Hoy, salí.
Ahora, son las 3.15a.m.
Llevaba un mes sin salir a la calle después cenar.
Y qué a gusto estaba... No recordaba las ganas de vomitar que me da ver algunas bajezas de la masa humana, creyendo ser disimuladas por el velo de la luna, por la poca claridad del bullicio, por la estúpida y remanida excusa de las tres copas de más.
"17 espejimos creyendo haber visto tu coche..." Hoy te eché tanto en falta que me dolieron como nunca las palabras de Ernesto Sábato con las que un día nos reímos en tu cama.
"...21 esperanzas que se tiran del puente..."
Perdona, pero todo esto me derrota. Aunque esté orgullosa de tu orgullo por mi.
No soy capaz de crear palabras propias...
(A Luis Ramiro, por prestarme tantas melodías...)
Sean bienvenidos y bien hallados en este blog especializado en Humanidades. La Filología ocupa una gran parte de nuestras estanterías: Literatura, Traducción y Crítica Literaria, Lingüística y enseñanza del Español como Lengua Extranjera (ELE). Pasen al fondo y vean las secciones de cine, series, música y arte en general.
sábado, 30 de enero de 2010
jueves, 28 de enero de 2010
Di por qué lloras a ratos... Dime abuelita por qué...
"SE VENDE"
Creo que nunca he contenido tantas lágrimas...
La casa, que antes fue lechería y vió nacer al abuelo; la casa, donde la abuela Angelita aprendió a ver con las manos, a conocer a base de caricias, donde aprendió a ser ciega; la casa, donde hemos dormido tantas navidades, donde se han intercambiado batas durante tantos despertares. Y "toma mi bata, vayas a quedarte frío..." ; donde los abanicos se han repartido a porrillo en los meses de julio y agosto; la casa donde encontré lo que más quiero tras olvidar lo que más quería; la casa de la que tantos domingos me he despedido desde el coche: claxon y la abuela lagrimeando en el portal; la casa que albergó regañinas, chistes, villancicos, peleas, carreras por el pasillo, escondites de los nietos que iban llegando. La casa de Chamberí. La casa de los abuelos. La casa...
"SE VENDE"
Esas paredes que encierran secretos de noches a solas, con la radio puesta hasta el amanecer.
Ese salón donde se han hablado tantas cosas; el sofá de los abrazos; la butaca de las siestas de papá; la mesita baja de la cena todos los domingos, los tres juntos comiendo embutido; la alfombra que, por mucho que se pase la aspiradora, siempre guarda restos de meriendas mal recogidas; el fresquito que entra sentado debajo de la ventana; las vistas de un bajo a la calle Bretón; las madrugadas en compañía entre el mueble de las fotos y el espejo del tiempo... Cuánta gente reflejada en él...
"SE VENDE"
Esa cocina, siempre recordada con olor a rebozado, a churros mañaneros tras una fiesta por las calles de Madrid, al detergente de casa, a castañas asadas de la castañera de Cuatro Caminos. Siempre sonando la radio: para mí, la Kiss; para la abuela, RadioNacional. Los fogones que dejaron paso a la "vitro": mayor efectividad y rapidez al preparar "Sopa al cuarto de hora" los domingos, los grandes banquetes para celebrar no importa qué cosa si estamos todos juntos. ¡Quita, hombre, que te voy a pisar... Levántate de ahí! La tía Chelo y sus "Huevos Kinder" cada sábado tarde. El ajetreo de mujeres llevando platos, vasos, cubiertos.... ¡Traete el agua! Sí, siempre se olvidaba esa vieja jarra de plástico, con su color amarillo desgastado y los bordes llenos de muescas... Las sillas viejas, los armarios empotrados a dos marrones. Las herramientas de un abuelo que, un día fue pintor de brocha gorda y hoy no alcanza a esbozar recuerdos en el lienzo blanco que le quedó por memoria... El ventanuco por donde se escaparon tanto humos de cigarros a escondidas; por el que se oía cantar a mamá su Francisco alegre mientras fregaba el cerro de cacharros tras cualquier cumpleaños; por el que miré tantas noches sin poder alcanzar las estrellas de Madrid que brillaban más allá del 6ºF...
