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miércoles, 29 de mayo de 2013

Elegía.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

"Yo sé todos los cuentos",
León Felipe


"Ha muerto Paulino"

He is gone. Igual que se van las palabras o el tiempo o el polvo y la arena del parque. Quizá no es malo, pero sí triste, igual de triste que pisar un charco, un recuerdo, el desequilibrio.

Esta mañana muchos compañeros de facultad hemos recibido el triste mensaje por la desaparición de Paulino Ayuso. Su voz en El Mal poema de Manuel Machado, en la escena del asno y la iglesia de Réquiem por un campesino español, en las palabras de Aub y su opinión sobre el bachillerato y las raíces de uno. Su voz transmitiendo un mensaje: el amor a las letras, a la literatura del siglo XX. Quizá, hace siete años, alguien se quedó con esa voz y alargó el eco, durante muchas lecturas, hasta un doctorado en humanidades.

Gracias.

***

Adiós 
Luciano G. Egido
La única verdad es la literatura.
Fernando Pessoa 
Estaba condenado a muerte y los médicos le echaban de seis meses a un año de vida. Como es sabido el cáncer no perdona y ya era tarde para todo. Él ya se había hecho a la idea y había empezado a despedirse del mundo con una extraña resignación suicida. Hacía mucho tiempo que se había separado de su mujer y los hijos se habían desentendido de lo que le ocurriera. Sus amigos estaban muertos o vivían lejos y no quería darles el espectáculo de su agonía ni el golpe bajo de la crecida de sus remordimiento. Le hubiera gustado visitar por última vez algunos paisajes, que le habían congraciado con la naturaleza, y algunas ciudades donde había sido particularmente feliz, con toda la vida por delante para recordarlas. También hubiera querido encontrarse con algún viejo amor inolvidable, con alguna continuada manera de contemplar el mar, como la primera vez, y con algunos lugares, unidos a lecturas y a situaciones especialmente gratas. Pero todo le parecía irrealizable, porque exigía un esfuerzo que no se sentía con ganas de iniciar y menos de concluir. 
 Le quedaban los libros, más dóciles que su familia y más fieles que sus amigos. Los libros habían sido su pasión más fuerte y más duradera y los que habían ocupado la mayor parte de su pasado feliz. Muchas de las horas de su existencia, tan baqueteada y tan onerosa, las había pasado leyendo y en este ejercicio había aprendido todo lo que le había hecho falta saber. Arrastraba una deuda impagable con sus libros preferidos, inagotables, sorprendentes, luminosos, siempre cercanos. Podía señalar sin error la fecha en que cada uno de ellos había entrado en su biografía y el milagro que había esperado encontrar en el arcano interior de sus páginas cerradas. Recordaba la librería en que los había comprado y por supuesto el sitio exacto que ocupaban en su biblioteca. Le encantaba recorrerlos con la mirada, reconocer su título sin equivocarse y hasta acordarse de los avatares crueles de su encuadernación deteriorada. Coger alguno, hojearlo y comprobar los motivos de su adquisición, le producía un placer renovado, aunque a veces la memoria, después de tantos años, se resistía a completarlo. 
Por eso quería despedirse de ellos, por gratitud, por obligación moral, por lo que si fueran hombres se llamaría honestidad. Aquel deseo era probablemente el trago más doloroso de su enfrentamiento con la muerte. Iba a romper una vieja lealtad de la que no quería deshacerse. Eran muchos años de convivencia y no podía llevárselos con él, allí donde fuera, para perpetuar sus débitos. Calculó el tiempo que le quedaba y no había ninguna posibilidad de leerlos todos otra vez, de resucitar las antiguas alegrías, sus descubrimientos definitivos, los oasis de su fertilidad. Un libro al día, incluyendo los domingos, le daría para muchos años. Se le escapó una lágrima de protesta infantil ante la confirmación matemática de la locura de su proyecto. No eran tantos; pero eran demasiados para el plazo disponible. Por lo menos tardaría de diez a quince años en terminar aquella vuelta de despedida que sería su adiós a la vida, con toda la conciencia de su caducidad y toda la pena de su valor inabarcable. En resumidas cuentas, no había derecho a aquella injusticia desaprensiva, que no respetaba ni los mínimos derechos de un hombre. 
