El mundo empírico o real es uno de los diferentes mundos posibles que fue actualizado [...]; es el mejor de los mundos posibles.G. W. von Leibniz
- ¿Hasta qué punto el autor crea la realidad en el texto - poiesis - y no es esa realidad, la mirada con la que él cree crearla en su texto, la que le conforma a él como autor; la que se crea a sí misma?
- ¿La realidad textual es cuestión de perspectivas empíricas? ¿Una mirada autogenética como transferencia de conocimientos?
- ¿Es el autor algo más que un simple copista, intermediario entre mundo real y mundo ficcional?
- ¿Somos el ensayo de un yo en constante actualización a través de la escritura?
- ¿Dónde está la frontera, el umbral entre el ser y el ser posible?
O poeta é un fingidor.
Finge tao completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.
El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente/ que llega a fingir dolor/ cuando de veras lo siente.
Autopsicografía, Obra poética.Nova Aguilar, Río de Janeiro, 1990. Pág. 164.
El final de la frase de Leibniz, aplicada al modo productivo y consecuente formación social denominados capitalismo, la vengo oyendo desde mi tierna iniciación a la vida adulta. Por aquello de que cada vez que pretendías ejercitar una crítica alguien te lo soltaba: el mejor de los mundos posibles. Y zanjaban el posible diálogo. Pero aparte de mi particular visión (empírica), pues obviamente hay diferentes mundos posibles. ¿No son los oníricos o de ficción también mundos reales además de posibles?
ResponderEliminarLas preguntas que se hace/ nos hace son interesantes, pero enrevesadas. ¿Por qué no prueba usted a responderlas? Ya enunciarlas tiene un valor y abre las puertas. ¿O queda todo en sofisma? Por mi parte, avanzo afirmaciones relativas:
No sé hasta qué punto el autor crea realidad, o variantes de esa realidad, pero la pregunta me remite enseguida a la mirada del arte, del surrealismo en concreto, a aquello de C’est ne pas une pipe, de Magritte. Sabido es que de la ficción se hace muchas veces única realidad (no creo que los términos realidad y ficción sean términos antitéticos, más que en un plano convencional de lenguaje) y en ocasiones se toma como lo único. Pero también es la realidad digamos palpable la que da las pistas al autor, y el mérito de este podría ser recrearlas y sobre todo reinventar las formas estilísticas.
La realidad textual parte, como cualquier realidad que se lea (pienso en su translación científica en el mundo celular, por ejemplo) de la admisión y reconocimiento de lo que ya se conoce. Lo de la mirada autogenética no lo entiendo bien, oiga.
El autor es un médium o intermediario, en algunos casos dotado de agudeza. Pero sospecho que bastante copista, lo cual no le resta su valor (relativo pero necesario, ¿no cree?)
El yo, con literatura o sin ella (con arte o sin él), se actualiza en cada vivencia o experimentación personal. Pero no me cabe duda que escribir es un campo de ejercicio, prueba, comprobación y generación de vivencias de ficción y de acicate para nuevas de lo llamado real. Pero ya digo, el yo se ensaya de tantas maneras, ¿por qué debería librarse la escritura? Incluso creo que el escritor vive con intensidad lo que escribe, incluso en el plano de lo que dice Pessoa en sus versos.
Por último, ay amiga. ¿Dónde ese umbral que usted señala un tanto confusamente, aunque le interpreto? El ser es siempre plural: lo que ha hecho, lo que hace y la previsión de lo que hará (que se manifiesta siempre con ficción, es decir, planes de vida, perspectivas imaginadas, etc.) se mezclan en un pozpurri difícil de matizar. A veces es aleación, a veces simple mezcla, a veces magma…¿Qué saldrá saldrá?
No le he resuelto nada, pero me ha hecho pensar, al menos en una primera instancia. (Dejo abierta la puerta a desdecirme, soy humano)
Mein Herr,
Eliminaryo creo que la conversión del mundo posible en real viene en cuanto el yo se ve inserto y actúa según las propias normas creadas para tal universo. Pero, ¡ojo!, las reglas creadas por el propio yo. Por tanto, mundo real y mundo imaginario, posible, soñado, etc. puede ser todo uno y en combinación. Sólo que este mundo que, al parecer, llamamos real - o Leibniz, el mejor- nos viene dado por obligación y, desde luego, no es el propio yo el que adapta las reglas del juego, sino que juega las de otros (esa creo que es una de las diferencias principales). De ahí, tal vez, el carácter sentencioso con el que acallaban esos conatos de críticas juveniles de las que habla. Recordemos que el bueno de Leibniz termina esa afirmación con un "actializado por Dios".
Efectivamente, creo que la clave está en la mirada del autor (o del que piensa, del que lee, del que toca un instrumento u oye música, etc. Todo es crear, al fin y al cabo). El 'cómo' se vea lo que se ve o lo que después se volcará en formato artístico ya es en sí mismo el captar de la realidad (fragmento 'equis' a elegir por uno mismo) y, creo, un volcarla al plano ficticio: ficcionaliza nuestra mente, en eso que los latinos llamaban 'inventio' o, incluso, 'intellectio'si lo entendemos como principio motor de la creación del discurso. La mirada es, creo yo, uno de los canales por donde la realidad crea la experiencia del yo y le da a éste las claves para su posterior poiesis. Algo así es la mirada autogenética: se está produciendo esa visión - el ojo que ves- en el mismo momento en el que se crea el objeto artístico -no es ojo porque lo veas, es ojo porque te ve.
Otro tema que tiene, a mi parecer, bastante que ver es el de la recepción: la otra cara de la medalla. Creo que para 'adivinar' la división entre mundo real y mundos posibles ha de prestarse atención al 'pacto de la ficción', que no es otra cosa que la aceptación, por parte del lector - o cualquiera que se pare a observar la obra de arte- de las reglas que el yo-autor ha impuesto a la hora de crear y que rigen la comprensión y estructura de tal creación. Y tas ello, la desautomatización o alienación, evitar el extrañamiento ante la presencia de lo imprevisible.
Bueno, tenemos varios frentes abiertos: yo-autor, yo-lector, horizonte de expectativas de ambos, juegos retóricos, ...
Gracias por pararse aquí y pensar, aunque sea en una primera instancia. Diga o desdiga, eso es el devaneo.