Páginas

lunes, 21 de octubre de 2013

De-forma

En poesía, la forma va por dentro. JRJ
En música, también. A. M. Molina.

A fin y al cabo, poesía es ritmo, palabra y música atrapadas bajo la forma o gracias a ella, forma que canta y cuenta. A. Machado.

Apre(he)nder una lengua mediante el ejercicio lector es desarrollar un instinto de detective: qué misterios hay en cada una de esas formas – que llamaremos palabras – desconocidas presentadas por primera vez; acabar con la incertidumbre que la hace extraña a ella y desconfiados a nosotros. Apre(he)nder una lengua mediante el ejercicio lector es abrazar esas formas como queriendo desabrochar el sujetador del ser deseado; la liberación del anillo de hierro (G.A. Bécquer) para que se desparrame sobre la mesa derramando todo su significado abrupto y pulible, arcilla maleable sobre la mano izquierda, que es la que moldea desde dentro. Pero, ¿se puede tener a la forma sólo como a una argolla del significado? ¿Es, pues, estanca o busca restallarlo desde dentro para dotarle de nuevos contextos?

Un ejercicio para ver esta cuestión de-forma son los Diarios de Colón (dejemos de lado cualquier tipo de interpretación que del texto se haga basándose en la demagogia política actual. Aquí sólo literatura y hombres). Monólogo-desvarío, pues, de quien se topa con lo inesperado, con un ente oculto al individuo que va más allá, tentando; como uno mismo atrapado en un cuento de ciencia ficción: visión de palmeras sevillanas en los montes venezolanos. Casi un surrealismo realista.
Ante esa nueva realidad, maravillosa, el léxico diario del hombre se agota en sí mismo, se ve sobrepasado por aquello que ven los ojos más allá de sus narices. Se pierde el sentido y substancia del lenguaje conocido a causa de la novedad y la otredad de, en y a través de la experiencia. Estamos, de nuevo, con lo que la literatura moderna dio en llamar “incomunicación o incapacidad de expresión del lenguaje” y la consecuente deconstrucción del mismo – preguntarle al hombre porqué es hombre o al lenguaje porqué dicen lo que dicen de modo tan arbitrario. Debido a esta inhabilidad léxica aparece un hueco: en el vacío de las ropas gastadas e inservibles que revestían nuestra terminología básica sólo queda la percha – si seguimos con la metáfora –,  el frasco que mantuvo la esencia: la forma. Ésta permite, sin separarnos de nosotros mismos, re-inventar lo in-existente hasta ESE momento para NUESTRA realidad mental e imaginaria. Agarrar la realidad y darle – o darnos a conocer – otro perfil, hacerla poliédrica y mutable. Cuestionable y válido en su conjunto, porque eso recién contado ya es real gracias a que se ha verbalizado. Ya no es una idea: es un algo que existe. Como un escocés con falda en un pueblo de la Castilla profunda tocando la gaita, un marciano en busca de Gurb o tres barcos perdidos en mitad del océano. Colón, cuando levanta la vista y ve lo que ve, intenta describirlo empezando, de nuevo y sin saberlo, el verdadero viaje: el periplo lingüístico y léxico. Durante aquel ejercicio de escritura no era más que otro lector enfrentado a una nueva realidad que se le muestra y que él trata de re-crearla a través de la palabra. Un círculo perfecto donde caben realidad, ficción y re-creación mediante el poder de lo escrito.

Así, la novedad que supone comenzar a desentrañar la forma, ya sea de una visión o de una lengua extranjera, no es más -ni menos- que el enfrentamiento a la lectura de lo desconocido e indecible, de aquello que nos asusta por no tener realidad definida ni delimitada, siquiera por la palabra. El único descubrimiento positivo a celebrar fue, pues, el de la re-creación a través de las palabras del continente americano, que transmutaba aquella neovisión al ignorante hombre "de este lado del océano" hacia planos más reconocibles para él, ya apre(he)ndidos.

¿Podríamos decir lo mismo de la traducción? Hay quien dice - Consuelo Berges, "la voz de Stenhal"  en nuestra lengua - que la traducción es un género más de la literartura, como un tejido regenerado gracias a otro ya existente: 
«una buena traducción no debe de ser nunca una transposición. Es ya de por sí un género literario, porque si el autor pone el alma y el hueso, el traductor pone la piel». 

La traducción como un ente invertido, patasarriba, una tela dada la vuelta, reversible. La piel como forma, quizá, que dé nuevas realidades a aquello desconocido puesto a nuestro alcance. 

La forma, por tanto, va por dentro, muy al contrario de lo que se cree o se nos dice desde definiciones oficiales – configuración externa demolde en que se vacía algo… 
Que la forma va por dentro es, en definitiva, el único camino que tiene de no ser opresora (de-formadora) del fondo, sino su motivo de vida, expresión y desarrollo.

lunes, 14 de octubre de 2013

Pandora's box

Toparse con un viejo baúl cerrado e indagar su forma.
Ángulos rectos y cortantes delimitando su mundo y su poder, la fortaleza con alabarderos, arqueros y retaguardia. Dibujos y cenefas que lo envuelven como un regalo del día de Reyes, como las serpientes, curiosonas, de una historia interminable, del eterno pecado que baja y esposa las manos de Deseo y Saber. Bisagras que abrazan, indispensables, los contrarios como amantes. Cerradura, ojo de espía incesante, asomado con lujuria a la tierra prometida. Candado, el silencio de un libro cerrado, de una boca callada con un dedo índice, la meditación tras la indagación, la investigación de las palabras que crean un mundo como caminos a base de pasar por ellos. Un pequeño universo estampado en ángulos, dibujos, cenefas, bisagras, cerradura y candado. El Aleph de un pequeño Bastián.  Leer en un cofre sus secretos más inmediatos, quedarse con la forma, atraparla y domarla para hacer tuyo el fondo, el contenido, el alma.
Apre(he)nder una lengua.

martes, 8 de octubre de 2013

La sombra de Hitchcock es alargada: ecos en Sjöwall-Wahlöö y Castle.


- Señora Andersson, ¿nos podría enseñar ese balcón?

Observaron el balcón. El piso al que pertenecía parecía tener sólo dos ventanas a la calle, una más grande al lado del balcón y otra más pequeña.

- Señora Andersson, ¿ha visto a ese hombre recientemente?- preguntó Martin Beck.


Rear window  (A. Hitchcock 1954)

Kollberg descubrió unos prismáticos, colocados entre las macetas. Los cogió y los dirigió al edificio de enfrente. La puerta del balcón y las ventanas estaban cerradas. Los cristales reflejaban la luz y no se podía discernir qué había al otro lado, en las habitaciones oscuras. 


The lives of others
( capítulo especial nº 100 de Castle, 1 abril 2013)



- Esos prismáticos me los dio Rutger - dijo la mujer (...) Suelo mirar a ese hombre con los prismáticos. Si se abre la ventana se ve mejor. No crean que soy una persona curiosa ni nada por el estilo, lo que pasa es que me operaron de una pierna y fue entonces cuando descubrí a ese hombre. Quiero decir, después de la operación. No podía andar y el dolor no me dejaba dormir. Así que me quedaba aquí, junto a la ventana..."

M. Sjöwall y P. Wahlöö, El hombre del balcón (Mannen på balkongen, 1967) p. 213 
RBA SerieNegra.


Y de aquí que la curiosidad siempre acabe por matar al gato...
(The Wrong Man, 1956)