Escoger un libro, para iniciar la ronda, le costaba un disgusto, porque no sabía por cuál empezar. Leer algunos era dejar de leer otros y el tiempo apremiaba. Cada uno tenía su atractivo y el gozo de recuperarlo formaba parte de la felicidad prometida. ¿Cómo no despedirse de Proust, que le había desvelado el don de la mirada de la memoria? ¿Cómo olvidarse de Borges, que le había conmovido como un diamante tallado de una inteligencia artificial? ¿Cómo no releer a Faulkner, que le había enseñado a descubrir al prójimo, al negro que llevamos dentro? ¿Cómo irse sin haber vuelto por última vez a la luz mañanera de los sonetos de Petrarca? ¿Cómo no decirle adiós al pobre Don Quijote, perdido en las alucinaciones de su cerebro y de su tierra, de su marginación perpetua, de su obcecación suicida? ¿Cómo no recorrer el mundo a pie con Baroja, entre asperezas sentimentales? ¿Cómo abandonar al pobre Hamlet y dejarlo vagar a su albedrío sin una mirada de reconocimiento y de solidaridad? ¿Cómo no resucitar los convulsos sentimientos de Dostoievski, que tanto bien le hacían, aunque le dolían como un remordimiento? ¿Cómo renegar de Rilke y de su dolorosa lucidez? ¿Cómo resignarse a no volver a dialogar con Kafka, tan hermano, tan desgraciado, tan solitario y tan sufrido? 
Los días pasaban y no se decidía por ninguno, hasta que cortó por lo sano y optó por el orden alfabético de una selección de sus clásicos amores y que fuera lo que Dios quisiera. Empezaría por San Agustín y hasta donde llegara. Se temía que no alcanzaría ni siquiera la Alejandría de Durrell y mucho menos el Japón de Kawabata y menos todavía el París de Zola. Fue una carrera contrarreloj. Notaba que la enfermedad le iba invadiendo, como el nivel del agua en los cántaros de la fuente. Pero seguía leyendo contra viento y marea, con el gozo renovado de siempre, con el ánimo de un heroísmo cotidiano. Su organismo luchaba no contra la supervivencia, sino contra el tiempo. Notaba que las fuerzas le abandonaban, sobre todo al acercarse el plazo fatal de los seis meses anunciados y descubrir que estaba todavía en Camus. Apuraba las horas de sueño y la luz de los ojos, con el solo paréntesis de la noche para ganar la paz de la lectura mañanera, que a veces se le hurtaba por un cansancio excesivo. No podía más. Pero no se rindió. Vivía exclusivamente para leer y los libros le hacían vivir, no sólo venciendo a la muerte, sino duplicándole el gozo de la precaria vida que le quedaba. Era penoso terminar un libro y esperanzador iniciar otro, que se encendía con la luminosidad de una mañana de verano. 
El plazo definitivo del año se cumplió y esperó serenamente el desenlace con Garcilaso entre las manos y se dijo: «Que venga la muerte cuando quiera; pero me encontrará leyendo». Y no se murió, porque a veces los médicos no aciertan en la difícil previsión de las reacciones del insondable organismo humano. Y poco a poco empezó a creer en el milagro y leyó como si se drogara con una fruición renovada el Ulises de Joyce y hasta tuvo tiempo de coronarlo y cotejar la versión de Salas Subirat con la de José María Valverde. La furia irónica de Larra le vino como anillo al dedo para entretener la espera. A los dos años se enfrentó con La montaña mágica de Thomas Mann y consiguió llegar hasta el final, aunque le parecía imposible. El tiempo se dilataba para su satisfacción y los libros seguían acompañándolo en aquella carrera de fondo, que le dejaba sin aliento. A veces se desvanecía, se le iban las letras y se conformaba con acariciar el lomo de los libros, como si tuvieran piel humana. Aquellas interrupciones le parecían faltas a su deber, desfallecimientos de su moral. Cuando cerraba los ojos creía continuar leyendo de memoria. Los médicos estaban asombrados de aquella recuperación inexplicable. 
Pasó por Melvilla, Novalis, O’Neill, Pessoa, Quevedo, Rulfo, Sade, Tolstói y cuando estaba entrando en Unamuno y creía que había vencido a la muerte, se murió.

jueves, 23 de mayo de 2013

Expertos en lo No

¿Qué pasa con aquellos que somos expertos en no-ser-expertos-en-nada? El término, seguramente, cambie de significado. Ser experto en no-ser, que sería igual que ser experto en (la) Nada, tan diferente y lejano de no ser experto en nada.

La experiencia de no haber escogido con suficiente praxis, por ejemplo, una carrera, y reincidir en ello, por ejemplo, con el máster o el doctorado o el segundo idioma o el cúmulo de estudios habidos y por haber en el haber mismo del Experto en lo No. La experiencia en no tener un sueldo fijo, un trabajo, una idea compartida con más de equis millones de votantes. La experiencia de no haber viajado a la X que marca el lugar. La experiencia que te da no haber visto tal o cual película. O verla y poseer la experiecia de quien comprende que che, tampoco fue tanto, entiendo porqué era experto en no haberla visto... La experiencia de no haber leído el libro cumbre y necesario para ese momento de encrucijada. Un dúo de voces ajenas en la Cava Baja, alternando, jamás leí Borges, che, no sabes qué envidia, me encantaría ser tú que aún no le leíste nada y poder volver a ese punto cero, para redescubrirlo con ese orgasmo tan propio de las letras y de la soledad.
Creo que el experto en lo No prefiere ese tipo de reflexiones, de bajadas a su tierra de la Expericneia en lo No, antes que las del erudito que escupe babas de azufe, el que se sabe experto en Todo, mirando de pies a cabeza, comiéndoselo entero de un bocado, por el pecado mismo que conlleva el ser experto en, devorándolo con los ojos como la serpiente al sombrero de El principito. La experiencia en no saber diferenciar entre los numerosos Alfonso V peninsulares, tan de moda, tan vecinos, muertos tan jóvenes todos. O no. La experiencia de no saber(lo) con seguridad. La experiencia de no caminar seguro (o lo que podría ser igual, la experiencia del sonambulismo, cuerda floja sosteniendo el ir y venir del sueño, pero a través de él. A ver quién reprueba ésa, carajo, ni Derridá con su Différance adivinaría el puente entre una f y una s). La experiencia de no saber quedarse sólo con la teoría y necesitar dejar de filosofar un poco, porque, che, quizá haya que hacer algo en este mundo de mierda. La experiencia en no saber, en definitiva, ser otros, tan expertos en sus noes particulares, tan empecinados en hacerte ver que, che, atiende a razones, fijate en mí, perito confiable, negando lo relativo, tienes que ver o leer o viajar o tocar instrumentos más allá de la cuchara de madera de la cocina, o qué sé yo.

Aquello, dicen, para ser digno de la Experiencia, que es vida, que es error, que es prueba, ensayo posible gracias a la naturaleza del que se mueve detrás y por encima del hombro engreído y a costa suya. Experiencia existente y altivez gracias al concepto del ser Experto en lo No de otros, de aquel no-ser-experto-en-nada...

miércoles, 15 de mayo de 2013

15M o los olvidados, dos años después.

Que uno pertenece a esa casta de olvidados, de arrinconados por las instituciones, no es nada nuevo desde hace ya cinco años. No obstante, hay quien se encarga de recordásnoslo: 

  • Desaparición de puestos de trabajo y el consiguiente engrosamiento de las listas del paro de todo aquello bajo el manto de la Cultura: bibliotecas (reducción notable del horario de acceso en bibliotecas como la BNE), museos (cierre del Centre d'Art Santa Mònica de Barcelona), etc.
  •  Desaparición de becas: no publicación o publicación con las plazas ya adjudicadas, por lo que el concurso me dirán ustedes si tiene otro sentido que el de justificar a la Institución ante su propia ley hecha trampa; cese de pago a los beneficiarios de tales ayudas - véase investigadores universitarios becados por el MEC, sin cobrar desde el mes de diciembre; retirada de ayuda de libros para alumnos de colegios e institutos públicos desde la Junta Territorial de Castilla y León; largo etcétera. Ejemplo del día: mientras el señor Botín sigue expandiendo su dominio a lo Carlos V, el mejor físico europeo, de origen gallego, se queda sin beca de estudios en España.

  • Desaparición del derecho a la atención sanitaria y servicios especialistas: se dio recientemente uno de los primeros casos en Baleares al fallecer un joven de apenas 30 años por tuberculosis, enfermedad que en España sufren 20 de cada 100.000 personas con tratamiento sanatorial positivo en un 99% de los casos. Hasta ahora. 
http://albokari2.files.wordpress.com/2013/05/bolsa-forrges662.jpg
Forges, El País, 07.02.2012
  • Desaparición de las ayudas a jóvenes empresarios y nuevos emprendedores: negativa de dicha subvención  para la apertura de un negocio de tabacalera con suplementaría por ser mujer mayor de 50 años residente en una población de menos de 300 habitantes.
  • Desaparición de líneas de transportes entre provincias como Madrid y Segovia, así como de medios interurbanos e interprovinciales en empresas como RENFE, con reducción de frecuencia de paso y eliminación de estaciones, paradas, apeaderos, etc. con  el subsiguiente aislamiento vecinal.
En fin, un suma y sigue que va colmando ese famoso saco del olvido. Fardo que rebosa de injusticia, indignación y rabia, pero cuyos costales se ven bien sujetos gracias a los fraudes fiscales que se siguen dando, al no encarcelamiento de responables, a la dejadez de las responsabilidades civiles y económicas de los dirigentes de este país. Al alzamientpo de las clases minoritarias como cada vez más poderosas e impunes. Al ahondamiento de la crisis de la mayoría por las políticas de austeridad. Y ellos, un ellos, la bestia, la bicha, que se cristaliza concretamente en la clase política, pero también en todas aquellas manos dirigentes de grandes instituciones públicas como las de los hospitales o las universidades. Grandes pseudo-cicerones que todo lo arreglan con golpecitos en la espalda del amigote que les asegure cada vez más sueldo, más becarios y menos trabajo a realizar. Duele el engaño, el desengaño, como el roce de la piel escocida.

Supongo que es lo que tiene pertenecer a la clase de "los olvidados":  aquellos que ni damos beneficio, ni renta, ni nada de nada que pueda traducirse en dinero. Servidora, observa la situación y no sabe si echar a correr o liarse a palos. Mi rama, la de las Humanidades, la de los Investigadores en general, parece formar uno de los grandes bastiones de esta casta de dados de lado. Evidentemente y por desgracia, no es la única. No es el propósito quejarme de lo mal que está la universidad - de eso ya se encargan los laureados todopoderosos aquejados de la maldita juventud desinteresada de hoy en día (casualmente, la misma juventud que se queda sin becas y sin trabajo y, por tanto, pasa a considerarse "nini"). Ni siquiera quejarme. Simplemente, emplear este rincón de la blogosfera para dedicarle unas líneas al espectacular hecho de sobrevivir a esta bazofia social en la que damos bocanadas de aire cuando intentamos salir a la superficie. Opinar que nos merecemos algo mejor. Mucho mejor. Que no es cuestión que unos valgan más o menos. Que las desigualdades empiezan al ponerle valor a quien no lo tiene. Las quejas no son suficientes. Esta visto que nada cambia con protestas. Desmantelar las grandes testas de esta piel de toro que no deja de cornear a quien le da sustento. Hasta entonces, únicamente, seguir deseándole feliz aniversario al 15M que tanto nos hizo y nos hace ilusionarnos con la esperanza de un despertar de esta sinrazón de Sansueña. Creo que con dos años ya se pueden empezar a dar los primeros pasos de aquel embrión revolucionario y siempre pacífico de la Puerta del Sol... 

sábado, 11 de mayo de 2013

Cuando Derecha e Izquierda se comen a besos...

