Páginas

sábado, 14 de mayo de 2011

Si en marzo mayea...

...en mayo marcea. Siempre acaba cumpliéndose.

El mes de marzo, soleado, caluroso, dando tregua a la manguita corta y a las primeras gotitas de protector solar de las atrevidas guiris universitarias, no fue más que una broma sin importancia. Lo que sí tiene peso, me refiero al peso en el ánimo, son las tardes como ésta. Sales del trabajo alegre: San Isidro, la Pradera, el rastro de mañana... Mentira: acabas en Urgencias del Clínico pegándote con la enfermera por el horario de visitas; te calas de arriba a abajo porque esta mañana, como hacía un sol que anunciaba caerse a cachos, te pusiste tus pisamierdas de la calle Toledo y estás, literalmente, pisando torrijas... chof-chof-chof... Corres. Una vieja te roba el taxi. Te refugias en una marquesina y, cuando has visto pasar mil doscientos cincuenta y tres taxis libres, empiezas a pensar a cuánto asciende la calderilla de tu monedero porque llevas más de media hora esperando el 45. Y te decides: hoy tiras la casa por la ventana. Hoy coges un verde... Claro, si pasa alguno. Porque ahora que ya estás segura de despilfarrar y reírte de la crisis, no viene ninguno vacío. Tres cuartos de hora en mangas de camisa; el fular enrollado en la cabeza, que parece que te acabas de lavar el pelo; las zapatillas chorreando (y destiñéndote los pies, porque, queridos fabricantes de pisamierdas... ¿Por qué no echáis algo para que no se vaya el tinte del zapato? Que siempre me pone todo hecho un Cristo....) ... Y al fin, en la lejanía, con una música a lo Morricone (pero tarareando el Fari, por supuesto), aparece "er tasi". Lo coges... A casa, por favor... Sí, bonita, pero ¿dónde?... Ah, claro... Después de una charla sin compromiso, en la que puedes haber sido desde cirujana hasta periodista o tendera, el "ton-ton" te dice que corte el chorro, que ya has llegado al destino. Pastizal. Corres al portal. La llave, la p*** llave que parece que echa carreras por el bolso; la vecina; el niño con el triciclo... Sí, sí llueve, fíjese... La ropa tendida. Me cagüen... Total, que empapada, helada, medio constipada, poniendo perdidito todo el suelo con el agua de los zapatos, te lanzas a la ducha y... lo que es el poder del agua...
Te pegas un duchao y sales levitando enroscada en una especie de toga... El café calentito. Una onza de chocolate. El ordenador; música. El sofá, la tele (el eterno programa de Maria Teresa Campos...). Algo de trabajo para entretener esta bendita tarde de sábado, lluviosa, fresquita, juguetona y por sorpresa, resbalándose...
Me gusta tener la persiana bien arriba y ver, entre los negros barrotes de mi bajo, la luz gris de Madrid en estas tardes que juegan a ser noviembre otra vez. Que parecen ser benevolentes con nosotros; retroceder unos meses; darnos la posibilidad de volver a, de poder rehacer y redisfrutar; de pensar, al fin, que aún queda ese tiempo ya ido para las despedidas que vinieron; los adioses que se preparan; las lentas horas de espera.
Disfruto, sola, de la procesión de los capirotes dorados en paraguas señoriales de Chamberí. Del verde artificial de este híbrido de árboles que nunca sabré diferenciar. Pienso en el trabajo que queda por hacer; en que Zamora Vicente me espera en la mesa con sus estampas madrileñas, lo grotesco de sus elipsis, la ternura con que mira a esos seres que somos, necios, sandios, tontorrones. Y un olvido, melancólico, triste, prosiguiendo a la esperanza...

4 comentarios:

  1. ¡Ay, Peter P., qué texto más hermoso le ha quedado! Con un excelente ritmo, en mi opinión,trufado de pinceladas de contubernio de los hados, gotas y una pizca de melancolía, pero con esa obstinada esperanza que lo recorre de principio a fin. Desde esa despedida próxima con olor a éter duro e intransigente hasta la onza de chocolate repleta de endorfinas. Y con el regalo de mi querido don Alonso Zamora, que me llena ahora a mí de nostalgia con recuerdos nítidos de un Santander luminoso y limpio, hace más de treinta años, en el que su conversación divertida y cultivada llenaba mis días de despedida de estudiante y de algún que otro amorío que se quedó perdido para siempre por los jardines de La Magdalena. ¡Ay, Proust, siempre Proust.
    Gracias por regalarnos su tarde. A cambio, un consejo: no sería mala idea escuchar hoy las Escenas de niños de don Roberto Schumann para combatir el festival de Eurovisión que ya amenaza desde los televisores.
    Un abrazo de fin de semana,

    ResponderEliminar
  2. ¿Conociste a Zamora Vicente? ¿Y por qué nunca me has hablado de eso? Si es que, con tanta caipirinha...

    Sí. Siempre Proust; y Bergson; y Machado. ¡Azorín, poeta del tiempo, de las pequeñas cosas!

    "Hoy es siempre todavía"

    Mejor será no olvidarlo...

    ¿Sabe? Esta tarde me acompañó Franz y no Robert, que, aunque el último siempre es bien recibido, el primero apareció antes con su "Trucha" y ayudó a sonreír...

    http://www.youtube.com/watch?v=P_ZH1InUXGE


    Gracias por sus palabras como abrazos.

    Atentamente,

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola Judith!
    Me ha gustado mucho este escrito describiendo tu tarde de ayer sábado, con las peripecias de la lluvia.
    Yo también me mojé y mucho, a pesar de ir con paraguas, sirvió de muy poco, pero no sabría describirte mis vivencias de una manera tan maravillosa como tú lo haces.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Hola Clariana.

    Siento mucho que hayamos compartido esa lluvia.Yo siempre acabo constipándome, pero bueno, también tienen su gracia es correteo de arriba a abajo... ¿no? jejeje Por suerte, luego llegas a casa y, como decía el anuncio de café "Quando arrivo a casa, Nescafé capuccino..." ¡a disfrutar la encerrona!
    Si luego alguien lo lee y le gusta tanto como me dices en tu comentario, la tarde y la lluvia se aprovechan doblemente.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar