En un día de sábado tan tormentoso como el de hoy, en el que una respira tranquila después de una semana de inquitudes en cuanto a la agenda y a la organización se refiere, actualizo mi bitácora para responder a varios fines:
- Sigue la Feria del Libro en Madrid, a la cual, un año más, no podré asistir. Por ello, les voy mostrando, poco a poco, mi parada de libros o, mejor dicho, textos. Todos ellos, al igual que los referidos en la entrada anterior, galardonados con el premio Devaneo.
- El buen Antonio Muñoz Molina sigue coleccionando estatuillas. Y yo me alegro. Olvidado ya su más o menos dicutido o discutible modo de proceder respecto al asunto Premio Jerusalén, se le reconoce con un Príncipe de Asturias su prolífica vida como autor de novela, además de una unción titánica como articulista (véase, por ejemplo, este último texto publicado en El País hace dos días). Su particular visión sobre la literatura y otras disciplinas artísticas afines, como la pintura o la fotografía, hace que, en ciertas ocasiones, una tenga ganas de cogerle por banda y decirle: "A ver, Antonio, hablemos tú, yo y un café sobre este asunto, que igual me ayuda mucho con la tesis..." Pobre becaria con el seso seco por tanto leer...
- Como ya dije, tras cinco días de analizar poemas en prosa, Suzanne Bernanrd, Utrera Torremocha, Baudelaire, Cirlot, estudio constante como si no hubiera un mañana, convocaciones (e invocaciones) a un tribunal académico, preparación de defensa, etc. etc. etc. a una le apetece pegarse el gustazo de combinar sábado por la mañana + café + tormenta + escribir en el blog una entrada más lúdica y desenfadada de lo que viene siendo habitual en este rinconcito de la blogosfera que, bastante frecuentemente, aburre con devaneos teóricos y retóricos a los fieles lectores.
Dicho lo cual, paso a unificar estos tres puntos a cumplir bajo un texto maravilloso de Manuel Vilas, que, además de ser muestra de lo que viene siendo el poema en prosa español en la actualidad española - ¿Podrían decirme qué encuentran en él? ¿Qué rasgos formales, estructurales, organizativos, semánticos le separan de lo que se considere un cuento, un ensayo, una estampa?- sirve de modesto regalo/homenaje a los fieles lectores-compañeros-de-peripecias-ficticias y al gran escritor ubetense, que con 14 años me descubrió la literatura "de mayores" con Plenilunio o Nada del otro mundo.
Sea como fuere, espero que lo disfruten tanto como yo, que se encuentren correspondidos en tan breves líneas y que celebren la Feria del libro, pero como es debido. Ya que, a pesar de que se nos oculte el fin último de este acontecimiento cultural bajo la ampulosidad de grandes casas y editoriales, y aun siendo necesario el mantenimiento de éstas, en la polisemia del término "feria" encontramos dos acepciones muy distintas: una cosa es la comercialización del libro (de ahí el status de feria como "mercado") y otra muy distinta la celebración y el goce de la lectura (segundo significado de feria como "festividad". Personalmente, me quedo con ella). Así pues, celébrenlo como es debido: leyendo. Yo, por mi parte, me voy a ello: hay todo un ejército de bardos esperándome en el sofá...
LITERATURA
Los pisos praguenses en que vivió Franz Kafka, y sus corbatas negras y sus sombreros y sus zapatos. El pelo enjuto de James Joyce, cuya mano quemó Dublín. Los amantes de Luis Cernuda, riéndose a sus espaldas. La esposa de Shakespeare, vieja y adúltera. Los ojos verdes y estrábicos de la enfermera jefe de la clínica en que murió Nietzsche. La mano de mujer que cogió los botines de piqué de Ramón María del Valle-Inclán y los arrojó por la ventana. La sífilis saltarina que Gustavo Adolfo Bécquer paseó por Madrid. La sífilis idéntica pero paseada por París de Charles Baudelaire. El padrenuestro que reza el fantasma de Rimbaud en una morgue de Marsella y Dios que se hace el sordo. El padrenuestro que reza Jorge Manrique antes de soltar la mano de su padre muerto. La risa de Quevedo mientras evacúa en una esquina de Madrid, en tanto rebota el mundo en su vesícula como una piedra verde. La madre con gota de Flaubert. La autopsia de Larra, su joven cerebelo. La carne de la máscara de Fernando Pessoa. La foto del padre de Dostoievsky en la billetera de Lenin. La cabeza muy grande de Rubén Darío, tan grande como su miedo. Las sopas de ajo que marea todas las noches el Manco de Lepanto con la mano buena mientras se mira con discreción la mano ausente. Los cien kilos secos que Oscar Wilde exhibe por los cafetines de París con orgullo marchito. La mano que aúlla de Pablo Neruda. El cadáver de Cela servido con guarnición de ministros. El gran desfile de la soledad de todos los tiempos, la soledad y sus palabras, la literatura.
Manuel Vilas.
De Resurrección, Madrid, Visor, 2005.
Es un texto curioso, ¿es todo el libro de esa guisa? No conozco al autor, trataré de encontrarlo en librería de viejo. Me he pasado al lance, por precios, y eso que aquí siguen siendo muy altos para ser de viejo, y porque hay cosas fantásticas que no encuentras ya de nuevas: hace poco encontré El Libro (I) de Adonis, de Ediciones de Oriente y el Mediterráneo y me hicieron un precio especial, es un libro de tamaño considerable y una edición cuidadosísima.
ResponderEliminarAparte: ¿Qué opinión te merece la novela "Sefarad", de Muñoz Molina?
A la espera de sus siempre ilustrativas informaciones, para mí fiables. Ay esos cerebros secos de leer...¿quién inventó esa expresión tan desafortunada?
Bs.
"De Resurrección" podría referirse al resurgimiento de ciertas "pequeñeces" imperceptibles para el ojo humano hasta que llega una mirada, un yo, que los señala, reflexiona y, así, los re-crea, los da vida. Aunque las mil y una formas de intentar que el lenguaje no sea puro artiicio son tantas y tan variadas, sí, todo el libro es de "esa guisa",
EliminarRalacionando "El libro (I) de Adonis" y "Sefarad", dicen de cada uno que es "libro de libros", con varias tensiones entre mundo histórico y ahistórico (=¿intrahistoria?).
Todo, al fin y al cabo, yo y otro.
Yo y lo otro.
Yo desdoblado en yo.
Yo frente a sí.
Literatura del ego (¿desconocico?).
Me pregunto...
Y usted, ¿qué opina?
Desafortunada o no, los cerebros secos de leer llegó de otra gran "novela de novelas", El Quijote. Ya ve, nada nuevo bajo el sol...
Abrazos,
PeteRP.