¿Qué pensarían ustedes si un día una pancarta grita "A (póngase el nombre del político que desee) le gustan los chupachups..." sabiendo que esa frase hace mención directa a dobles intenciones como las del siguiente videoclip?



Efectivamente: que la gente está harta de esa gentezuela que se hace llamar políticos, cuando en realidad no son más que una turbamulta de chupapollas chupópteros.
Como es de suponer, esto no es un cuento, ni una ficción (¡qué más quisiéramos!), ni un chiste (aunque nuestro país pueda definirse así), si no una de los miles de slogans y gritos de guerra que se escucharon el pasado domigno 5 de mayo entre la plaza de la Bastilla y la de la Nación en París. 

Sólo ha hecho falta un año para que al amigo Hollande se le viese el plumero. Por ello, y a modo de celebración, cuando se cumplía el primer año de mandato del presidente socialista de la Quinta República francesa, la gente se echó a la calle porque, oh sorpresa, han decubierto que la Derecha y la Izquierda quedan a escondidas y se dan besitos... Sí. Besos y toda una sarta de muestras de cariño en todas aquellas formas en las que dos amantes a escondidas (o quizá no tanto)  mantienen a flote su romane. Y para ello cuentan con la inestimable ayuda de sus angelotes, que se las apañan para realizar todas esos lances de amor desenfrenado entre los descreídos Derecha e Izquierda. Véase, a modo de ejemplo, al bueno de Jérôme Cahuzac y sus fraudes fiscales; al patronato del Medef firmando con tres sindicatos minoritarios un Acuerdo Nacional Interprofesional (l'ANI de enero de 2013) de carácter irrisorio gracias a la inestimable ayuda de François Chérèque o al propio Hollande pidiendo a la ONU apoyo logístico y luz verde para la intervención del ejército nacional como protección de empresas privadas de explotación minera en Mali, Níger o el Chad. La cosa es demostrar que estamos loquitos por el capital amor de esa Derecha hipócrita y babeante - mira, qué casualidad, que todo se te pega, menos la hermosura... Robar, estafar, delinquir, sisar. A cada pillada que se hace de vuestro lío de faldas, salta la liebre y a millón de euros desfalcado, política de matrimonio homosexual, ley del aborto, subida del paro.



De este modo, Francia, pueblo de viejas castas revolucionarias, se lía la manta a la cabeza y retoma la Bastilla, que siempre es algo que anima y está bien visto. 

File:Jacques-Louis David - Marie Antoinette on the Way to the Guillotine.jpg
Marie Antoinette rumbo a la guillotina.
Jacques-Louis David
16.10.1793
Fuera de coña: Hollande, amiguito, te la estás jugando. Tú que fuiste la esperanza de todo un país, ¡qué digo! de todo un continente... ¡Voto a tal! Te nos lías con la más decrépita y derechona... Pero, ay, que arrieritos somos... No te extrañen, querido, los gritos de "¡Que viene Robespierre!" ¿Te parece bonito dejar tirados a tus colegas? Si sabes que te la va a jugar y te volverás a quedar solo (Divide et impera, que dijo Julio César). No te extrañe, tampoco, que cuando te des la vuelta, la Izquierda sea un puzzle, un tejemaneje de piezas sin brazos por los que asirlas y recomponerlo. Y otra vez unos frente a otros, diciendo lo mismo, a gritos, sin enterarse, sin entenderse. Y a hostias, again... Y en plena marcha hacia el patíbulo de la Quinta República se nos viene a la cabeza el  Homage to Catalonia de G. Orwell y su aguda visión sobre una Izquierda fracturada bombardeándose entre sí. 
Pero a ti todo esto te da igual, ¿verdad? Tú tan feliz, tan dispuesto a disfrutar de los goces primaverales y ardorosos. Y si el pueblo tiene hambre y no tiene pan, que se joda y coma pasteles.

Si ya lo dijo Ska-P... 



...hasta las pelotas.


El 5 de mayo: una gran manifestación en Francia.
Dossier
Jean-Luc Bertet · Raphaëlle Besse Desmoulières · Philippe Légé.