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martes, 11 de octubre de 2011

El cuervo delator y una triada de trampas e ingenio.

Ilustración de Gustave Doré. Colección The Raven.
Nevermore sobrevoló la cabeza de Edgar Allan Poe, por primera vez, a finales de 1844. Se sentó a escribir The Raven sin pensar por un momento el impacto por contraste de aquel bichejo negro sobre el busto albo de, casualmente y sin querer, de Palas Atenea. Una vez más, la biografía amorosamente desazorada del poeta tapó al genio; algo harto común, por otra parte, en el último Romanticismo, que hacía sus primeros tonteos con el opio de la Modenidad mientras despedía al siglo XIX. Tampoco debió parecerle de mayor importancia al comentario literario que él mismo hizo sobre cómo había escrito tal poema y, por extensión, cómo se debía proceder a la actividad creadora con fines similares a los que él se había enfrentado. Ya, claro. Eso es fácil: contar una experiencia humana...que no fuera suya. Escoger aquella que trate del sentimiento que más hóndamente sienta el ser humano...  la pérdida (ergo, la muerte). Y, de tal pérdida, que se la del otro ser humano que el primero más quiera... total, la Muerte de la Amada. Y con mayúsuclas, sí; con mayúscula de tema Clásico, porque, si lo que quería Poe era innovar, no tuvo demasiado ojo clínico, el muchacho. Tenemos, pues, un escritor romántico de mediados del XIX en lengua inglesa; con un poema en la mano sobre Muerte, Amadas y Noches de tórmeta... Arquetipo que te va. Pero.. ¡no! Vean la estructura perfectamente diseñada del poema (dieciocho estrofas, divididas en periodos de seis versos, con octometro trocaico y estructura rítima ABCBBB); vean la gracia con la que dice que la anécdota del pájaro elegido iba a ser, en principio un loro, ya que es una de las aves capaces de repetir sonidos.. pero claro, en plena tormenta, cayendo rayos, truenos y centellas; hablando de la amada muerta... que apareciera, de repente, un loro... No, hombre, no... No quedaba bien. Mejor un cuervo, de más regusto gótico, más oscuro, y a la vez, capaz de memorizar y reproducir pequeñas unidades fónicas. Si ya añadimos la charla que nos pega sobre su galopante obsesión de encerrarse en la biblioteca para averiguar qué hay después de la muerte, tenemos en nuestras manos lo que podríamso llamar, muy chabacanamente, el Top Ten de los motivos tardorománticos de la literatura (y el Arte en general) del siglo XIX, poco antes de que se alcanzara la Modernidad... Entonces, ¿por qué tanto amor por Poe? ¿Por qué reconocimientos y lauresles si lo que trata son tópicos remanidos? Bien; les he dicho que se harta de manejar recursos típicos, pero ¿les he dicho cómo? Señores, están ustedes ante el primer poeta que, para contar una experiencia personal (ya les dije que la biografía sentimental se come al geino), se distancia de sí mismo, emplea la ironía y hace de lo personal, un universal a través del a ironía, los juegos de palabra y la complicidad con el lector. Eso es ser moderno (creo, aún hoy): salirse de sí mismo para mirarse desde fuera; y enseñar, pero no detallando, sino mostrando detalles. Es la primera vez que no hay necesidad literaria de justificación por parte del escritor de manera lineal. Poe agarra los componentes de siempre, hace lo que siempre se ha hecho pero, en lugar de escribir lo que el lector espera por tradición, le dice  - según hará en The Philosophy of Composition - :
"Toma tú, que entiendes. Y lee."
Ésta es lo que, ahora, comprendemos como supuesta Modernidad... Término que, por cierto, acuñó Charles de Baudelaire cuando se publica su obra póstuma en 1869, Le Spleen de París (Petits poèmes en prose). Si bien el subtítulo sorprende por aquello de "poemas en prosa", género neófito en aquel momento, ¿por qué además, eso de "pequeños"? Parece que Baudelaire, genio de ingenios, supiera la reacción de desconocimiento del lector asombrado y le da respuesta de esa manera tan modesta como lo hacen los grandes: un ejercicio de captatio benevolentiae de pies a cabeza.... ¿Y cómo? Encontramos un prólogo en forma de epístola a Monsieur Arsène Houssaye. En este prefacio, el modesto poeta francés, padre de la Modernidad literaria en Occidente, le comenta a su amigo
