R.- Oye, y el año que viene, ¿qué va a pasar? ¿Vamos a seguir siendo amigos?
E.- ¡Hombre! Ya llevamos 2 años... ¡Ya tenemos el msn!
Esta vez, sí que sí : reminiscencias de escenas épicas en el sofá amarillo...
A la tercera, va la vencida.
E.- ¡Qué coño! Corto mus. ¡Ja! Paso a grandes...
A.- Envida... Boca non calenta est...
E.- Envitar... Invitar... Envidar... Envido.
A.- No, si es que está loca...
A nuestro "surikato" y su "no me toquéis los cojones", por ser la única que se levanta, día tras día, para que el show goes on en el Gran Teatro del Mundo checheno...
"Y si me véis llorar... ¡irse!"
Sean bienvenidos y bien hallados en este blog especializado en Humanidades. La Filología ocupa una gran parte de nuestras estanterías: Literatura, Traducción y Crítica Literaria, Lingüística y enseñanza del Español como Lengua Extranjera (ELE). Pasen al fondo y vean las secciones de cine, series, música y arte en general.
viernes, 26 de febrero de 2010
domingo, 14 de febrero de 2010
Viajero con bolsa de mano
Domingo.
Te levantas, qué importa la hora, es domingo y parece que se quiere colar el sol tras las coritinitas de la ventana.
Tomas un almuerzo sano. O no. Preparas café. Lees el periódico. Ojeas tus webs favoritas, y, en una de ellas, cabe el recuerdo de los paseos por Madrid. Del Madrid con sol. Del Madrid de las mil caras, que tan bien conocía Galdós. Del Madrid lleno de bares abarrotados. Cafés y tostadas, que se juntan con el vermut. El vermut que se mezcla con el café de la sobremesa. Y las calles pobladas de gente que camina, de domingueros que prefierieron quedarse; gentes que vocean, que vienen y van, como corresponde en una gran urbe. Señoras que salen de misa con sus abrigos de bisón. Parejitas pedantonas. Niños con pelota y bicicleta. Abuelos enamorados de la vida, que se resisten al inevitable mármol, como dijo Machado, cogiditos de la mano.
Pero siempre hay callecitas vacías (cuánto añoro la soledad y la independencia que me regaló Madrid); rincones insospechados hechos, parece, para el deleite del paseante solitario, de aquellos que, con su mp3, dan una banda sonora particular a ese madrileño domingo de sol. De sol y frío, pero, ¡qué importa! Es Madrid. Es su olor. Es el infinito decorado en el que actúas la vida que te tocó un día. Es aquel libro que se escribió en la terraza de un café con la oreja puesta en la mesa de al lado. Es el silencio cómplice de un amigo, su mirada que sabe lo que pasa por tu cabeza. Es el Carnaval de hoy día, que se baila y celebra todo el año.
Te pones a estudiar. Pero los renglones en los que escribes se te van hacia la Plaza Mayor. A la plaza de Jacinto Benavente y Santa Ana. Los contrafuertes de Cuchilleros. Imperial. Concepción Jerónima. Esa obra de "Moratín padre"en el Pavón que te hizo estar horas y horas reflexionando a media tarde, con las manos cruzadas en la espalda y los pasos acompasados de la buena compañía que te rebate la opinión. Y todo acaba en una sonrirsa y un abrazo en el cruce de Toledo con Segovia. Y el sol, cayendo...
El camino de vuelta a casa... El temido regreso en soledad (o acaso nunca vayamos solos, nos guía la marcha la conciencia). Se quejan los riñones de la cuesta bajo a la altura del puente de Bailén, de los atrevidos que buscaron en el reflejo de sus cristales y, después, en su caída, un refugio.
Como el pirata de Espronceda, a la izquierda la Cuesta de la Vega y el parque de Atenas; a la derecha, los Jardines de las Vistillas. Y allá a su frente, las Montañas del Principe Pío, el Manzanares....
Y es entonces cuando se empiezan a confundir los que vuelven a casa con las valientes aves nocturnas del "no importa qué día sea". Sabio racionamiento: siempre habrá un bar Manolo dispuesto a darte calor. El calor del amor en un bar, aquellos "caligaris"... Y mientras haya un bar Manolo, habrá Movida. Qué cambiados suenan aquí los versos de Bécquer.
Un canto triste de melancolía (Serrat se coló en mí, igual que otras almas de su tierra). Una risa nerviosa.... Y en una semana, tras la previa paradita condal, yo me bajo en Atocha....
Se me ve el plumero. Una se pone chocha de recuerdos, ¡y qué! No puedo negarlo: Pongamos que hablo de Madrid....
(Bien creo que este blog podría llamarse "El madrileño que añora, o que nunca salió del pasado")
A Madrid, por su fidelidad de único San Valentín.
Te levantas, qué importa la hora, es domingo y parece que se quiere colar el sol tras las coritinitas de la ventana.
Tomas un almuerzo sano. O no. Preparas café. Lees el periódico. Ojeas tus webs favoritas, y, en una de ellas, cabe el recuerdo de los paseos por Madrid. Del Madrid con sol. Del Madrid de las mil caras, que tan bien conocía Galdós. Del Madrid lleno de bares abarrotados. Cafés y tostadas, que se juntan con el vermut. El vermut que se mezcla con el café de la sobremesa. Y las calles pobladas de gente que camina, de domingueros que prefierieron quedarse; gentes que vocean, que vienen y van, como corresponde en una gran urbe. Señoras que salen de misa con sus abrigos de bisón. Parejitas pedantonas. Niños con pelota y bicicleta. Abuelos enamorados de la vida, que se resisten al inevitable mármol, como dijo Machado, cogiditos de la mano.
