Dudo bastante del papel que tengo que hacer aquí. Pero bueno, el caso es que me pagan. Y no por dudar, precisamente. Son casi las 5 de la tarde. Hace dos horas que estoy aquí, viendo desaparecer gente. Viendo desaparecer pasos delante de mis narices de becaria… Aún un rato por delante. Y después, un metro, una clase, el autobús, un atasco hasta Segovia… Día largo el del viernes. Aprovecho, puesto que estoy sola en “la pradera” de escritorios y cristaleras, a leer. En formato fotocopia. Para que la cámara que tengo en el logotipo del marco de la pantalla no me delate. Que os creéis que, por becaria, soy tonta. Y no. A veces, incluso, hasta puedo llegar a engañar. Ya ves qué cosas… Decía, aprovecho a leer. Ensayo hispanoamericano. Me aburre leer una y otra vez la escritura como fundación; la no-historia por la no-escritura; la epopeya como pasado mítico;… También dudo de esto. 5 años leyendo lo mismo. Ya cansa un poquito, ¿no? La alternativa son leyes… Bueno, quizá la lectura de Scheines no esté tan mal del todo… Me entra sueño. Quiero café y lo único que está abierto hoy, a estas horas, es la puerta del baño… Miro, desde el escritorio, la calle. Al fondo, una enorme bandera hondea tapando un poquito del inmenso edificio de Correos. ¡Qué vistas! Seguro que mi padre engorda de felicidad en su andamio cada vez que se imagina a su hija aquí. Donde estoy yo ahora mismo… Desde aquí adentro siempre parece de noche allí afuera. Es triste. Todo silencio. Todo oscuridad. Sólo un ruido, como lejano, eléctrico, que suplanta el viejo “tic-tac” de las oficinas de antes, de los antiguos bancos... 25 minutos y podré escaparme. Con tarjeta de identificación. Con prisa. Con frío. Con gente que estorba en medio de la calle… Qué contraste. Única en esta “pradera” informática; chocándome, medio ciega, en la maraña de abajo… La señora de la limpieza, de un blanco angelical, desaparece como por arte de magia; de la misma manera que lo hace al entrar y casi mueres del susto. Me arrimo a la puerta de algún despacho olvidado, entreabierto, y miro hacia abajo. Miro la gente que corre. Que se tapa con el paraguas. Que abraza un periódico, o el abono del bus, o la careta de Carnaval, con el fin de escudarse. Que se zambulle en el metro, o es vomitada por éste. Pequeñas hormigas que yo, desde aquí arriba, desde mi 6ª planta, observo y manejo, como un dios que inventa historias. Como un genio aburrido que ya se frotó demasiado las manos esperando a que alguien le invocara. Como una dubitativa hoja en blanco sin rellenar. Sin más ni más. Esperando… Tic, tac, tic…
Como me gusta esta imaginación que se desborda de tí en unos momentos como de espera de acabar de estar en un puesto donde tienes que estar y que sin embargo es como triste, aburrido. Es un recurso maravilloso este de escribir pudiendo expresar todo lo que uno pasa y siente. Recuerdo situaciones parecidas en que me sentía agobiada, con ganas de salir de algún lugar y no poder, por la obligación. Saludos.
ResponderEliminarHola Clariana.
ResponderEliminarPues muchas gracias. Me alerga que te guste. Esta vez vendría muy bien aquello de "lo que hace el aburrimiento"... Espero tener muchos ratos así,para escribir cosas como ésta y tener críticas como la tuya.
Un abrazo!