"SE VENDE"
El maldito cuarto de baño que tantas disputas ha traído... ¡Pero quieres salir de una vez! Tantas y tantas reformas, una por cada operación en la rodilla de la abuela. ¡Y cierra la ventana de la ducha, que te va a ver el vecino! y ¡Mamá!¡La toalla! y Amparo, no fumes en el baño, joder, que luego mi abuela se encuentra las chustas... y jajaja, y jejeje.... Y esos 3metros cuadrados que tantos problemas vieron...
"SE VENDE"
Las reducidas piezas. El cuarto de estudios de la tía Ángela; la habitación de los abuelos, con su ventana al salón, siempre abierta; la otra habitación, con su cama grande, su mesillita de madera y la lámpara que se encendía sola. Chechu, como vengan abuelos-sorpreseros, la hemos cagao.. Y los maleteros que podrían acoger a toda una familia entera, pero que sólo contenían un viejo árbol de navidad... Jose, ¿me pasas las guirnaldas y el Niño Jesús?
"SE VENDE"
Y los ruidos del vecindario que duerme; la maldita canica que siempre se les cae a los de arriba;besos prófugos en el portal; portazos de madrugada; la madera chirriante de la escalera a todas horas; la Luisa -"la loro"- , la Toñi y la Pili, la Trini y Julián; la Gene, la Manola, la señora Apolonia; la librería de Joaquín ; los gritos de la madre y la hija en el 22; el militar y su señora estirada en el 18; la peluquería de Jose; la tienda de Vidales; "los lecheros"; la farmacia de Luis; la pescadería de Vicente. Ramón, el patatero; Don Honorato, el sastre que también sabía arreglar suelas de zapatos, siempre sentado a la luz de un flexo diminuto, con su delantal de cuero curtido y su nariz ancha, como hecha por artesanos.
"Los 20 duros", "los chinos", la señora del "¡Siempre buenos días!", los gitanos con su organillo dominguero...
Alonso Cano, Espronceda, Santa Engrancia, Ríos Rosas, José Abascal, Vargas, Iglesias, García de Paredes...
"SE VENDE" un pedazo de familia.... RAZÓN: en portería....
Di por qué frente al ropero, donde hay tantos retratos,
di por qué lloras a ratos...
Dime abuelita por qué....
miércoles, 27 de enero de 2010
White board marker...
Nieva de nuevo, en Clermont.
Los coches han vuelto a estacionarse delante de casa con el firme propósito de no moverse hasta que pase la ola polar. Quién sabe; la última vez fueron 15días. El que más duró, fue retirado la semana pasada por la grúa: motor congelado.
Esta mañana jugué al tetris con los 9 metros cuadrados donde mi mundo se hacina, rehuyendo inviernos. Cuatro muebles y una lamparita de noche superpueblan las vistas desde mi escritorio. Y giro continuamente la cabeza, pero a mi derecha sólo sigue estando la oquedad que saltó Alicia e hizo que sus pies se rasguñaran con guijarros grandes y desnivelados. Ahora, prefiere dormir cerca del radiador, bajo de la ventana; en tanto que un ratoncito Pérez, canoso de estío, se cose la sombra de otros pies; y una furtiva lágrima les hace compañía en noches como la de ayer: las 5 de la mañana y yo pensando en ese avión, camino a cualquier parte, en dirección contraria a mi casa....
Qué aburridos son mis cuentos sin tus palabras...
Los coches han vuelto a estacionarse delante de casa con el firme propósito de no moverse hasta que pase la ola polar. Quién sabe; la última vez fueron 15días. El que más duró, fue retirado la semana pasada por la grúa: motor congelado.
Esta mañana jugué al tetris con los 9 metros cuadrados donde mi mundo se hacina, rehuyendo inviernos. Cuatro muebles y una lamparita de noche superpueblan las vistas desde mi escritorio. Y giro continuamente la cabeza, pero a mi derecha sólo sigue estando la oquedad que saltó Alicia e hizo que sus pies se rasguñaran con guijarros grandes y desnivelados. Ahora, prefiere dormir cerca del radiador, bajo de la ventana; en tanto que un ratoncito Pérez, canoso de estío, se cose la sombra de otros pies; y una furtiva lágrima les hace compañía en noches como la de ayer: las 5 de la mañana y yo pensando en ese avión, camino a cualquier parte, en dirección contraria a mi casa....
