La sempiterna Sansueña dormía la mona.
Esta frase hecha, al parecer harto conocida entre los oriundos, sirve como inicio de cualquier crónica fiestera que se precie, así como de conclusión apoteósica de la misma, especialmente, en episodios estivales y/o veraniegos.
Sansueña ya de vacaciones se llena de críos revoltosos, correteos calle arriba, calle abajo de niños con balones, patinetes y algún que otro azote en sus pueriles e inexpertas posaderas. Desbocados cabritillos juguetean pensando en los meses, los días, las horas que les quedan por delante para disfrutar de la piscina, del parque, de la siesta, de los dibujos y la tele por la noche; aunque todo acabe con el planto de una pobre madre histérica clamando al cielo "¡Qué hartita estoy, dios mío!¡Cualquier día me largo de casa!" Amenazadoras féminas, la fuerza escápasele boca afuera y cualquier lamento se torna alegría cuando los pequeños retoños empiezan a cabecear sobre el plato de la cena, preludiando el ansiado descanso nocturno en la ventana, la terraza de casa o el patio común del vecindario.
Los más jóvenes, pavoneándose cual palomas torcaces ante gavilanes apuestos y atrevidos, se emparentan para pasear por la playa, tostarse de la mano en las piscinas, compartir helados que la mayor de las veces acaba derretido sobre el escote o la falda. Y besarse. Besarse como si no hubiera un mañana. El despertar del amor primaveral en Sansueña pasa a su fase de lujueria elevada a la 'n' durante las veladas del verano entre las verbenas de los pueblos y las hogueras de San Juan. Pues en ellas no sólo arden los apuntes, cuadernos y libros de notas de los estudiantes - curioso es ver estas fogatas frente a las ardiente manifestaciones del profesorado sansueñero. Dicho sea de paso, algunos de los oriundos, resentidos en parte por el
hecho de que sus primos británicos se llavaran este 2012 el gato al
agua, ya han aceptado esta fogosidad juvenil como sus propias y merecidas 'olimpiadas sexuales'.
Pero otra cosa es la que "quita el sueño" - subrayo comillas - al hombre de a pie. Contra la crisis, el rescate económico, las huelgas mineras, el medicamentazo. Nada de ello importa si se puede disfrutar de algo por lo que el sansueñero enloquece: la terraza de un bar.
Terraza Bar Polaco 1966 |
Carajillo al sol por la mañana; bocata del mediodía; comida de menú; café; cerveza; merienda-cena; cena; cubatas; copas; carajillos...... 24 horas. Esta moda de, los llamados comúnmente, señoritingos se extiende por pueblos y ciudades, desde el interior a la costa. Todo sansueñero de honra y casta cena, acuesta a los muchachos - es aquí cuando aparece el personaje clave de toda vida feliz en Sansueña: la abuela - y se baja al bar. Una cervecita, un gintonic, un lo que sea combinado. Y a pasar el rato. Fíjese ahora usted, atento lector, para su asombro. Qué placer para los sentidos; cuánta dicha para lo que dan en llamar vida social; menudo regocijo para el cuerpo y la mente de las estresadísimas agendas sansueñeras. Qué sensación de felicidad plena no les causará esto, en definitiva, cómo no enloquecerá esta afanosa población que algunos hasta realizan proezas tales como la archiconocida "empalmada al curro". Hay quien afirma que sabe de alguien que le ha dicho que el primo de su vecina es tan fanático de estas prácticas que cada noche se toma su media caña y el ánimo se le exalta hasta un punto que no puede sino seguir de terraza en terraza hasta que sale el sol y, con la vuelta a las obligaciones rutinarias , recobra el seso y, con él, el sueño; quedándose dormido de pie, contra la pared o en cualquier banco de la calle.
He aquí la explicación del porqué y la clara obligación que un sansueñero tiene ante la siesta. El fenómeno del yoga ibérico, exportado a culturas históricas como la china, es vitoreado por todo el país gracias a sus incalculables beneficios al reloj biológico ante la depresión postprandial de después de comidas o bebidas copiosas, insisten los biólogos sansueñeros. Otro fenómeno que recomiendan encarecidamente para aquellos que dispongan de ocio y asueto o, incluso, para los más amyores, es "la siesta de carnero" - también conocida como la del burro, la borreguera o del cura - antes de comer. Hay afamados cronistas naturales del país que afirman que este tipo de reposo se ha de hacer "con pijama, Padrenuestro y orinal."
En consecuencia, los sansueñeros duermen la mona. El país se sumerge en un letargo. En una neblina de bostezos que rezuman los últimos alcoholes de un apresurado patxarán, un orujo de hierbas o el café torrefacto de máquina o descafeinado de sobre. Y digo que duermen la mona porque este pueblo va continuamente ebrio. Ahíto por una especie de atracón de subjetividad y amor propio. Achispado por la emoción del verano, la vida que se renueva tras el frío.
La siesta, las terracitas y la Eurocopa...
La siesta, las terracitas y la Eurocopa...