A teoremas "absurdos"- como "¿Por qué la caja negra de los aviones es de color naranja?" o "Telepizza, ¿qué desea? Magdalenas, no te jode...", sumo yo el mío: Si para hacer limpieza mi casa he de fregar, ¿por qué tengo que limpiar, primero, el cubo de la fregona?
***
Los tres conatos de independencia en las distintas ciudades que he vivido han sido bien diferentes.
El primero, Madrid. 2008. Verano, calor. Miles de cajas apiladas durante dos meses. Hasta que un día, te plantas en la puerta de la cocina, te miras con tu compañera de piso (en este caso, esconderemos su identidad bajo el pseudónimo de "Aneto") y, tras el parapeto del mandil, los guantes y el KH7, buceas en un universo desconocido, tenebroso (a la par que temeroso) y repleno de una materia indefinible que, fina y eufemísticamente, llamaremos "Roña Ajena Acumulada" (a partir de ahora, RAA). Moja, enjabona, rasca y refriega. Y así, sucesivamente, aplíquense estas cuatro acciones durante los días que fueren necesarios para desprender del alicatado la RAA. ¡Y no andes descalza, que este parquet me da asco!
La RAA es algo que te persigue. Es como el amigo que llevas en la bici de paquete cada verano. Y es que, últimamente, cada verano, yo me encuentro con algo parecido... El segundo conato independentista que citaba arriba, vino, digámoslo metafóricamente, en bicicleta también. Julio de 2009. Tour de France en los talones (y esto es literal). La llegada a Clermon-Ferrand, tierra de pneumáticos, "michelines" (por Michelin) y zulos terroristas, se augurió bastante menos escabrosa de lo que resultó ser. Verano, también. Calor, considerable para el microclima siberiano que se gasta entre Octubre y Mayo. Venga sudores arriba y abajo con el traqueteo insoportable de los ruedines de la maleta. "Joselito o el niño de Vallekas" (pseudónimo del segundo informante) juraba y perjuraba que nunca le había pasado aquello: de mear la cerveza, había pasado a sudarla... Toda aquella diversión desapareció con la lluvia y la nieve del Puy; tras los desconfiados reojos auvergnats. Cuando me apeé con mis dos baúles en aquella ciudad eternamente gris, tuve la misma sensación que tuvieron, encima de una carreta, Madame Bovary, la Mila en Solitud o Andres Hurtado en El árbol de la ciencia... ¿Pero dónde coj... me he ido yo a meter! Y luego... Limpieza de suelos; limpieza de armarios; limpieza de baño y salle de bain; limpieza y desinfección de cocina; limpieza del patio -con la nieve no podías entrar a casa- ; limpieza dental -que también la hubo...-; limpiar, limpiar, limpiar... Nunca he fregado tanto unos suelos; eso es lo que más recuerdo de la entrada en aquella casa. RAA en forma de nieve deshecha, barro, polen, pelusas, polvo, pelos...
La última vez que hice esta misma reflexión sobre este mismo tema sucede durante estos días. Es decir que, ahora msimo, estoy sentada en un sofá, mirando entre gotas de sudor unas baldosas que bien podrían calificarse "adoquinado Alcántara", por el recuerdo de otros tiempos... Memoria patrocinada por toda la RAA que hay acumulada en sus juntas. Una, hija de añbañil, sabe que el mejor remedio para eliminar - o, al menos soslayar - este problema sería darle al suelo una buena "lechada". Así, a las bravas. (Por favor, nadie piense cosas obsecenas aunque sea bastante proclive al chiste....). Pero preferimos intoxicarnos con Estrella, Lejía La Concha - o Conejo... también, proclive a la bromita...- y ese sinfín de productos de droguería -¿quién elige los nombres en español?- y dejarlo todo bien limpito.... Sin duda, de este último transvase hogareño, me queda el sabor salado de la limpieza. El sudor por la humedad de esta ciudad condal. El sudor de limpieza entre hedores de zafarrancho y escobetón. Y la infinitud de duchas que me doy cada día por dichos motivos....
***
Para terminar de hablar sobre el apasionante tema de la limpieza, alguien me dijo hace tiempo (para este tercer informante, hemos elegido el pseudónimo de "Chechu") que alguien le había contado que una vez conoció a una mocita que, nada más dejar de ser doncella, toda su obsesión era ducharse. Lavarse continuamente de pies a cabeza... como para quitarse el sudor de aquello.
***
Pues con todas estas cosas, una se pregunta a veces -también puede que sea unos de esos teoremas absurdos del principio- "¿Qué tendrá el agua?" Este elemento, según mi último informate -a quien denominaremos "Amparo"- es clave en culturas tan dispares como la cristiana, la mesopotámica, la egipcia o, incluso, las precolombinas maya y azteca. Diluvios, odiseas en barco, inundaciones, desbordamientos, etc. Todas estas culturas, el pasado más ulterior a las raíces de nuestro presente, manifestaban mediante la Idea del "agua" una creencia, un rito/respeto, incluso un miedo atávico - no hay que retroceder tanto si nos acordamos de los recientes tsunamis en Haití o Japón. No obstante, esto "del agua" siguió adelante. Y evolucionó (de ahí que sea considerado motivo clásico). Así, en el teatro español de los Siglos de Oro o en dramas shakespearianos, vemos recurrentes castigos, venganzas, crímenes, deshonras,... y siempre, siempre, encontramos una figura - LA figura, que diría mi informante enfáticamente - con las manos llenas de sangre que, por mucho que las lave con agua - evidentemente- , no es capaz de quedar limpio.
¿Qué poder tiene el agua sobre la condición humana? ¿Por qué o en qué punto se conmuta esta relación entre materia y espíritu, en cuanto a limpieza física y psicológica del hombre?
***
Pues en esas estoy yo... Creo que no fue buena idea, para una sessió de benvinguda, mezclar lejía y amoniaco...