Pero siempre hay callecitas vacías (cuánto añoro la soledad y la independencia que me regaló Madrid); rincones insospechados hechos, parece, para el deleite del paseante solitario, de aquellos que, con su mp3, dan una banda sonora particular a ese madrileño domingo de sol. De sol y frío, pero, ¡qué importa! Es Madrid. Es su olor. Es el infinito decorado en el que actúas la vida que te tocó un día. Es aquel libro que se escribió en la terraza de un café con la oreja puesta en la mesa de al lado. Es el silencio cómplice de un amigo, su mirada que sabe lo que pasa por tu cabeza. Es el Carnaval de hoy día, que se baila y celebra todo el año.
Te pones a estudiar. Pero los renglones en los que escribes se te van hacia la Plaza Mayor. A la plaza de Jacinto Benavente y Santa Ana. Los contrafuertes de Cuchilleros. Imperial. Concepción Jerónima. Esa obra de "Moratín padre"en el Pavón que te hizo estar horas y horas reflexionando a media tarde, con las manos cruzadas en la espalda y los pasos acompasados de la buena compañía que te rebate la opinión. Y todo acaba en una sonrirsa y un abrazo en el cruce de Toledo con Segovia. Y el sol, cayendo...
El camino de vuelta a casa... El temido regreso en soledad (o acaso nunca vayamos solos, nos guía la marcha la conciencia). Se quejan los riñones de la cuesta bajo a la altura del puente de Bailén, de los atrevidos que buscaron en el reflejo de sus cristales y, después, en su caída, un refugio.
Como el pirata de Espronceda, a la izquierda la Cuesta de la Vega y el parque de Atenas; a la derecha, los Jardines de las Vistillas. Y allá a su frente, las Montañas del Principe Pío, el Manzanares....
Y es entonces cuando se empiezan a confundir los que vuelven a casa con las valientes aves nocturnas del "no importa qué día sea". Sabio racionamiento: siempre habrá un bar Manolo dispuesto a darte calor. El calor del amor en un bar, aquellos "caligaris"... Y mientras haya un bar Manolo, habrá Movida. Qué cambiados suenan aquí los versos de Bécquer.
Un canto triste de melancolía (Serrat se coló en mí, igual que otras almas de su tierra). Una risa nerviosa.... Y en una semana, tras la previa paradita condal, yo me bajo en Atocha....
Se me ve el plumero. Una se pone chocha de recuerdos, ¡y qué! No puedo negarlo: Pongamos que hablo de Madrid....
(Bien creo que este blog podría llamarse "El madrileño que añora, o que nunca salió del pasado")
A Madrid, por su fidelidad de único San Valentín.
jueves, 11 de febrero de 2010
Le spleen de la neige....
A M. Fr. le pongo nerviosa.
Y sé que le gusta, porque me mira y se ríe; y se toca los ricitos mientras intenta disimular el sonrojo.
Por mi parte, reconozco que disfruto del contraste de su pelo escarola, negro sobre la testa de piel blanca; cejas morochitas y finas, con labios y carrillos rojos. Par contre, la metálica montura de sus gafas no me deja saber si el gris de sus ojos es real, o un simple reflejo de la nieve de esta mañana en mi imaginación.
Las bolitas de nácar oscuro que adornan sus menudos lóbulos, tiemblan al contacto con su dedo índice, como si quisiera transmitir de su voz a su tacto, y de éste al oído, el nerviosismo de saberse contemplada. Es, y lo sabe, una pieza de caza indefensa, vulnerable, que intenta refugiarse en el dulce spleen de un poema.
Lee, y mira por encima de la primera entrelínea; vigilan esos ojillos, y van descubriéndose, poco a poco, detrás del papel.
La boquita de piñón pornuncia un francés perfecto y, sabiéndose, pese a todo, dueña y señora del momento, en silencio, sonríe.
Y vuelve a mirarme....
Y sé que le gusta, porque me mira y se ríe; y se toca los ricitos mientras intenta disimular el sonrojo.
Por mi parte, reconozco que disfruto del contraste de su pelo escarola, negro sobre la testa de piel blanca; cejas morochitas y finas, con labios y carrillos rojos. Par contre, la metálica montura de sus gafas no me deja saber si el gris de sus ojos es real, o un simple reflejo de la nieve de esta mañana en mi imaginación.
Las bolitas de nácar oscuro que adornan sus menudos lóbulos, tiemblan al contacto con su dedo índice, como si quisiera transmitir de su voz a su tacto, y de éste al oído, el nerviosismo de saberse contemplada. Es, y lo sabe, una pieza de caza indefensa, vulnerable, que intenta refugiarse en el dulce spleen de un poema.
Lee, y mira por encima de la primera entrelínea; vigilan esos ojillos, y van descubriéndose, poco a poco, detrás del papel.
La boquita de piñón pornuncia un francés perfecto y, sabiéndose, pese a todo, dueña y señora del momento, en silencio, sonríe.
Y vuelve a mirarme....
domingo, 7 de febrero de 2010
De Clermont al cielo
Me gusta el cromatismo de Clermont.
Gris guijarro.
Gris piedra en la escalera del patio.
Gris cemento en el enfoscado de la pared.
Gris pizarra en los tejados vecinos.
Y, con un poco de suerte, alguna chimenea rojo ladrillo mediando con el gris del cielo.
Gris guijarro.
Gris piedra en la escalera del patio.
Gris cemento en el enfoscado de la pared.
Gris pizarra en los tejados vecinos.
Y, con un poco de suerte, alguna chimenea rojo ladrillo mediando con el gris del cielo.
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