*A Sansueña, por soñar aunque cueste...
Se despiertan las calles bajo el blanco polvo helado y cayendo... Se enciende, poco a poco, la vida en pequeñas tiendas antiguas.
La modesta población de Sansueña prepara, como cada solsticio de invierno, las viandas y sacrificios a su patrón. San Pancracio, con los eternos cinco duros en su índice, apunta al cielo, como recordando al Tronante, su poder y el castigo que recibirán todos aquellos que adoren a falsos tótems. Pero no importa. Como todo santo, se ganó el cielo por bonachón y, por mucha amenaza, siempre se puede mirar a otro lado, para que el cielo no vea, y perdonar los pequeños deslices de los crédulos sansueñeros. "¡Este año sí, Dios mío!" Y es que, si algo tienen de peculiar los oriundos de Sansueña, es su carácter pueril, su confianza ciega y desesperante hacia el Azar y la Fortuna. Como niños que, creyendo a pies juntillas la posibilidad de un vuelco de tortilla, tientan a la Suerte y comienzan, meses antes, la tradicional peregrinación hacia una ventanilla que les asegure, a ojo de buen cubero, que "este año sí que sí". Este encaminarse, medio catárticos, hacia la "estampita" que les de el pase seguro a la Gloria - económica, pues, como toda tierra de bien, en Sansueña hasta soñar cuesta dinero -; este deambular con ello en la mano, babeando ante los cinco números que lo encabezan; delirando de risa disimulada al pensar "Díos mío, ¿y si este año sí?" Y un brillo inefable de Esperanza y Estulticia aparece en el par de ojos de cada uno de estos aborígenes, y refulgurando... Olvidando la miseria en las aceras; la mansedumbre de curritos explotados, de parados deprimidos y mujeres cabizbajas.
De hecho, y para no dejar un sólo cabo sin atar, se sigue todo un ritual de acercamiento previo al suceso. Una vez obtenida la estampita de la Suerte, cada sansueñero debe besarla y salir en busca de todo tipo de protuberancias: las barrigas de embarazadas y las corcovas de jorobados son elementos recurrentes, casi talismanes, según se aproxima el día. Frotándola sobre dichos abultamientos, lo acompañan, cual misal y rosario, para estimular y atraer hacia la estampita la Fortuna deseada, una suerte de deprecaciones: "Ay, Dios mío, con la falta que nos hace ahora..."; "Según está la cosa, una ayudita...Un colchoncito pa respaldarnos..."; "Un pellizquito nada más...", "Yo solo pido lo justito pa ir tirando..." Bajo la mágica alineación de los planetas que todos invocan para sí, una música resuena en todas las cabezas. Y entonces, acompasados por las calles de Sansueña, las faldas, los zapatos, los sombreros inician la danza de la Primitiva, de la Bonoloto; de la Línea y el Bingo; del Sueño y la Ilusión a ritmo de vals...
Sansueña, después de meses de peregrinación, fabulación y recopilación de "estampitas", empieza la cuenta atrás y, año tras año, una boina de enajenación encapota cualquier intento de conversación entre sus peculiares habitantes. "Redios, si este año toca..." Y, tras este inicio onírico, prosigue una serie de confabulaciones y cuentos de la lechera que varía según la edad, el sexo, la condición civil o laboral o, incluso, la provincia de origen a la que pertenezca el soñador en cuestión... Los más devotos, reservando los días de asueto en sus correspondientes oficios, vuelven a sus casas para madrugar ese día, preparar el desayuno en familia y apiñarse en torno a la televisión, el transistor, o cualquier onda que transmita la Buena Nueva. Concentrando toda la entelequia nacional en el breve, pero intensísimo, espacio de tiempo en el que el Querubín Elegido del año se da la vuelta, agitado, agarra fuerte el designio circular y cifrado del Oráculo y canta....
El resultado, para desgracia casi masiva del personal, suele ser siempre el mismo. Nótese minutos después del evento la decepción generalizada. Las miradas avergonzadas, pesarosas de la peregrinación inerte, del sacrificio infructuoso, del cántaro roto junto a la fuente. Ilusiones de usar y tirar.
Pero como pueblo de rancia tradición, Sansueña, valiente y gallarda, menea con gesto estoico las témporas - que ya podían haberse usado antes - y tirando de refranero "el-mal-de-muchos-consuelo-de-tontos" sirve para el autocompadecimiento por haber vendido la piel del oso antes de cazarlo. "Bueno, seguimos pobres, pero con salud, ¿eh?" Ante esto, solemos encontrar a nuestro paso ofuscados autóctonos que como cada año, reniegan sabiendo que volverán a caer. "Sí. A mí me ha tocado.... los coj**** me ha tocado..."
Pero como pueblo de rancia tradición, Sansueña, valiente y gallarda, menea con gesto estoico las témporas - que ya podían haberse usado antes - y tirando de refranero "el-mal-de-muchos-consuelo-de-tontos" sirve para el autocompadecimiento por haber vendido la piel del oso antes de cazarlo. "Bueno, seguimos pobres, pero con salud, ¿eh?" Ante esto, solemos encontrar a nuestro paso ofuscados autóctonos que como cada año, reniegan sabiendo que volverán a caer. "Sí. A mí me ha tocado.... los coj**** me ha tocado..."
Y así, de nuevo, recomienza la vida en Sansueña cada 23 de diciembre; tras este pequeño lapsus pseudomarxista, en el que los sansueñeros megalómanos se ven cumpliendo el sueño de su vida: ser sus propios amos, dueños y señores. Olvidarse de quién se es. La resaca del pobre y su precio.
Empieza, otra vez, de camino al trabajo como cada mañana, idéntica peregrinación so pretexto "no vaya a ser que este año toque" para la fiesta de la patrona. Santa Epifanía de enero, unos días antes de San Lorenzo y sus pequeños descuentos en tiendas de abastos y complementos. Compensación que el pobre San Pancracio ofrece, lastimoso un año más, a los pobres sansueñeros por estos pequeños actos de rebeldía que, por atreverse a soñar, tan caro acaban pagando...
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
( J.M. Serrat - versión Tahúres zurdos)