"Mon cher ami, je vous envoie ici un peu de travail dont personne ne peut dire qu'il n'a ni tête ni queue, parce que, au contraire, tout y est à la fois tête et queue, alternativement et réciproquement. S'il vous plaît considérer quels sont les avantages de cette combinaison offre bien pour nous tous, à vous, à moi, et pour le lecteur. Nous pouvons couper ce que nous voulons-moi, ma rêverie, vous, le manuscrit, et le lecteur, sa lecture, car je ne lient pas le lecteur impatient dans le fil sans fin d'un complot superflu. Retirez l'une des vertèbres, et les deux moitiés de ce fantasme tortueuses vont se retrouver sans douleur. Hachez-en fragments nombreux, et vous verrez que chacun peut vivre sur ses propres."
Vamos, que el amigo Charles está planteando - y así pasa a la historia - que, ¡oh, sorpresa! ha creado un género literario nuevo. Fragmentos poéticos ¡¡¡en prosa!!! Poesía a renglón seguido. Poesía que desafía, incluso, a la mismísima Poética de Aristóteles. Como dicen ellos mismos Sacre Dieu! la que acaba de liar este muchacho... Pero no es oro todo lo que reluce, y Baudelaire, además de todo esto, fue trilero: sí, menciona que vio una posible influencia en Aloysius Bertrand (de la quinta de Poe, por cierto) y su obra, Gaspard de la nuit (Aquarelles literaires) en algo cercano, que no idéntico, a lo que hoy conocemos "poemas en prosa". Por tanto, ni pionero ni inaugurador del género en Francia: intentona o conato de (yo no diría más). Claro que al escritor dijonais no se le pasó por la cabeza hacer lo que Baudelaire y ¡hala! que me he inventado la Modernidad.. No se le ocurrió tal sacrilegio de intentar ligar una contradicción tan aparente sólo porque a él se le hubiera ido la pinza una tarde y hubiese hecho lo que más tarde haría Santigao Rusiñol o Gutiérrez Solana: escribir breves piezas a raíz de una pintura o viceversa (abreviando muchísimo y de mala manera).
¿De dónde se saca entonces Baudelaire esto de los poemas en prosa? ¿De verdad lo inventa él? No, señores, no. ¿Les suena el nombre de Stéphane Mallarmé? Efectivamente, otro de los poetas del Parnasse du Fin du siècle française. Mallarmé, que, además de poeta, traductor y vividor, sabía que uno tiene que comer y dar de comer a la familia. Así que, casado en Londres, se decidió a dar clases de inglés en Instituto de Tournon. Por lo visto, en aquella época, el fracaso escolar en inglés era, ya, masivo; por lo que, allanando caminos, Mallamé decidió traducir al francés toda la producción literaria anglosajona que cayera en sus manos... ¿Y qué fue una de las cosas que tradujo? Le Corbeau, de Edgar Allan Poe. Sí, señores, sí. Fue él. ÉL, Mallarmé, quien introdujo en Europa el germen de lo que aún no estamos a medio definir: el poema en prosa. No se dejen engañar por la fecha. Si bien esta aportación traducida no fue editada hasta 1875, se sabe que Mallarmé trabajaba con ella ya en 1866, año en el que empieza a trabajar en la revista Parnasse Contemporain, publicando en ella diez poemas de influencia de la estética of Modern Style.
Mallarmé sabía que la Modernidad esta en los versos de Poe y se lo llevó a casa. Vio la imposibilidad que había en traducir todo aquello de modo versificado y prefirió hacerlo en glosas francesas, prosificando, a renglón seguido, la modernidad de Poe. De hecho, lo curioso de todo esto es que, estas traducciones en prosa y no en verso, han dado lugar a que actualmente, Poe sea más conocido como autor de narrativa +/-breve, que por su obra poética.Y todo debido a la imposibilidad de una primera traducción estilísticamente fiel....
Así que, Baudelaire, si fuera francesa, te retaría a un duelo de un guantazo en la cara, tramposín. Tú también tradujiste al francés Le Corbeau (casulamente, al estilo de Le spleen); tú también lo sabías... No te columpies nevermore...

The Raven (Vincent Price, 1976)