ejemplares tardaba en venderse ¡qué se yo el tiempo! Y el precio de los libros
mejores era irrisorio: dos, tres pesetas...ahora, estos jóvenes hacen tiradas de
cuatro mil y de cinco mil ejemplares y las agotan en menos de un año. Han
logrado el milagro de que el pueblo se apasione por las novelas.
Benito Pérez Galdós
La Universidad de Barcelona ha presentado, en la facultat de Lletres, durante el mes de mayo la exposición de La Novela de Hoy. Colecció de novela corta publicada en Madrid entre los años 1922 y 1932 fue fundada y mantenida por el mecenazgo del también escritor Artemio Precioso. De corte erótico galante, siguiendo los pasos de las revistas de principio de siglo, consta de 526 novelas cortas la colaboración de 95 autores, entre los que encontramos a las grandes letras de la época.
Estas colecciones de novela breve son el fenómeno socio-literario más interesante del siglo XX. Se trata de colecciones de relatos breves, de 40-50 páginas, a precios muy baratos, de venta en quioscos, lo que produce la salida de la novela a la calle, con la consecuente expansión lectora. Encuentra un público que nunca había tenido alcance a la literatura (véase el rol autodidacta del lector anarquista de principios de siglo), llegando a haber tiradas de 50.000 ejemplares semanales ya en el año1907 (cosa que nos parecerá moco de pavo si sabemos que, en los años 20, las tiradas no bajaban de los 150.000 ejemplares). Jacinto Octavio Picón, Jacinto Benavente, Gregorio Martínez Sierra, Eduardo Zamacois, Emilia Pardo Bazán, Felipe Trigo, los Hermanos Álvarez Quintero, Ramón Pérez de Ayala, Benito Pérez Galdós, Ramón Mª del Valle Inclán, Francisco Villaespesa, Concha Espina, Carmen de Brugos, Pío Baroja, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset o Sinesio Delgado son unos cuantos ejemplos de la larga lista de colaboradores que participaron en el proyecto.
El éxito entre el público suposo un verdadero beneficio económico para los escritores más veteranos, quienes malvivían con artículos o cuentos cortos publicados en revistas semanales o las rentas de sus obras más extensas - claros ejemplos son Galdós, Valle Inclén o Unamuno -, por lo que tales colaboraciones pasaron a significar todo un modus vivendi. Se sabe, gracias a aquellos que gustaron de recopilar anécdotas y curiosidades de la época -que nunca está demás tener a mano un Mesonero Romanos-, que Unamuno, con sus libros, nunca llegó a ganar más de 3.000 Pts al año, frente a las 60.000 Pts que podían llegar a ganar, con sus narraciones breves, Felipe Trigo o Blasco Ibáñez, número uno en las listas de los best sellers del momento -estos valencianos siempre partiendo la pana.
Tras este bombazo editorial y económico, o debido a ello -volvemos al punto de si fue antes el huevo o a gallina-, se produce un gran auge de la novela breve que, por extensión, tendió a confundir límites con el relato. De esta manera, los género narrativos breves, tales como el cuento lírico, el poema en prosa o lo que hoy conocemos como microrrelatos, gracias a la Modernidad que los redescubrió, disfrutaron de una gran expansión y reconocimiento. Llega la era de lo breve y lo fugaz. Dª Emilia Pardo Bazán, en un artículo publicado en la revista Helios en 1904 dice del cuento que «es un síntoma de pereza, tanto del autor como del público». Tremendismo, sí, pero breve. Decía Cortázar:
La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida delimitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo itiliza esa limitación.
Estas colecciones de novela corta ya venían dándose desde mediados del siglo XIX, por lo que contamos con numerosos ejemplos: La novela de ahora, Colección, Galante, Biblioteca de las damas, etc. Sin embargo, la traca final llega con El cuento semanal. Aparecía por primera vez el 4 de enero de 1907, según la idea original del español nacido en Cuba y criado en Francia, Eduardo Zamacois. Aires nuevos que cristalizan, en 1896, en la primera revista erótica, La vida galante, de erotismo moderado, donde prima más la ilustración que el texto –con desnudos muy curiosos...
Grandes aportaciones de estas colecciones de novela corta y revistas fueron la importancia que tomó la imagen, la publicidad o las primeras convocatorias de concursos de relatos. Así, se apostaba por aquello de "una imagen vale más que mil palabras", cumpliendo esta máxima desde el diseño de la portada hasta la más mínima caricatura. Consecuentemente, se alza la figura del ilustrador, no reconocida hasta ese momento. Los más importantes fueron Andrade, Posada, Juan Francés, Apeles Mestres o Castelao. De la mano, va el auge de la publicidad, dato del que podemos analizar y conocer el tipo de público lector al que iban dirigidos tanto los anuncios como la revista en sí.
En octubre de 1907, se convoca el primer concurso de relatos que tenía como premio la cantidad de 500 Pts., cuyo jurado estaba compuesto por Valle Inclán, Felipe Trigo y Baroja, entre otros, resusltando ganador Gabriel Miró.
Tras el Cuento Semanal, pionera de todas las colecciones de novela breve, se suceden hasta mil quinientas compilaciones nuevas entre 1907-1936. A su desaparición, se funda Los Contemporáneos, entre 1909-1926, siendo colección más extensa, guinda de este psicalíptico pastel que pondría fin a los felices años 20 de la literatura breve de nuestro país.
La novela es como un veneno lento y el cuento, como un navajazo.
Marina Mayoral
Para más y mejor información, se puede consultar online la tesis de Mª Montserrat Gª Martínez:
http://eprints.ucm.es/15267/1/T33763.pdf
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