Qué aburridos son mis cuentos sin tus palabras...
miércoles, 20 de enero de 2010
Axtérix y Obélix. Mortadelo y Filemón. Zipi y Zape.
Me gusta el olor a humedad que entra en el cuarto por la ventana cuando la abro, recién levantada. No importa el frío que se cuela por sus rendijas; es mejor torcer la cabeza y sentir el calor de la frasada.
Los miércoles, quizá por la costumbre adquirida durante los últimos cuatro años en Madrid, suelen ser días de reposo. De no salir de casa y poner cualquier burda excusa de "estoy liada", cuando, en realidad es "no me apetece hacer nada". Dormito por por la casa. De la cama a la cocina; de ahí al escritorio. Como mucho, una pequeña escapada que alivie desperfectos de última hora.
Escuchar versos de Sabina; leerlos en Cortázar; y pensarlos mucho mientras el cenicero cobra dimensiones de ayer.
El resto de casillas del calendario, también se definen por esa posesión de rutina, casi británica. Levantarme. Hacer café. Tomarme un zumo con tostadas saladas. Mirar el correo mientras termino el desayuno.
Y, aquí, empieza el día a día.
Una página, otra. Hoy toca compra, ir a Secretaría para comprobar el humor de las chicas. Leer esto o aquello. ¿Comes en casa o en el CRU? Biblioteca; librería; y si pinta, una pinta fresquita.
Vuelta a casa. Uy, qué frío...
Y de nuevo, rutina.
Aquí dentro, todo es rutina, monotonía escogida. Dulce reposo para el alma exploradora del cuándo, dónde, cómo, por qué... Los complementos circunstanciales que hacen que la vida, llena de casualidades, teja la maraña de puentes, ventanas, puertas y espejos por los que asomarse. Y no dejar nunca de descubrir(se).
Ver que, sin saber la razón, esta noche pende de la rinconera una bota añeja.
Que tres baldas se colaron en la cabecera de la cama.
Que ya se adivina un nuevo hueco para el siguiente mapa...
Los miércoles, quizá por la costumbre adquirida durante los últimos cuatro años en Madrid, suelen ser días de reposo. De no salir de casa y poner cualquier burda excusa de "estoy liada", cuando, en realidad es "no me apetece hacer nada". Dormito por por la casa. De la cama a la cocina; de ahí al escritorio. Como mucho, una pequeña escapada que alivie desperfectos de última hora.
Escuchar versos de Sabina; leerlos en Cortázar; y pensarlos mucho mientras el cenicero cobra dimensiones de ayer.
El resto de casillas del calendario, también se definen por esa posesión de rutina, casi británica. Levantarme. Hacer café. Tomarme un zumo con tostadas saladas. Mirar el correo mientras termino el desayuno.
Y, aquí, empieza el día a día.
Una página, otra. Hoy toca compra, ir a Secretaría para comprobar el humor de las chicas. Leer esto o aquello. ¿Comes en casa o en el CRU? Biblioteca; librería; y si pinta, una pinta fresquita.
Vuelta a casa. Uy, qué frío...
Y de nuevo, rutina.
Aquí dentro, todo es rutina, monotonía escogida. Dulce reposo para el alma exploradora del cuándo, dónde, cómo, por qué... Los complementos circunstanciales que hacen que la vida, llena de casualidades, teja la maraña de puentes, ventanas, puertas y espejos por los que asomarse. Y no dejar nunca de descubrir(se).
Ver que, sin saber la razón, esta noche pende de la rinconera una bota añeja.
Que tres baldas se colaron en la cabecera de la cama.
Que ya se adivina un nuevo hueco para el siguiente mapa...
martes, 12 de enero de 2010
Creencias de un arado en campos de nieve
Ayer, intentado dormirme, dando vueltas en una cama que hace la noche interminable si lo que esperas es la llegada del día, vi cómo, entre las rendijas que dan los quicios de mi puerta, se colaba luz del cuarto de al lado.
Y me hizo recordar a mis padres...
