El jueves pasado me encontré con una amiga en la Rambla del Raval.
Gente a la que abrazas sinceramente cuando, por fin, os reencontráis,
pero con la cual pasan dos meses entre un "¡Quedamos!" y el hecho
efectivo. Compañera de facultad a la que conocí de rebote, el último año
de carrera, ese último año en el que no debería haber estado repitiendo
y que, sin embargo, fue el más útil y fructífero,académicamente
hablando. Sobre este respecto en cuanto al "no debería de" que, al
final, por ser más provechoso, acaba en un "quién sabe si", podríamos
hablar -de hecho así hicimos- durante bastante rato, medido en cafés y
tartas de zanahoria a medias.
Sin enredarme demasiado, y ayudadas
por Rodoreda y Montainge, hablamos de las sorpresas de lo inesperado.
Claro, qué cosas tengo... Sorpresas buenas, como ese encontrarse por
casualidad con gente maravillosa que nos esperaba -o a la que
esperábamos- tras una esquinita, dados la vuelta o de espaldas, sin
darnos cuenta del disfraz. Malas, como es la sensación de tiempo
perdido, el volverse un descreído, el acabar olvidando los porqués que
nos han movido hasta donde estamos ahora. Como la Política está en todo y
se convierte en acto político, canibalizándonos en su sistema, incluso
hasta el rechazo que sintamos y/o manifestamos hacia ella, ese tiempo de
descuento en la universidad dio paso al sentimiento de prolongación
infinita y en bucle que, parece, estemos realizando con nosotros mismos.
O te reinventas o te estancas. Está claro que estancado es un estado
que define muy bien a este país, a sus gobernantes, a sus ciudadanos,
incluso a sus intocables monarcas. Estancamiento mental, ideológico,
político -obviamente-, académico, laboral, profesional, etc. etc. etc.
España, piel de toro, charco de lodo y marcha atrás.
Algo
bastante terrible esto de que TODO acabe significando posición
política, más que una idiología o una coherencia en tu modo de vida. ¿Política de qué? ¿Tenemos, acaso, algún tipo de participación como ciudadanos en eso que llaman "El arte de gobernar un Estado", en los "asuntos públicos"?
πολιτική se ha contagiado de una especie de síndrome de estocolmo, y ahora es la pura antonímia de aquella cuarta acepción "Cortesía y buen modo de portarse." Cada vez viene más al pelo leer el cuento que Galdós escribió en 1868, La Conjuración de las palabras.
Sin irnos mucho de madre: causas, estado de la cuestión, consecuencias. Es en este tercer apartado donde llega la desolación: partiendo desde la experiencia propia y siguiendo una fila interminable a las puertas de las foronteras: Kike, Arantza, Sara, Tamara, David, Susana, María, Roberto, Manuela, Santiago, Vicente,... Fuga interminable de cerebros: éste y no otro es el exilio del siglo XXI. No es que queramos parangonearnos con otras circunstancias históricas vividas aquí mismo; no es afán de llamar la atención. Es denunciar la realidad con ayuda de la experiencia. "No es que me quiera ir, es que me obligan: nos echan". Expulsados de casa, del país. Esa es una de las razones más argumentadas cuando se pregunta a cada uno de los que formamos parte de esos "6.000.000",como si fuera un club de fans o un grupo musical de moda, por nuestras miras de futuro. ¿Pero es que eso existe?¿Hay algo más allá que el ahora? Creo que los teóricos e historiadores de ese "futuro" se echarán las manos a la cabeza al ver qué poca importancia tenían para esta generación que ni ayer, ni mañana. Simplemente, ir tirando a la marcheta... Culpa de esa política basura que ha arruinado el país, las ilusiones, el trabajo y esfuerzo. Que ha vendido por un plato de lentejas los puntales generacionales de sus próximos 20 ó 30 años. Razones políticas, siempre igual: antes era una pistola en la cabeza; ahora es el desempleo, la cancelación de becas de investigación, el pelele puesto en tal o cual ministerio carcajeando un "¡Que se jodan!" o un "Idos a fregar platos al extrajero para que conozcais la experiencia." En realidad, exiliado (por lo) político. El terror y el asesinato pueden ser llevados a cabo de muchas y muy diversas maneras...Y eso que nos sorprendíamos ante la lectura de 1984.
¡No hay lugar para tanto chorizo!, gritamos en las manifestaciones. ¿Y sí lo hay para 6.000.000 de parados? ¿De jóvenes perdidos, desubicados, desilusionados, decepcionados?
Anna insistía, fuga de cerebros: éste y no otro es el exilio del siglo XXI en España...