El abeto
La mujer fue trasladando las bolsas al dormitorio. A un lado amontonó las que contenían productos perecederos y, al otro, las de los juguetes y adornos de variada aplicación. El abeto lo dejó afuera, en el pasillo. La mujer observó el resultado de su tarea y la encontró bien hecha. Luego se acostó. Las compras la habían fatigado y ya era bastante tarde. Una vez dormida advirtió que se le había incorporado al sueño un roce anómalo, como de arañazos en la pared. Pensó en el abeto un segundo antes de no pensar en nada. El abeto era de plástico, pero llevaba incorporado un práctico mecanismo de crecimiento. A juzgar por los síntomas, tenía que haberse producido algún desajuste en la maquinaria, pues las ramas del abeto taponaban el pasillo de modo selvático. La mujer ni siquiera necesitó despertarse para comprender que estaba atrapada.
J.M. Caballero Bonald
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Árbol de Navidad
Odiaba las Navidades a muerte, pero nadie -ni su esposa ni sus hijos ni sus nietos- lo tomaba en serio. La tarde de Nochebuena, aprovechando que habían salido a comprar los últimos regalos, se desnudó, desnudó el árbol, pisoteó las bolas y se aderezó cabeza, brazos y piernas con bombillas de colores. Después metió los pies en una palangana en el preciso instante en que un cortocircuito dejaba sin luz a todo el barrio. Pero él aguardó, impertérrito, canoso, mojado y gordo, arrugándose a oscuras. Tras una hora de espera, el agua ya estaba helada y se levantó, tiritando, a buscar un albornoz. Su familia lo descubrió en el pasillo, justo en el momento en que volvía la luz, en pelotas, vestido sólo de estornudos y guiños parpadeantes, la estrellita plateada en la oreja, el reno en el ombligo y el muérdago en su sitio. “Feliz Navidad” dijo.
David Torres
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Chasco por Navidad
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Árbol de Navidad
Odiaba las Navidades a muerte, pero nadie -ni su esposa ni sus hijos ni sus nietos- lo tomaba en serio. La tarde de Nochebuena, aprovechando que habían salido a comprar los últimos regalos, se desnudó, desnudó el árbol, pisoteó las bolas y se aderezó cabeza, brazos y piernas con bombillas de colores. Después metió los pies en una palangana en el preciso instante en que un cortocircuito dejaba sin luz a todo el barrio. Pero él aguardó, impertérrito, canoso, mojado y gordo, arrugándose a oscuras. Tras una hora de espera, el agua ya estaba helada y se levantó, tiritando, a buscar un albornoz. Su familia lo descubrió en el pasillo, justo en el momento en que volvía la luz, en pelotas, vestido sólo de estornudos y guiños parpadeantes, la estrellita plateada en la oreja, el reno en el ombligo y el muérdago en su sitio. “Feliz Navidad” dijo.
David Torres
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Chasco por Navidad
Si reservas con tiempo coges vuelos baratos. Si no reservas con tiempo mejor te vas en coche. Si te vas en coche revísalo antes de viajar. Si no lo haces lleva al menos cadenas en el maletero. Si no llevas cadenas mejor no salgas de casa. Si no vas a salir de casa compra con tiempo. Si no compras con tiempo cierran los supermercados. Si no tienes comida prepárate para reservar. Si no reservas con tiempo no hay sitio en los restaurantes. Si no compras con tiempo te vas a quedar sin regalos. Si te quedas sin regalos mejor no salgas de casa. Si coges un vuelo barato a ver qué haces sin regalos. Si llevas cadenas y nieva, a ver si sabes ponerlas. ¿Y luego allí qué haces? En medio de la nieve, en la cima de la montaña y con el maletero lleno de regalos. Te vas andando al bar más cercano y está cerrado. El móvil sin batería, y tú sin cargador. ¿Dónde se compran cadenas? Envías un SMS: “una grua, por favor”. Está una noche preciosa: “Feliz año nuevo”. Luisa Castro
(Sacados de: http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/19307/Microrrelatos_de_Navidad )