Hace tiempo ya que pasaron las berraquinas por no querer irse a la cama; de no poder dormir si escuchabas la tele encendida; de deshacer el entramado de sábanas, manta y edredón pataleando para que te contaran un cuento. Todo eso ya se acabó. Porque ahora mismo, no tengo televisión por la que llorar; ni salón donde se encuentren los mayores que pueden acostarse más tarde, porque los mayores, son cada vez más mayores y están, también, cada vez más lejos.
Mis ojos se desviaban hacia ese apocado rayito que despuntaba de la masa oscura de la que pendía mi cuerpo apoyado en el colchón. Iban hacia ella, como el niño que busca Narnia entre las puertas de su armarion. Iban y la conciencia los cerraba, los traía de nuevo llamados por la realidad de las altas horas, del madrugón del día siguiente. Pero volvían a ir... Como Hércules en su misión de separar el estrecho, se aferraban a cada jamba y dilataban la madera para intentar ver más allá... Querían ver a mi madre, con su batín azul oscuro, de imitación chinesca, fumando interminables cigarros; ver ese cuerpo metido en camisón rosa palo, con las típicas pelotillas que hace el tiempo y el cuello de encaje, a lo "principios de siglo". El sofá marrón, como de pana, que tantos huecos ha ido registrando hasta el día en que la modernidad llegó a casa y el cuero plástico sustituyó a la tela de antaño. Ya digo, tanta maraña de ayer tejida en esa desgastada tela...
Se oyeron pasos. La puerta del baño; la cisterna; otra vez, la puerta del baño. De nuevo, pasos. La luz de la cocina y su bisbiseante susurro eléctrico; la puerta de la nevera; una garganta que traga agua fría; y, apagando el interruptor, pasos de regreso.... Mi padre. Ése era siempre su recorrido; el mismo que ayer oí desde la balsa que hace mi cama. Y la suya. Un somier en madera, que rechina tablas baldadas y una radio que se apaga cuando ya estamos lejos, dormidos.
A mis santos padres, porque en la única religión que me enseñaron a creer fue en la del trabajo duro, constante y acompasado.
Y me hizo recordar a mis padres...
Hace tiempo ya que pasaron las berraquinas por no querer irse a la cama; de no poder dormir si escuchabas la tele encendida; de deshacer el entramado de sábanas, manta y edredón pataleando para que te contaran un cuento. Todo eso ya se acabó. Porque ahora mismo, no tengo televisión por la que llorar; ni salón donde se encuentren los mayores que pueden acostarse más tarde, porque los mayores, son cada vez más mayores y están, también, cada vez más lejos.
Mis ojos se desviaban hacia ese apocado rayito que despuntaba de la masa oscura de la que pendía mi cuerpo apoyado en el colchón. Iban hacia ella, como el niño que busca Narnia entre las puertas de su armarion. Iban y la conciencia los cerraba, los traía de nuevo llamados por la realidad de las altas horas, del madrugón del día siguiente. Pero volvían a ir... Como Hércules en su misión de separar el estrecho, se aferraban a cada jamba y dilataban la madera para intentar ver más allá... Querían ver a mi madre, con su batín azul oscuro, de imitación chinesca, fumando interminables cigarros; ver ese cuerpo metido en camisón rosa palo, con las típicas pelotillas que hace el tiempo y el cuello de encaje, a lo "principios de siglo". El sofá marrón, como de pana, que tantos huecos ha ido registrando hasta el día en que la modernidad llegó a casa y el cuero plástico sustituyó a la tela de antaño. Ya digo, tanta maraña de ayer tejida en esa desgastada tela...
Se oyeron pasos. La puerta del baño; la cisterna; otra vez, la puerta del baño. De nuevo, pasos. La luz de la cocina y su bisbiseante susurro eléctrico; la puerta de la nevera; una garganta que traga agua fría; y, apagando el interruptor, pasos de regreso.... Mi padre. Ése era siempre su recorrido; el mismo que ayer oí desde la balsa que hace mi cama. Y la suya. Un somier en madera, que rechina tablas baldadas y una radio que se apaga cuando ya estamos lejos, dormidos.
A mis santos padres, porque en la única religión que me enseñaron a creer fue en la del trabajo duro, constante y acompasado.
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