera. Creo que es uno de los peores males para una persona, hay tantos que son malos... pero este me pone los pelos de punta.
Saludos a DASHA también, hace tiempo que no voy a su blog, pero un día de estos me pasaré, no sé que me pasa con el tiempo últimamente.
Escribes muy bien. Un beso.
Hola Judith,
ResponderEliminarhe venido a ver el vídeo y es una verdad muy dura que existe, que la están sufriendo muchas personas y que se plasma en el vídeo de una forma muy interesante, aunque causa una gran tristeza, sobre todo ver como pierden a su hijo.
He releído tu texto y aunque ya me gustaba antes, ahora todavía lo encuentro más conm ovedor. Gracias y un abrazo.
Me gusta el fondo que le ha puesto a su casa.
ResponderEliminarY me ha provocado angustia esta entrada tan bien hecha, con ese tempo a ritmo de vals y en blanco y negro. Quizá porque he visto gente cercana padecerlo y por el dolor de que no te reconozcan y se enfaden y por ese sollozar de mi madre un día porque no encontraba las palabras. Y porque me angustia profundamente padecerla. Porque al fin y al cabo somos casi solo memoria.
Un beso muy fuerte, Judith.
En la Fídula espera un limón granizado, un café o un gin-tonic con su nombre.